Un problema político e histórico

/ 11 de Agosto de 2020
Lesley Briceño Valencia, Dra © en ciencia política, Docente Universidad del Desarrollo.

El recrudecimiento del conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno en las últimas semanas no ha dejado a nadie indiferente. ¿Es posible entender las raíces del conflicto? Para poder responder, deberíamos remontarnos a siglos de historia, la cual, además, se ha narrado siempre desde la perspectiva del pueblo conquistador. Solo por señalar algunos ejemplos, se relata el “desastre de Curalaba” o la “pacificación de la Araucanía” … ¿Por qué no mencionar la “victoria de Curalaba” o la “ocupación de Wallmapu”? Es bastante singular que los héroes mapuches, como Caupolicán, Galvarino, Pelantaro, Ainavillu, entre otros, solamente se recuerden debido a los nombres de algunas calles de la ciudad, y que se mencionen brevemente en los libros de historia (si es que se hace) en el contexto de la conquista del territorio por parte del Imperio Español.

Probablemente se lleguen a pequeños acuerdos y soluciones cortoplacistas en la coyuntura específica de estas semanas, que van a permitir que disminuya la tensión política en la zona. Sin embargo, pensando a largo plazo, las soluciones a un conflicto centenario no se conseguirán en este gobierno, pues para ello se necesita de transformaciones más profundas en nuestra sociedad, principalmente, de la clase política que busca perpetuar las relaciones de poder asimétricas con los pueblos originarios en general y, en especial, con el mapuche”.

Pero no solo es un problema de cómo se ha escrito la historia, ni de las omisiones en el relato oficial, ya que, si fuera únicamente ese tema, se podría resolver sencillamente al revisar los textos oficiales o incorporar la abundante investigación que han realizado diversos historiadores, periodistas, sociólogos, entre otros cientistas sociales, al currículum escolar. Además, hay que entender el conflicto desde la coyuntura histórica de los últimos 30 años, durante los cuales este se ha agudizado, principalmente, por la ausencia de voluntad política del Estado chileno, que ha declarado una serie de promesas incumplidas no solo al pueblo mapuche, sino que a todos los pueblos originarios.

Y es en este punto que quizás radica lo más complejo de este tema, la ausencia de voluntad política por parte del Estado chileno de lograr un diálogo que permita negociar y acercar posturas. No es para nadie desconocido que la política pública en este tema se resume en ayudas focalizadas, como becas para estudiantes, apoyos económicos o recuperación de tierras. Ninguno de los gobiernos ha elaborado una política pública con pertinencia cultural que se haga cargo de las históricas y diversas demandas de los pueblos originarios: autonomía, reconocimiento constitucional y político, entre otras.

Lamentablemente, el actual gobierno ha mantenido la misma política tradicional, y no solo ha agudizado el conflicto en estos días con el desalojo violento de las municipalidades que estaban ocupadas, sino que, además, sigue desarrollando un discurso poco conciliador y defiende la represión policial en la zona. En este punto, interesante es revisar el discurso presidencial del pasado 31 de julio, donde no se menciona ninguna propuesta concreta, sino que se vuelve a indicar los tres pilares del Acuerdo Nacional por el Desarrollo y la Paz en la Araucanía del año 2018: el económico, la valorización histórica de la cultura y cosmovisión mapuche, y la mantención del Estado de derecho, dejando fuera, nuevamente, la urgencia del reconocimiento constitucional y político de los pueblos originarios como, también, la necesidad de la elaboración de políticas públicas planificadas y ejecutadas desde una perspectiva multicultural.

Esta política represiva lo único que ha conseguido es exacerbar la violencia en el territorio y anular cualquier posibilidad de diálogo. Probablemente se lleguen a pequeños acuerdos y soluciones cortoplacistas en la coyuntura específica de estas semanas, que van a permitir que disminuya la tensión política en la zona. Sin embargo, pensando a largo plazo, las soluciones a un conflicto centenario no se conseguirán en este gobierno, pues para ello se necesita de transformaciones más profundas en nuestra sociedad, principalmente, de la clase política que busca perpetuar las relaciones de poder asimétricas con los pueblos originarios en general y, en especial, con el mapuche. Pero, además, son fundamentales cambios en la estructura estatal centralizada de nuestro país, para entregar autonomía a los territorios.

La posibilidad de la redacción de una nueva constitución puede ser un punto de partida adecuado para replantearnos como un Estado plurinacional … experiencia internacional hay de sobra, lo importante es encontrar la voluntad política para lograrlo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de Revista NOS.

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