El Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual en Chile, correspondiente al año 2020, reveló que durante ese periodo en nuestro país se registraron 1.266 denuncias por agresiones relacionadas con temas de identidad sexual. El detalle es triste e impactante: 6 asesinatos, 132 agresiones físicas o verbales, 16 abusos policiales, 110 casos de discriminación laboral y 33 de discriminación educacional, 60 movilizaciones o campañas de odio, 379 episodios de marginación institucional, 64 exclusiones en el espacio público o privado, 253 casos de homo o transfobia comunitaria, 209 discursos que incitaron a la violencia y 4 hechos homo/transfóbicos en la cultura, medios o espectáculos. Esto significa casi 4 agresiones diarias reportadas, las que siempre son bajas comparadas con la realidad. Los datos mostraron también un preocupante aumento en comparación con años anteriores: un alza de 80 % en los casos de agresiones, de 50 % en situaciones de discriminación laboral y de 20% en asesinatos. Estos actos agresivos y discriminatorios se tornan más reales con vivencias o recuerdos individuales o colectivos. Por ejemplo, a mi mente se viene el recuerdo del joven de 24 años, Daniel Zamudio, de la salvaje agresión que sufrió el 3 de marzo de 2012, y de su triste muerte, 24 días después.
Tras tan impactantes cifras hay personas que sufren intensamente por la agresión, la amenaza, el rechazo y la estigmatización, y que resultan con severos daños en su salud mental. Son muy frecuentes los trastornos de ansiedad, los cuadros depresivos reactivos y los intentos de autoagresión o eventos suicidales.
Estas acciones violentas e intimidatorias ocurren a cualquier edad, siendo más habituales durante el período de la preadolescencia y adolescencia, que es donde se desarrollan las individualidades y cuando nuestros jóvenes son más frágiles en lo emocional y en la consolidación de una buena salud mental. Debemos preguntarnos entonces, qué estamos haciendo como sociedad en relación con nuestros propios niveles de tolerancia y respeto por las minorías sexuales, y cómo está nuestro nivel de información y conocimiento que, como siempre, es lo que nos ayudará a derribar prejuicios y odiosidades.
Le recuerdo algunos conceptos muy relevantes a este respecto*, los que generalmente confundimos o mal utilizamos. El primero de ellos es sexo, que hace referencia al sexo biológico o con el que se nace. Un concepto distinto, pero complementario al anterior, es género. Este se refiere a la construcción de un rol de las personas, en ocasiones acorde con su sexo biológico, pero siempre en función de constructos sociales que, a veces, se transforman en peligrosos estereotipos que refuerzan ideas de odio y rechazo. Esto es, por ejemplo, lo que en algunos países o culturas esperarían de sus hombres como rudos y agresivos, y de sus mujeres, como sumisas y delicadas. Cuando reflexione sobre lo falso y terrible de esta dicotomía de hombres superhéroes o soldados, y de mujeres princesas, y piense lo lejos que estamos de ese hecho, recuerde que, en la actualidad, al menos 70 países aún penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo biológico.
Un tercer concepto que nos permite evolucionar en nuestra mirada y mejorar en nuestro respeto y tolerancia hacia el prójimo, es la identidad de género, mediante el que la persona valida su sentir y su expresión emocional e individual a través de sus conductas y de su aspecto externo. Se habla de identidad cis género cuando hay concordancia entre el sexo de nacimiento y la vivencia individual del mismo, y de identidad transgénero cuando hay discordancia entre ambos.
Finalmente, debemos tener claro que como todo ser humano, necesitamos vincularnos emocional, afectiva y amorosamente, lo que expresamos mediante la atracción hacia otra persona. La orientación sexual permite esta expresión, basándonos en la vivencia de nuestro sexo y de nuestra identidad de género Esta orientación se denomina heterosexual, si la atracción es por el sexo o género opuesto; homosexual, si es por el mismo sexo o género, y bisexual, si es por ambos sexos o géneros. En la orientación pansexual, la atracción es hacia la persona, independientemente de su sexo o género.
Con estos conceptos claros, si usted percibe que su hijo o hija, que su sobrino, que su nieto, su alumno, que su compañero o compañera de trabajo o de estudios, expresan agobio o angustia por situaciones sociales estigmatizantes, o bien acuden a usted en busca de consejo o ayuda, acérquese a este ser querido con afecto, sensibilidad y con disposición a escuchar, orientar y acoger. Le comento además que existen organizaciones como el Movilh (www. movilh.cl) o Fundación Iguales (www. iguales.cl), entre otras, que realizan un gran trabajo al respecto. Finalmente, solo recordarle que cuando usted escucha, acoge, respeta y exige respeto, hace la diferencia e inicia el círculo virtuoso del amor y de la tolerancia, algo tan necesario en nuestro país en estos tiempos.