Dr. Vicente Aliste Araneda.
Psiquiatra.
Jefe Unidad Salud Mental y Psiquiatría
Hospital Las Higueras.
Cuando usted, estimado lector, apura el paso para no atrasarse. Cuando al subirse a su auto le pone seguro a la puerta, o cuando lleva a su hijo al médico porque tiene tos o fiebre, está respondiendo a la ansiedad que surge en situaciones de riesgo o de estrés. Su reacción emocional, y su posterior acción o conducta, constituyen el circuito virtuoso de reacción frente a una amenaza que, tal como señalaba Darwin, nos permite adaptarnos y prevalecer.
Sin embargo, esta reacción ansiosa, que nos alerta sobre situaciones de peligro y nos motiva a actuar, puede salirse de control y causarnos malestar o pérdida de nuestras capacidades habituales, constituyendo los llamados trastornos de ansiedad.
Si experimentamos una sensación de incomodidad difusa, un malestar generalizado, si tenemos dificultades para dormir de manera continua, si nuestros pensamientos se distraen fácilmente o si nuestro estado de ánimo habitual cambia, podríamos estar viviendo una reacción ansiosa excesiva, que se produce como consecuencia de una situación que percibimos como amenazante o estresante.
Volviendo a los ejemplos de la vida diaria, si, por ejemplo, oigo toser a mi hijo durante la noche, la preocupación hará que me levante a verlo, a tomarle la temperatura y a decidir llevarlo a un servicio de urgencia para que sea visto por un médico y se le inicie un tratamiento que lo mejore. No obstante, si producto de la misma situación, siento que respiro rápido, que mi pecho duele, que se me debilitan las piernas, y comienzo a pensar que algo en mi corazón no está bien, probablemente yo terminaré en la urgencia por una crisis de angustia, en vez de mi hijo y, ciertamente, no lo habré ayudado.
Este es un ejemplo de cómo una reacción ansiosa puede causar una conducta adecuada y resolutiva, o bien, hacerme perder el control y generar una crisis emocional.
Por otro lado, si esta crisis de angustia comienza a repetirse, si comienzo a estar emotivo o irritable, o permanentemente preocupado por tener una nueva crisis. Si empiezo a dormir mal recurrentemente, si dejo de salir a mis actividades habituales, si pierdo mi capacidad de atención y concentración, si bajo mi rendimiento en los estudios o en el trabajo, si me preocupo por situaciones que no han ocurrido, si pienso recurrentemente en catástrofes, en mi muerte o en la de mis seres queridos, y si imagino un futuro -que ayer veía plácido- como algo amenazante y negativo, es muy probable que esté cursando con un trastorno de ansiedad.
Esta situación es muy frecuente. Estudios recientes muestran que los chilenos somos una sociedad con una salud mental muy afectada, bastante más que el promedio de nuestros vecinos latinoamericanos. Las estadísticas muestran que entre un 20 a 25% de las personas reconocen una sintomatología ansiosa que les afecta en su vida, y que entre un 10 a 15% cursan trastornos de ansiedad que debiesen recibir atención especializada.
“Es muy importante que cuidemos nuestra salud mental y prevengamos las enfermedades. Esto se hace con medidas simples y efectivas, dentro de las que están cuidar un sueño de calidad, dedicar tiempo al descanso y al buen ocio, compartir con los seres queridos, hacer actividad física regular y cuidar las comidas y el peso”.
Lo anterior significa que vivimos afectados en nuestra salud mental. Sin ir más lejos, una reciente encuesta realizada por Corpa Market Intelligence, que entrevistó a mujeres y hombres entre 18 y 70 años, de los distintos segmentos socioeconómicos en el periodo 2020-2023, realizó interesantes preguntas en este ámbito.
Cuando a los encuestados se les preguntó, ¿cómo calificarías tu estado de salud mental?, 33% contestó “muy malo”. Cuando se les consultó si experimentaban o creían haber experimentado en los últimos tres meses algunos de los siguientes problemas o síntomas, los resultados arrojaron que 48% sufre de estrés, 23%, de depresión y 16%, de trastornos de ansiedad.
Es más complejo todavía cuando pensamos en las dificultades de acceso a los tratamientos de salud mental. De hecho, de los encuestados, solo 21% dice que sí tiene tratamiento respecto al estrés, un 12% refiere tener un adecuado tratamiento por su depresión, y un escaso 7% reconoce tener un correcto tratamiento para sus trastornos de ansiedad.
Es decir, una gran mayoría de chilenos que padece trastornos emocionales, simplemente, no recibe tratamiento.
Por todo lo anterior es muy importante que cuidemos nuestra salud mental y prevengamos las enfermedades. Esto se hace con medidas simples y efectivas, dentro de las que están cuidar un sueño de calidad, dedicar tiempo al descanso y al buen ocio, compartir con los seres queridos, hacer actividad física regular y cuidar las comidas y el peso.
No obstante lo anterior, si se siente permanentemente cansado, si no descansa al dormir, si en el día a día se nota tenso e irritable, si se percibe nervioso o inquieto, si piensa mucho en situaciones que no han ocurrido, y las percibe como si estuvieran sucediendo en forma catastrófica. Si además su cuerpo expresa cambios (respiración rápida, dolor al pecho, caída del pelo, inflamación del colon, bruxismo), o si sus cercanos le dicen que su ánimo y motivación de vivir han cambiado, entonces es prudente que busque ayuda profesional con un psicólogo o con un psiquiatra.
Reconocer y abordar la ansiedad es el primer paso hacia una vida más equilibrada y saludable.