De Corea del Sur, Taiwán y México provienen los miembros de la avanzada en Concepción de la “biblioteca flotante más grande del mundo”. Hace dos años, decidieron dejar familias, estudios y trabajo para ir tras un sueño: ser tripulante del Logos Hope. Hoy, junto a una inmensa dotación multicultural, navegan por el mundo llevando a las comunidades conocimiento, ayuda y esperanza.
por Cyntia Font de la Vall
“Cuando era niña, un barco gigantesco, lleno de libros, llegó a mi ciudad. Por supuesto que lo quise conocer, y cuando subí a bordo simplemente me maravilló. Desde entonces, me propuse algún día ser miembro de su tripulación internacional de voluntarios”, relata Mercy Chen (26), taiwanesa que desde hace dos años cumplió su sueño. Hoy navega los mares como tripulante del Logos Hope, la biblioteca flotante más grande del mundo que, durante febrero, recalará en Lirquén.
Ella ya se encuentra en la zona, pues integra el equipo de avanzada que coordina todos los detalles para la llegada del famoso bibliobuque a la Región.
Muchos años debieron pasar para que Mercy pudiese cumplir su sueño. Creció, hizo nuevos planes, y se trasladó a Nueva Zelanda a estudiar Sociología y Medios Audiovisuales. Cuando terminó su educación universitaria, recordó ese antiguo anhelo, y decidió concretarlo. Fue con su familia y le contó sobre su idea de abordar el Logos Hope. Sus padres estuvieron de acuerdo.
La fascinación por ser parte de una gran causa y embarcarse en esta mega biblioteca flotante une a los tripulantes de este buque, un equipo de 400 personas, de distintas edades y culturas, provenientes de más de 60 países de todo el globo. Todos decidieron ser parte de esta iniciativa motivados por la idea de que hombres y mujeres -con muy diferentes estilos de vida, orígenes e idiomas- pudieran vivir y trabajar unidos en pos de un objetivo común: compartir con otros conocimiento, ayuda y esperanza. Como parte de esta misión, la GBA (Good Books for All) Ships, organización a cargo de las operaciones del barco, se preocupa de llevar libros a un menor costo a comunidades que no siempre tienen acceso a ellos.
Fernando Rojas (20) proviene de Puebla, una ciudad ubicada en el centro sur de México, y también integra el equipo de avanzada en la zona. La idea de unirse al Logos Hope surgió del encuentro con un amigo que le contó que había viajado en él. “Me habló de la labor que desarrollaba el barco, los ideales que perseguía, las actividades de ayuda que organizaba en cada puerto, y de las experiencias que vivió. Al instante supe que quería ser parte de esto, ver cosas nuevas, conocer otras culturas y trabajar apoyando a las personas”.
Fue tanta la pasión con que acogió esta idea, que decidió congelar sus estudios universitarios. Recién había terminado el primer año de Ingeniería en Energías Renovables.
El mismo entusiasmo llevó al coreano LJ Lee (33), el tercer miembro de la avanzada en Concepción, a abandonar la vida que conocía, su trabajo, su familia y a sus amigos. “Sabía del barco, y me fascinaba la idea de que gente de diferentes partes del mundo trabajara unida por las comunidades que visitaba. Yo había estudiado Administración y Negocios, y estaba trabajando, pero quería darle un nuevo sentido a mi vida, así es que dejé todo y me embarqué”, cuenta.
Tanto Fernando como LJ lucharon contra la inicial reticencia de sus padres. En el caso del mexicano, su madre no quería que abandonara la universidad; el coreano, en tanto, debió defender su decisión ante sus padres, que consideraban que “ya era hora de que me casara y formara una familia”, cuenta entre risas. Finalmente, sus familias comprendieron la trascendencia y altruismo de su determinación, y dieron sus bendiciones para que se embarcaran en el bibliobuque.
Casi 50 años de travesía ininterrumpida
En 1970 zarpó el primer buque de GBA Ships. Se llamaba Logos (“la palabra”, en griego). Su destino era la India, país donde la gente acudió masivamente a recibirlo y a buscar libros. Las dimensiones del barco y su valioso contenido llamaron la atención no sólo en esta nación, sino en las que en lo sucesivo siguieron visitando.
Siete años después, al ver el creciente interés de distintos países por conocerlos, la GBA Ships adquirió un segundo buque, el Doulos (“siervo”, en griego). Desde el comienzo, la premisa fue que sus tripulantes debían ser “servidores de las naciones”, realizando su trabajo totalmente ad honorem.
En 1988, en medio de una tormenta, el Logos, tras navegar más de 230 millas y de visitar más de 250 países, encalló en el canal Beagle, entre Chile y Argentina. El barco fue reemplazado al año siguiente por el Logos II.
Aun cuando eran dos las naves que en ese entonces viajaban por el mundo bajo la bandera de GBA Ships, eran tantos los requerimientos de territorios que pedían ser considerados en sus recorridos que la organización decidió comprar un transbordador más grande, de 12 mil toneladas. Se le llamó Logos Hope y, luego de un gran reacondicionamiento, se puso en servicio en 2009, reemplazando a los dos anteriores.
Lo increíble de esta iniciativa es que la nave nunca detiene su travesía surcando los mares del mundo, en un itinerario que varía año a año, y que ha dado varias veces la vuelta al globo. De hecho, según la página de GBA Ships (www.gbaships.org), desde el inicio de sus operaciones, los barcos han recibido a bordo a más de 46 millones de personas, y visitado más de 150 países, recalando en más de 1.400 puertos. Asimismo, cerca de 10 mil voluntarios han sido capacitados para la vida a bordo y el servicio futuro, y cientos de toneladas de libros han sido donados a la comunidad.
Una experiencia de servicio
Si bien unirse a la tripulación de un barco que navega por todo el mundo pudiera parecer una buena oportunidad para conocer gratuitamente distintos lugares, la realidad dista bastante de esa percepción. Los voluntarios del Logos Hope no sólo desempeñan a diario diferentes labores a bordo del bibliobuque, sino que, además, deben financiar su mantención mientras dure su servicio.
Así, una vez que son seleccionados para unirse a la tripulación, tienen que conseguir que su familia y amigos se comprometan a patrocinarlos durante su estada en la nave. Esto, porque nadie a bordo del barco, ni siquiera el capitán, recibe sueldo.
La cifra solicitada a cada voluntario varía de acuerdo con la situación socioeconómica de su país de origen, su cultura y qué tan involucrado esté ese territorio en el tema social. “Por ejemplo, si vienes de un país donde existe mayor pobreza, o si en él no es común cooperar con causas benéficas, GBA sabe que te va a costar más encontrar patrocinadores… entonces, tu cuota a aportar va a ser menor”, explica Fernando Rojas.
En su caso, confidencia, la cifra a recaudar para su mantención mensual es de US$ 450, un apoyo económico que le costó conseguir. “Cuando hablaba acerca de la labor que desarrollaba el Logos Hope, todos lo encontraban fantástico, y opinaban que sin duda era una experiencia de servicio que se debía vivir. Pero cuando les pedía apoyo me decían: ‘Ok, vamos a ver qué se puede hacer’. Finalmente, encontré los patrocinadores, los que en mi caso son 90. Yo creo que aceptaron porque se dieron cuenta de que yo viajaría por una gran causa, en representación de todos los que no pueden participar”.
Además de este patrocinio, la GBA Ships exige a los postulantes tener más de 18 años, estar de acuerdo con los valores que regulan la convivencia en la nave y, ojalá, hablar fluidamente el inglés, que es el idioma usado para comunicarse a bordo del buque.
¿Un barco evangélico?
Casi un millón de libros, de 5.000 títulos distintos, se pueden encontrar en la librería del Logos Hope. Pueden hojearse allí, o también comprarse, a precios muy accesibles.
La mayoría está en inglés, aunque también los hay en otros idiomas, y tratan sobre todo tipo de materias: ciencias, arte, deportes, gastronomía, filosofía, crecimiento personal, historia, pasatiempos. Hay textos académicos, atlas, novelas y diccionarios, y también una amplia sección de coloridos libros infantiles.
Sin embargo, quienes han visitado el barco relatan que lo que más llama su atención es un espacio dedicado a mostrar biblias en diferentes idiomas, provenientes de distintas partes del mundo. Eso ha hecho que mucha gente crea que es un barco que viaja por el mundo en una misión evangelizadora, tratando de convertir a quienes no son cristianos.
Consultados sobre el tema, Fernando, Mercy y LJ ríen de buena gana, y afirman que no es así. “A bordo del barco viaja gente de distintas religiones. Incluso, al momento de postular, te hacen una entrevista personal, y no recuerdo que me preguntaran qué tan religioso era. De hecho, hay personas cristianas que no son seleccionadas. Yo creo que lo que buscan es gente con valores, porque creemos que son fundamentales, y da igual la religión que profeses”, dice Fernando.
Mercy comenta que si bien su papá es pastor de la iglesia Luterana, ella es apoyada económicamente por gente de diversas religiones, incluso budistas. “La labor que desarrolla el barco va más allá de una religión, persigue un fin mucho más grande que nosotros mismos o que una determinada Iglesia”, sostiene.
Los jóvenes agregan que a bordo de la nave viajan católicos, evangélicos, cristianos y protestantes, todos unidos por una visión común: ayudar a otros. “Creo que lo que consideran al momento de la selección son sus intenciones al unirse a esta iniciativa, qué pueden aportar, y buscan gente que sepa relacionarse con otras personas, aunque sean muy distintas a ellos”, puntualiza Fernando.
Motorista, cocinera y fotógrafo
Coincidentemente, éste será el tercer año a bordo del Logos Hope para los tres jóvenes, quienes comenzaron su travesía en África. Para Mercy y Fernando será también el último, pues planean dejarlo a fines de 2019 para continuar con sus vidas en sus respectivos países. LJ aún no lo tiene claro.
Si bien la mayoría de los tripulantes se mantiene en el barco por dos años, hay quienes prolongan su servicio por más tiempo. Incluso, hay quienes tras un par de años fuera de la nave, deciden regresar.
A bordo del bibliobuque viajan mayoritariamente jóvenes, aunque también hay parejas mayores que decidieron unirse a la iniciativa tras jubilarse. Hay matrimonios que inician juntos esta travesía y parejas que se han conocido allí, se han casado, y han decidido quedarse con sus familias a bordo del barco. En estos casos, los cerca de 25 niños que viajan en el Logos Hope son educados por los tripulantes según el sistema de enseñanza británico, un modelo internacional que les permite integrarse a las escuelas de su país una vez que dejan la nave.
Los dos años que llevan los jóvenes en el buque, dicen, han pasado muy rápido. “Son tantas las cosas que hacemos, que el tiempo vuela, y no alcanzamos a aburrirnos”. En este tiempo a bordo han debido efectuar distintas labores, muy diferentes a sus profesiones o a sus áreas de conocimiento.
Así, apenas subió al barco, Fernando fue capacitado como motorista, labor en la que estuvo hasta ser parte, este año, del grupo de avanzada. Trabajaba en el cuarto de máquinas, como parte del equipo encargado de su mantención y reparación.
En el caso de Mercy, ella trabajó el primer año en la cocina, encargada junto a otras personas de preparar los alimentos para la tripulación. Luego, fue trasladada al departamento audiovisual, labor que hasta hoy efectúa en paralelo a su quehacer como parte de la avanzada.
LJ, en tanto, trabajó seis meses en la librería del barco, y luego como fotógrafo en el departamento de Comunicaciones, quehacer que aún cumple, junto con ser miembro de avanzada.
A pesar de su arduo trabajo, que comienza a las 7 de la mañana, ninguno recibe sueldo. De hecho, los dineros recaudados entre su familia y amigos llegan directo a GBA Ships, quien les entrega una pequeña cantidad para sus gastos personales. Aun así, cuentan que están felices, que ésta es una linda experiencia, y que sólo echan de menos la comida de sus casas.
Mercy también reconoce que le costó adaptarse a la vida en altamar. “El primer año no bajaba a tierra, sólo estaba en el barco, y me mareaba mucho… Echaba de menos pisar suelo firme, pero ahora ya me acostumbré”, ríe.
Una inspiración para el mundo
GBA Ships es una organización sin fines de lucro, que se financia a través de tres mecanismos. La más importante es el patrocinio conseguido con la familia y amigos de los tripulantes. La otra es por concepto de venta de libros y souvenirs a bordo del barco y, la última, proviene de donaciones de particulares, fundaciones o grupos comunitarios que apoyan su labor.
Con este dinero desarrolla su misión de compartir conocimiento, ayuda y esperanza. Es así que su amplio catálogo de libros, seleccionados “de acuerdo con las necesidades educativas, sociales y morales de la comunidad”, según dice su página web, llega hasta distantes latitudes para ser vendido a bajos precios. “Esto es muy significativo, porque en muchos lugares no cuentan con otras oportunidades para adquirirlos”, señala Fernando.
Asimismo, en cada puerto en que recalan, la tripulación se organiza para ir en ayuda de la comunidad. “Visitamos hogares de niños y de ancianos, hospitales, cárceles. El sólo hecho de ir y acompañarlos, escucharlos y conversar con ellos, ya es importante. Nuestras acciones van desde eso hasta la construcción de casas, pintar hospitales, organizar conferencias sobre temas de interés, o donar libros y material didáctico a establecimientos educacionales y bibliotecas”, detallan.
Además, el hecho de que 400 personas, sumadas a una gran cantidad de patrocinadores, decidan apoyar esta causa y trabajar desinteresadamente por los demás es un hito que, ciertamente, brinda esperanza al mundo. De igual modo, el que sea posible que habitantes de distintos puntos del globo puedan trabajar en armonía, a pesar de sus creencias, credos religiosos e idiosincrasias diferentes, también ofrece la esperanza de un mundo más justo y con menos divisiones.
“El mundo viene a Concepción”
Hacía 27 años que un barco de GBA Ships no anclaba en Chile. Esta vez, y con cuatro chilenos a bordo, ente ellos el primer oficial y un dentista, los puertos en que recalará son Antofagasta, Valparaíso, Lirquén y Punta Arenas.
Aun cuando faltan casi dos semanas para su arribo a Lirquén, donde estará entre el 12 y el 28 de febrero, ya es mucha la expectación con que se le espera. Así se puede apreciar en su fanpage: Logos Hope visita Lirquén, donde a diario decenas de personas escriben para preguntar los horarios de atención, las actividades a bordo y el precio de las entradas.
Los jóvenes detallan que el barco podrá ser visitado en distintos horarios: 14, 15 y 16 de febrero, de 12 a 19 horas; del 17 al 19, y del 22 al 26, entre 10 y 21 horas, y los domingo 20 y 27, de 14 a 21 horas. El lunes 21 estará cerrado.
La entrada, que deberá comprarse en el puerto de Lirquén, tendrá un valor de mil pesos. Para personas mayores de 65 años y niños menores de 12 es gratis.
En su visita al barco, las personas podrán seguir un circuito que comienza en la cubierta, continúa en los dos salones de biblioteca y termina en la cafetería.
Los visitantes también podrán acceder a tour grupales guiados, que los llevarán por las distintas cubiertas del buque, incluso al puente de mando, mientras aprenden sobre la historia de los barcos de GBA Ships.
Quienes lo visiten en domingo podrán disfrutar en dos horarios (14.30 y 18.30 horas) de una función de teatro, protagonizada por los propios tripulantes. Presentarán la obra Narnia: El león, la bruja y el ropero.
A lo largo de todo el recorrido, existirá la posibilidad de fotografiarse o interactuar con la tripulación. “Están deseosos de conocerlos, de conversar, de aprender de su cultura, de intercambiar experiencias y de transmitirles lo que implica viajar en el Logos Hope, o de contarles sobre sus países de origen”, detalla Fernando.
LJ agrega que, como el barco trae a gente de muchas nacionalidades, permite a quienes no pueden viajar acercarse a diferentes culturas. “Es como si el mundo viniera a Concepción”, dice.
Durante su estada en la zona, los voluntarios desarrollarán sus tradicionales iniciativas de acercamiento y apoyo a la comunidad. Si bien al cierre de esta edición aún no tenían definido el programa, sí adelantaron que tienen pensado llevar libros a la cárcel El Manzano, y también a algunos hogares de niños y de ancianos, con cuyos residentes esperan compartir, y realizar dinámicas y manualidades. Asimismo, pretenden desarrollar alguna iniciativa en conjunto con la Fundación Bonhomía, que atiende a personas en situación de calle. “Si alcanzamos, también nos gustaría visitar la comunidad pehuenche”, cuentan.
También ofrecerán una conferencia sobre justicia social, que estará dirigida a autoridades y líderes comunitarios.
Así, los visitantes podrán disfrutar de literatura de todo el mundo, espectáculos, conferencias y de una enriquecedora experiencia multicultural.
Si bien el itinerario no es fijo, y sigue la ruta planeada por las oficinas centrales de GBA Ships en Alemania, que identifica los lugares donde los voluntarios pueden ser de más ayuda, los jóvenes ya saben que, luego de Chile, visitarán Argentina y Brasil. Después de eso, sólo tienen claro que seguirán sirviendo a otros en distintos confines del planeta.