Un coágulo que tapa las venas del cerebro es el responsable de esta enfermedad que en un primer momento puede confundirse con un molesto dolor de cabeza. Las mujeres y, especialmente las embarazadas, tienen mayores probabilidades de desarrollarla. Por eso es necesario conocerla para identificar sus síntomas y, sobre todo, saber cómo aminorar aquellos factores de riesgo que nos acercan a ella.
Es una enfermedad cerebrovascular grave, pero que suele diagnosticarse tardíamente. Es una trombosis que ocurre en las venas del cerebro, por la formación de un coágulo durante la ruta de regreso que desde este órgano realiza la sangre hasta el corazón y los pulmones.
Se manifiesta con un intenso dolor de cabeza que, aunque no cesa, no siempre es suficiente motivo de alerta para quien lo padece. Por ello a veces se llega a buscar atención médica cuando el cuadro se ha tornado grave y su pronóstico, también.
El neurólogo de la Clínica Santa María, Rodrigo Guerrero, explica que la trombosis venosa cerebral se da más en las mujeres, y que su ocurrencia depende de distintas variables.
“Su incidencia y prevalencia en Chile no la sabemos, pero en general, conocemos que ocurre más o menos a 3 o 4 personas por cada 1.000.000 de habitantes por año”, añade.
Su principal síntoma es un dolor holocraneal -afecta toda la cabeza- que no tiene vaivenes, sino que es mantenido y va creciendo en intensidad a medida que pasa el tiempo. “Este dolor de cabeza ocurre tanto por la distensión de las venas, como por el aumento de presión dentro del cerebro, debido a que el drenaje de la sangre por las venas se encuentra tapado”, señala el especialista.
El dolor puede durar hasta cuatro o cinco días, sin que se manifiesten necesariamente otras señales. Esos otros síntomas que podrían presentarse son náuseas, vómitos y en los casos más complicadas, convulsiones, hemorragia y compromiso de conciencia. La situación, dice Guerrero, siempre es grave y, por esto “la única recomendación es acudir a un hospital en busca de ayuda”.
¿Por qué las embarazadas?
Al hablar de factores de riesgo, para la trombosis venosa cerebral estos se dividen en transitorios y permanentes. “Dentro de los factores transitorios, uno de los más importantes, lejos, es el embarazo”, señala el neurólogo.
Juan Pablo Canales, médico gineco obstetra, explica que para una mujer en edad fértil, no embarazada, el riesgo de tener un evento tromboembólico va entre uno y cinco casos por cada 10 mil personas. Pero en el embarazo eso cambia a más o menos tres y cinco casos por 1.000. “Se multiplica de una manera brutal por el efecto protrombótico que tiene el embarazo, sobre todo en su etapa de término”, agrega.
Esto sucede porque los tres elementos que favorecen la producción de trombos -alteraciones de los factores de coagulación, daño en los vasos sanguíneos y enlentecimiento del flujo sanguíneo- se presentan durante el embarazo (Ver recuadro). Según explica el doctor Canales, el riesgo aumenta para mujeres fumadoras, para las que tienen un índice de masa corporal elevada, una mala alimentación o antecedentes familiares de una enfermedad de la coagulación. “Una mujer con un índice de masa corporal mayor a 30 vuelve a multiplicar el riesgo de trombosis. También, quien fuma, pues aunque suspenda el consumo durante el embarazo, si lleva cinco años con este hábito, el riesgo sigue existiendo”, advierte.
Entre los elementos preventivos más importantes para disminuir el riesgo de trombosis en embarazadas está la actividad física, especialmente, el ejercicio cardio metabólico (el que cansa, hace transpirar y provoca que se agite el corazón). “Si el embarazo es normal, sin ninguna patología, se recomienda trotar, andar en bicicleta, bailar zumba, crossfit o levantar pesas. No hay ningún ejercicio que no se puede realizar. Solo hay que evitar los deportes de contacto porque exponen a recibir golpes”, añade Canales. El segundo factor es llevar una alimentación saludable, que tiene que ver con evitar el consumo de grasas y de sal.
Otros factores temporales son las infecciones, sobre todo la meningitis; las deshidrataciones severas, la anemia severa o después de una neurocirugía. Los factores permanentes se relacionan con condiciones genéticas. “Mutaciones en genes que hacen que la persona tenga más propensión a tener enfermedades tromboembólicas”, sostiene el neurólogo Rodrigo Guerrero. Otros son el cáncer y enfermedades autoinmunes, como el lupus o el síndrome antifosfolípidos.
¿Y los anticonceptivos?
Una asociación común es el uso de anticonceptivos y el aumento de riesgo de sufrir una trombosis. La respuesta del ginecólogo es clara: sería irresponsable afirmar que los anticonceptivos incrementan ese riesgo.
“Lo fundamental es elegir el anticonceptivo adecuado, y ahí la entrevista clínica es muy importante. Preguntar a la mujer si fuma, su forma de alimentación y conocer su índice de masa corporal. Si ella presenta factores que aumentan la posibilidad de trombosis, hay que elegir un anticonceptivo muy bajo en estrógenos o uno que, simplemente, no los tenga, pues estos podrían hacer crecer las posibilidades de desarrollar este cuadro”, resume el médico Juan Pablo Canales
No subestimar su principal síntoma
En general, el pronóstico de quienes sufren una trombosis venosa cerebral dependerá de la condición del paciente en el momento del diagnóstico de la enfermedad. “Es distinto cuando el diagnóstico se hizo a partir de un dolor de cabeza a cuando el paciente llegó a solicitar atención tras un compromiso de conciencia o una convulsión”, recalca el neurólogo Rodrigo Guerrero. Eso ocurre porque de no recibir una atención oportuna, es más probable que aumente la presión dentro del cerebro y se produzcan infartos venosos, con los que puede haber más complicaciones. “Hay que tener claro que esta es una patología grave, como son todas las enfermedades cerebrovasculares. Por lo que hay que informarse, estar atentos y no subestimar su principal síntoma, el dolor de cabeza”.
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VARIABLES QUE FAVORECEN LA APARICIÓN DE TROMBOS EN EL EMBARAZO
La alteración de los factores de coagulación en el embarazo ocurre por las necesidades de nutrición que tiene la placenta. “Tiene que ser con un paso de sangre lo más fluido posible. Y para eso se deben modificar estos factores de coagulación. El problema es que el beneficio que para la placenta implica este cambio, tiene como efecto negativo que pueden aumentar los coágulos en otras partes del cuerpo”, advierte Juan Pablo Canales. En el embarazo, además, los vasos sanguíneos cambian sus paredes para permitir el mejor intercambio de nutrientes y oxígeno entre el bebé y la madre. “Entonces de nuevo, con una intención súper positiva, que es facilitar el traspaso de nutrientes, se genera un cambio en la pared que el cuerpo interpreta como un daño, y aquello aumenta la probabilidad de producir trombos”. Y el tercer factor se relacionada con el tamaño del útero. “Cuando comienza el embarazo, el útero tiene el tamaño de un puño, pero cuando termina ya es como una sandía. Esto comprime un montón de vasos sanguíneos que hace que la sangre se mueva más lento, y que le cuesta volver al corazón. Las venas que más sufren son las de las piernas”, advierte el especialista.