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Este artículo fue publicado en 2015, por lo que algunos datos podrían haber cambiado.
Seis generaciones de penquistas descansan en un espacio noble, de recogimiento y reflexión. Personajes y personalidades yacen en este camposanto, el más antiguo del sur de Chile, que alberga más historia que la ciudad misma, que recorremos en un viaje por el recuerdo, y en una experiencia por la arquitectura y el arte de ayer.
Muchas, si no todas, son relictas. Las araucarias han presenciado cada viaje sin retorno de las seis generaciones de penquistas que soñaron, pero también lucharon y sufrieron. Un museo al aire libre que guarda desde el silencio impávido de las lápidas, el paso del tiempo, etapas y los eventos más críticos de la capital penquista, todo en un histórico lugar: el Cementerio General de Concepción.
Durante dos siglos este lugar de descanso eterno conserva estoicamente más legado arquitectónico que el que permanece en la ciudad misma. En él, admirables estatuas, arcos, frisos y columnatas neoclásicas y neogóticas demuestran la fisonomía del Concepción desaparecido, que otrora tuvo edificios de alta prestancia. Como un testimonio de excelencia, esos monumentos son prueba de personajes, personalidades y actos de la inmanencia de la ciudad. Un lugar de duelo privado, un recuerdo, un periplo junto a próceres que lucharon por la Patria. He aquí el recorrido por el Concepción de hace 192 años.
Un viaje a los siglos XIX y XX
Alejado de la motorizada urbe, un paisaje deslumbrante es el que ofrece la llegada al Cementerio de Concepción. Cruzando la plazuela frente a la Avenida Rodolfo Briceño, en el sector del Cerro Chepe, se observan interminables muros circundantes que delimitan el camposanto. Ya dentro del recinto, la mirada se pierde entre la infinidad de tumbas, mausoleos y sepulcros que terminan casi al borde del Bío Bío. Paralelo a la Avenida Briceño, en la Avenida Pedro Lamas, una plaza atrae miradas que inevitablemente tornan hacia el suroeste del lugar, en donde una gran cruz en la cima del arbóreo Cerro Chepe mira hacia Concepción.
La cita era a las 10.30 de la mañana, y al parecer una garúa acompañaría el recorrido a la necrópolis que guió el historiador Alejandro Mihovilovich Gratz. Este magallánico de 67 primaveras, que lleva ocho años dirigiendo la Biblioteca Municipal de Concepción, conoce más que nadie los detalles del circuito turístico-patrimonial del Cementerio General, al guiar hace ya un tiempo cada jueves, entre enero y marzo, el viaje a los siglos XIX y XX, a su arquitectura y al arte de ayer.
Al paso de unos minutos, la garúa se había ido y con paraguas en mano, un sombrero verde y un oscuro abrigo, el historiador inició el recorrido por la Avenida Pedro Lamas, ad portas de entrar al Concepción desaparecido.
Se colma de entusiasmo Mihovilovich al observar el altar de la Patria -aún en construcción- como parte del proyecto Archivo Histórico que lidera el abogado e historiador, Armando Cartes Montory. Es que la larga espera de un poco más de un siglo de María de las Nieves, esposa del prócer nacional, Juan Martínez de Rozas, es probable que termine. Y la tan anhelada llegada de los restos del patriota provenientes de Santiago no puede ser en otra fecha que este 5 de septiembre, día en que se cumplen 204 años de la Junta de Concepción, movimiento político con características separatistas, también conocida como la Revolución de 1811 de Concepción, que condujo el líder Martínez de Rozas. Su mujer, María de las Nieves, yace en un mausoleo que está ubicado al costado del altar en construcción.
“Ahora por fin vamos a volver a tener a nuestro prócer nacional, el presidente de la Junta Nacional de Gobierno de 1811”, prosigue, reclamando la importancia del patriota. “Él, sin duda, es el principal autor de la Independencia de Chile”, sentencia Mihovilovich, que camina por la calle Osvaldo Aichel, ya dentro del sector patrimonial del Camposanto, invitando con un “¡vamos, vamos por acá, caminemos!”.
Avanzando hacia el casco histórico del Cementerio, retrocedemos en el tiempo. Todo ahí es de un estilo neoclásico francés, un simbolismo que representa la inmanencia de quienes descansan en aquellos mausoleos. Todo trazo, reja o candelabro dice algo, ahí nada es al azar, cada detalle devela la aspiración de una persona, de una familia, de una lucha o de un sueño.
Siguiendo por Osvaldo Aichel, y doblando por Luis Aurelio Lamas, nos detuvimos, y sin tomar respiro el profesor magallánico advirtió: “¡Es imposible no identificar esto de esto!”, estirando su brazo e indicando un mausoleo moderno y luego otro clásico. Y tiene razón. Las líneas rectas y sin mayor diseño de construcciones más recientes contrastan con las edificaciones clásicas. Es que saltan de inmediato a la vista artefactos creados para una anhelada eternidad. La desesperanza que demuestran las sublimes antorchas cubiertas por un manto, la inevitable muerte retratada en las truncadas columnas y los incuestionables epitafios que acusan y gritan en cada sepulcro lo que fue cada deudo.
Desde el cruce entre las calles Luis Aurelio Lamas y Plaza de los Reyes, ya es visible la Plaza Pedro del Río Zañartu, donde descansan las familias más distinguidas de Concepción. Enmarcada con la imponente presencia de las altas araucarias yace el Jardín del Recuerdo Masónico, que habla de principio a fin.
El compás, la escuadra y el mazo, todo unido por unas cadenas cercanas al piso que se jactan de la unión de cada integrante que en vida prefirió que sus cenizas fueran arrojadas en este espacio de compañía que data desde 1889. Pero nada queda ahí, a un costado de la plaza se encuentra el ecléctico mausoleo con claras líneas modernas del profesor de Historia y Geografía y abogado, Enrique Molina Garmendia. Este precursor de la Universidad de Concepción descansa junto a su esposa, María Ester Gazmuri, y su hijo Raúl Molina Barañao.
Ya regocijado entre cada historia, con sus relatos Mihovilovich se aleja del concepto de muerte al recordar cada familia y líderes republicanos y se acerca a la vida. En este recorrido no se ingresa a aquel mundo desconocido, ése que se nos antoja frío como un cuerpo sin vida y oscuro como la última morada. Aquí no siempre se habla del pasado, más bien se explica nuestro presente.
Presencia física de historia viva
En medio de las 26 hectáreas del Cementerio, la alegoría militar del mausoleo de José María de la Cruz y Prieto distingue las hazañas del insigne prócer. Es que su destino estaba escrito: hijo y nieto de militares, primo de los Presidentes de Chile, José Joaquín Prieto Vial y Manuel Bulnes Prieto, su paso prometía ser para algo grande.
A un lado de Enrique Molina Garmendia, en la Plaza Pedro del Río Zañartu, el mausoleo del General de la Cruz, declarado monumento histórico en 1987, atrae miradas. Mihovilovich describe de buena forma cada detalle: “Es uno de las construcciones más antiguas, ésta data de 1879, es una pieza claramente de tipo neoclásico, si te fijas, -indicando- sobre él se eleva un obelisco de puro mármol del cual se divisan antorchas al revés y relojes con alas que demuestran lo efímero que es el tiempo, puro simbolismo”, insiste.
El General José María de la Cruz Prieto es considerado un héroe de la Independencia. Peleó en las batallas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Pangal (1820), fue nombrado Comandante General de Armas en Concepción y en el Maule. Años más tarde fue intendente de Valparaíso y también de Concepción. Pero no fue hasta 1851 cuando proclamó su candidatura a la Presidencia de la República, siendo derrotado por su primo el General Manuel Bulnes Prieto. Tras esta derrota, Concepción perdió la batalla contra el centralismo santiaguino y a su vez el protagonismo e influencia que tuvo durante tres siglos en cuestiones nacionales.
Pero avancemos -dice Mihovilovich- que justo acá al lado derecho se encuentra un vecino importante de Concepción; redactor de los periódicos Amigo del pueblo y El Sur, alcalde de Concepción, diputado, intendente de la provincia de Concepción y por si fuera poco, senador. Yo esperaba un imponente mausoleo, que luciera sobre él un gran obelisco, todo perfectamente esculpido, pero no. Tan sólo una lápida recuerda a Víctor Lamas, inscripción que casi a ras de piso da un respiro entre tanta edificación.
Sin esperar pregunta alguna, el magallánico arremetió: “Este mausoleo sobresalía del resto, construido en piedra rosa traída desde Pelequén. Se levantó a comienzos del siglo XX, era algo inmenso. Pero tras el terremoto que asoló a nuestra ciudad el 2010, quedó así, como lo ves -con pesar comenta- ahora aportando a ampliar la vista dentro del cementerio”.
Luego, saliendo de la plaza y bajando por Desiderio González, encontramos otra víctima del terremoto de 2010. La bóveda del patriota, filántropo, empresario y viajero Pedro del Río y Zañartu. El hualpenino heredero de una importante tradición aristocrática penquista es recordado no sólo por su carácter solidario, sino que también por la tragedia que enlutó su vida. La escultura de Pedro del Río y Zañartu, y la de sus hijos y esposa, todo traído de Italia, retrata el pesar de su pérdida.
En sólo tres días fallecieron, a causa de una epidemia de difteria, su mujer, Ana Rosa Squella, y sus dos hijos, Pedro y Ana Rosa. “Aquella enfermedad que asoló la ciudad y le arrebató su familia, lo obligó a viajar para no enloquecer. Durante dos años y medio recorrió los cuatro continentes, de donde trajo con él desde una armadura de samurai hasta una momia egipcia”, comentó Mihovilovich, quien prosiguió explicando que del Río cumple el prototipo de filántropo que refleja el espíritu penquista de hace dos siglos: “La burguesía de antes, era muy distinta a la de hoy. Antes realmente importaba aportar a la comunidad y gracias a esto se les recuerda porque trabajaban y contribuían con ella”.
Pero no sólo esta deteriorada bóveda da cuenta de la huella destructora que dejó en el camposanto el terremoto de 2010, también el portal de acceso quedó inutilizado, innumerables tumbas destruidas y pabellones de nichos dañados. Peor suerte tuvo el sector patrimonial, pues muchas de sus estructuras cayeron para no levantarse.
Bajando por Desiderio González y llegando a la esquina que lleva su mismo nombre, yace Manuel Zañartu Opazo, quien tras una distinguida carrera militar llegó a convertirse en Coronel del Ejército de Chile, en donde se destacó en el proceso de Independencia de nuestro país. Una sepultura llena de simbolismo es la que recuerda los pasajes militares de la vida del amigo de Bernardo O’Higgins Riquelme. No obstante, Mihovilovich recordó que “no sólo por sus logros es conmemorado, sino que también producto de una decisión de su vida privada, la cual provocó la hostilidad del Obispado de Concepción”. Es que desde hace un tiempo Zañartu se encontraba separado y mantenía una relación extramarital pública, pero para la sorpresa de los penquistas, el coronel falleció en casa de su amante, comentó el magallánico y agregó que: “Este hecho fue el que espantó al Obispo Hipólito Salas, quién no tenía interés alguno que un disidente del catolicismo descansara entre los justos”. Sin embargo, gracias a la intervención de amigos militares del difunto, el obispo no consiguió su cometido.
A pasos de la tumba de Manuel Zañartu, en la Avenida Patricio Mulgrew, esquina Cardenio Avello, se encuentran vestigios de las sepulturas de quienes no tuvieron su misma suerte y que fueron enterrados del otro lado, tras esa división que alguna vez separó a los “impuros”.
La problemática que suscitó el caso del coronel Manuel Zañartu polemizó la sociedad y propició la Ley de Cementerios Laicos y la Ley de Matrimonio y Registro Civil.
Finalmente el recorrido termina, y ya acercándonos en dirección a la entrada del camposanto, de a poco volvemos al Concepción actual, sin antes comprender que es posible no sólo conocer el origen de la capital penquista a través de la lectura de su ingente historia, sino que también se puede vivir desde sus anales que reinan en su propia necrópolis.
El rescate a la esencia de seis generaciones de penquistas
Con el objetivo de enfrentar el paso del tiempo y la huella destructora que dejaron los terremotos que asolaron Concepción, se buscó revalorizar un lugar del camposanto que guarda arquitectónicamente la esencia de la ciudad. La Corporación Social y Cultural, SEMCO, puso en marcha un programa de rescate patrimonial y puesta en valor del Cementerio General de Concepción. De esta forma, a través de la colaboración de la municipalidad penquista se inició la recuperación. Sin embargo, antes se ideó un plan para asegurar su éxito.
Para dar solución a la devastación que vivió el cementerio se creó una Unidad de Patrimonio, que es un equipo profesional multidisciplinario, integrado por Ernesto Cruces Muñoz, director del Cementerio General de Concepción; Boris Márquez Ochoa, director del Museo Galería de la Historia de Concepción; Alejandro Mihovilovich Gratz, director de la Biblioteca Municipal de Concepción, y el arquitecto Rodrigo Vilches. Lo primero que definió esta unidad fue un sector patrimonial, que conforman las dos hectáreas del casco histórico del camposanto. Luego se crearon reglamentos constructivos, con el objetivo de respetar el patrimonio que se ha levantado hace más de cien años. “Como bien estipula el reglamento de Cementerios, los terrenos caídos se pueden volver a vender o reconstruir, fue ahí donde se aplicaron criterios sobre qué tipos de materiales se podría utilizar y cuál iba a ser la altura, todo para respetar el patrimonio”, explica el director del Museo Galería de la Historia de Concepción, Boris Márquez.
Sin embargo, la gran apremiante para iniciar este proceso de rescate patrimonial no podía ser otro que el financiamiento. El actuar de la administración se rige a través del Reglamento General de Cementerios, que en su artículo N° 40 otorga las responsabilidades correspondientes a cada propietario de los mausoleos o sepulturas y, en su ausencia, a los descendientes con derecho a ser sepultados ahí. “Nosotros podríamos derechamente disponer demolición o cualquier otra acción que evite los riegos o, definitivamente, declarar en abandono y vender nuevamente”, afirma el director del Cementerio. Sin embargo, Cruces dice que el interés de la comisión es otro, y agrega que: “Es por esto que hemos destinado que el 20 por ciento de los ingresos que se produzcan dentro de las dos hectáreas del sector patrimonial, vayan al Fondo de Rescate Patrimonial, para así asumir la responsabilidad que hemos adquirido”. Conforme al avance, Boris Márquez hace hincapié en que la Corporación SEMCO que administra el camposanto no ha perdido el equilibrio entre su labor diaria y la de Rescate Patrimonial”, asegura.
Verona Loyola Orias, autora del texto Guía Patrimonial Cementerio General de Concepción, destaca la labor de la Corporación y comenta que “es importante llevar a cabo este proyecto de preservación y puesta en valor de un sector patrimonial, porque ahí yacen personas que entregaron un aporte significativo al ideal republicano y a la proliferación de ideas y valores universales como la libertad, igualdad y fraternidad”, palabras que coinciden con las de Alejandro Mihovilovich, quien concluye: “La ciudad no puede permitir que se caiga nuestra historia”.