“Nuestra generación ha aprendido a convivir dando por sentada la abundancia de agua, y por ello debemos tener una respuesta país a este desafío, tal como ocurrió a inicios del año 2000, cuando decidimos tener un estándar de nivel mundial en la recolección y tratamiento de las aguas servidas”.
En solo una década, 2000-2010, Chile alcanzó estándares de clase mundial en materia de potabilización, alcantarillado y aguas tratadas. Esto último significó un positivo impacto ambiental en ríos, esteros y playas de nuestra región, de la mano de una regulación eficaz para incentivar las soluciones de largo plazo. Esta transformación incluyó a muchos actores guiados por un propósito país: disminuir la contaminación por aguas servidas.
Hoy experimentamos una pandemia global sin precedentes que nos mantiene distanciados y ante serios desafíos de todo orden. Nuestra adaptación está a prueba cada día, y una de las lecciones que hemos constatado es que la respuesta colectiva, basada en la colaboración y visión sistémica, es un potente diferenciador en países que hoy están retomando sus actividades.
También nos enfrentamos a la peor sequía en nuestra historia, con un déficit de lluvias del 30 % en la zona central, con ejemplos críticos en Rancagua, el secano costero de Maule y la precordillera de Biobío, entre otras zonas. Además, se prevé que aumenten los eventos extremos derivados del cambio climático. En 2040, Chile será el país con el mayor estrés hídrico de Sudamérica.
En Essbio hemos priorizado asegurar la disponibilidad de agua para el consumo humano a través de inversiones, investigación y adaptaciones que están atendiendo las contingencias por sequía o baja disponibilidad de agua. Pero el futuro será más complejo y necesitamos una mirada integral para abordarlo. Nuestra generación ha aprendido a convivir dando por sentada la abundancia de agua, y por ello debemos tener una respuesta país a este desafío, tal como ocurrió a inicios del año 2000, cuando decidimos tener un estándar de nivel mundial en la recolección y tratamiento de las aguas servidas. Por eso es fundamental que tanto las estrategias territoriales, los planes empresariales, la investigación académica y la participación ciudadana confluyan en adaptaciones a este escenario de escasez. El rol de la regulación en el sector sanitario debe ser determinante para una respuesta que incentive las inversiones y la innovación, asegurando esa disponibilidad de agua a las actuales y futuras generaciones.
El paradigma de la sostenibilidad, con su enfoque sistémico, participativo y de innovación es el mejor prisma para abordar este desafío. Así, tanto las empresas sanitarias, el sector agrícola, las industrias, como centros de estudio, organizaciones sociales, agencias públicas, universidades, medios de comunicación, entre muchos otros, podremos profundizar nuestra visión del problema, priorizar nuestros intereses comunes y unirnos detrás de un propósito país de largo plazo. Tal vez esta sea la oportunidad más clara para impulsar un nuevo tipo de desarrollo, más sustentable, que nuestra región y los chilenos necesitan con urgencia.