El TOC es una patología “rara”, que afecta al 3% de la población en el mundo. Quienes la padecen suelen sentirse culpables de su conducta motivada por pensamientos que pueden ser irracionales, porque a diferencia de otras enfermedades psiquiátricas, no tienen alterado su juicio de la realidad. Por más que luchan, no pueden evitarla y viven esclavizados de extraños rituales, por los cuales se ganan la incomprensión y, a veces, hasta las burlas de su entorno.
Qué pueden tener en común Howard Hughes (cuya historia protagoniza Leonardo DiCaprio, en El aviador), el cantante brasileño Roberto Carlos, el futbolista David Beckham o el autor de Platero y yo, Juan Ramón Jiménez. Evidentemente los une el éxito que consiguieron en sus respectivos ámbitos, pero hay algo más que los relaciona. Algo que los hace ser parte del 3% de la población mundial que sufre uno de los más angustiosos e incomprendidos cuadros psiquiátricos que se conocen en la actualidad: el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
Se caracteriza por la presencia de imágenes y pensamientos que acuden a la mente sin que la persona quiera. Literalmente “invaden” la cabeza, y son motivo de angustia y hasta de vergüenza para quienes los sienten, pues no se pueden explicar y los otros tampoco los pueden entender.
Los más recurrentes son aquellos en que la persona teme contaminarse, y en esa batalla puede someterse y también obligar a su entorno a extenuantes rutinas de aseo. Otras, los de duda o inseguridad frente a una acción realizada, que puede hacer que alguien revise 30 veces o más si la puerta de la casa quedó con llave o que, simplemente, no logre salir de su hogar por la cantidad de revisiones que, siente, debe realizar. También, están los pensamientos de simetría y orden, y otros que van en contra de la moral o figuras religiosas, Asimismo, el temor a hacer daño a terceros.
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-5, explica que la persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos o imágenes intrusivas, “o neutralizarlas con algún otro pensamiento o acto”. Esto último es lo que se conoce como compulsión, que toman forma de rituales, que son extraños y difíciles de comprender para quienes rodean al paciente de TOC.
Estas también llamadas manías incluso impiden el desarrollo de las actividades cotidianas de las personas. En casos más complicados, pueden mantener a un paciente de TOC por horas confirmando una y otra vez una duda o haciendo diferentes rituales para evitar contaminarse con objetos de su entorno. Por eso la Organización Mundial de la Salud lo ubica en el décimo lugar de las enfermedades más incapacitantes.
Sin embargo, y a pesar del mayor conocimiento que actualmente se tiene de la enfermedad, esta sigue caricaturizándose o comparándose con rasgos obsesivos que suelen tener muchas personas (como siempre devolverse a ver si cerró la llave del gas o ser ordenados), por lo que no se da la verdadera importancia a esta patología que también se conoce como locura lúcida, por lo irracional de los pensamientos y de las manías que se realizan para contrarrestarlos
¡No me toques!
Melvin Udall, el novelista interpretado por Jack Nicholson en la película Mejor imposible (1998) era un obsesivo compulsivo dominado por la necesidad de orden y por las ideas de contaminación. Por eso siempre se alimentaba en el mismo restaurante, se sentaba en la misma mesa y usaba cubiertos propios. Evitaba pisar las líneas del cemento en las veredas, cerraba las puertas con mil pestillos y se lavaba las manos en forma compulsiva usando un jabón para cada mano. También temía al contacto físico con otras personas, lo cual lo hacía esquivar cualquier roce mientras caminaba. Siempre repetía: “No me toques, no me toques”.
Diferente fue la historia de Howard Hughes, quien vivió sus últimos años de vida encerrado, sucio y temeroso de exponerse al sol o salir de su casa sin mascarilla por miedo a la contaminación. Su caso refleja cómo el TOC puede afectar la vida de las personas. Pero su situación no es común ni representa a la generalidad de esos pacientes. Los especialistas sostienen que esos casos dramáticos donde llegan a la invalidez absoluta representan solo una minoría.
El TOC puede aparecer en la niñez o en la adolescencia. Estudios aseguran que se presenta más tempranamente en los hombres que en las mujeres. Si bien hay personas que consultan en la adultez, muchos de ellos ya manifestaban los síntomas desde niños, pero los escondían por vergüenza de ser calificados como raros o, definitivamente, como locos, dado lo extraño de su comportamiento.
El cantante Roberto Carlos y el futbolista David Beckham son dos casos ilustrativos. El 2004 el artista brasileño confesó que estaba sometido a terapia psicológica para tratar su TOC. Él evitaba usar ropas de determinado color, siempre salía por la misma puerta por la que había entrado, no decía palabras de connotación negativa y jamás firmaba un documento con la luna en fase menguante. “Decidí iniciar el tratamiento porque las manías me estaban incomodando… cuando supe que sufría esta enfermedad, pensé que podía curarme solo, pero luego me di cuenta de que esto es algo mucho más serio de lo que uno imagina… incluso llegué a confundir lo que me pasaba con supersticiones, pero era mucho más que eso”, reveló en una entrevista a un medio de comunicación de su país.
David Beckham contó también a los medios sobre su trastorno obsesivo que lo obliga, por ejemplo, a ordenar todos los objetos en línea recta, por pares o por colores. Y aunque esta conducta podría ser catalogada como una excentricidad del futbolista, la diferencia está en el nivel de angustia que le ocasiona no poder realizar estos ritos. Eso quedaba de manifiesto cuando sus compañeros del Manchester United desordenaban deliberadamente su ropa en las habitaciones de los hoteles de concentración o esparcían revistas a su alrededor para burlarse de él.
Hace 40 años se creía que el Trastorno Obsesivo Compulsivo estaba relacionado con procesos inconscientes y traumas no resueltos durante la infancia. Pero las investigaciones más recientes respaldan la teoría de que el TOC tendría una base biológica que podría potenciarse con situaciones ambientales. Es decir, una persona nace con una vulnerabilidad genética a presentar la enfermedad y esto podría potenciarse con vivencias que suceden en su entorno.
La enfermedad de la duda
Todas las personas tienen probablemente alguna obsesión, ritual o creencia un poco ilógica. Comprobar si la llave del gas está cortada un par de veces no es algo patológico, pero cuando la acción se repite en 12, 20 o en 50 ocasiones, se transforma en un problema angustiante. Un paciente que padece este trastorno puede tener más de una idea obsesiva con lo que a su vez aumenta el número de rituales a los que está sujeto.
No se debe confundir el Trastorno Obsesivo Compulsivo con los rasgos de personalidad obsesiva que hacen que un sujeto sea muy meticuloso, ordenado o perfeccionista. En los casos de quienes padecen este TOC, el patrón común es lo intrusivo de las ideas, después la urgencia por entrar en rituales repetitivos y la duda interminable. De allí que esta patología ha sido catalogada como la “enfermedad de la duda”. Este cuestionamiento se genera en la creencia de que si no se realiza la compulsión se podría hacer realidad su idea obsesiva. En los niños que sufren esta enfermedad, generalmente el no cumplimiento de los rituales esconde trágicos pensamientos que tienen que ver con su seguridad o la de su familia: “Si no rezo todos los días a la misma hora mi mamá se morirá”, “si no me aseguro de que todas las ventanas estén cerradas muchas veces nos robarán” o “si no prendo y apago la luz tres veces antes de salir nuestra casa, esta se quemará”, son algunos de las ideas tormentosas infantiles que relata la literatura científica. El problema es que, al verse incapacitado de realizar esos rituales, el niño desarrolla un nivel de estrés y angustia que no sabe cómo explicar. Ya de adulto, ha habido casos de jóvenes que jamás han podido completar la prueba para ingresar a la universidad, porque tienen tantas manías de chequeo, que no logran avanzar en el examen. Otros casos, de personas que en situaciones más angustiantes, pueden pasar horas rezando en las noches, para “evitar”, una tragedia que en su mente “siente” que puede ocurrir en los días siguientes. Los más comunes son los rituales de limpieza: pacientes que se lavan una y otra vez las manos con cloro para no contaminarse, aunque esta sustancia les ocasione importantes heridas.
Afortunadamente los tratamientos para este trastorno han evolucionado bastante en las últimas décadas. Generalmente el uso de fármacos se combina con psicoterapia cognitiva conductual, pues juntos han demostrado mejor resultado para los pacientes que por separado.
A pesar de lo angustiosa, ridícula y avergonzante que pueda ser esta enfermedad para quienes la padecen y para su entorno, lo importante es buscar ayuda temprana, sobre todo para mejorar la calidad de vida de los pacientes que sin medicamentos o terapia difícilmente podrán sobrellevarla y llevar una vida normal.