Una vuelta por el pasado valdiviano

/ 18 de Agosto de 2006

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Las grandes cadenas comerciales llegaron a Valdivia trayendo consigo incomparables facilidades de pago, diversos servicios en un mismo lugar, escaleras mecánicas y luces por doquier que terminaron por sacar del foco de atención a los antiguos negocios de la ciudad. A duras penas y con una actitud estoica, sus propietarios todavía resisten la envestida modernista de sus competidores, escudándose en aquella idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Recorrimos la ciudad del Calle Calle y nos encontramos con una sastrería, un café, una sombrerería, una chichería y una vidriería que datan de principio del siglo pasado los que, además de sus productos y servicios, ofrecen una aventura gratuita para escudriñar entre los recuerdos. A continuación presentamos estos lugares, conózcalos aquí, antes que desaparezcan.
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SASTRERIA DE ADOLFO HERRERA: LOS MEJORES TRAJES DE VALDIVIA
Don Adolfo tiene 84 años. En un rincón de su sastrería ojea tranquilamente el diario, mientras su único empleado se esmera en buscar un cierre. Es el heredero de una tradición familiar que inició el mayor de los Herrera en 1930 y a la que se integró una década después el joven Adolfo. En esa fecha la sastrería estaba ubicada entre las calles Yungay con Maipú y sólo en 1986 se trasladó al interior de la galería de la calle Camilo Henríquez.
“Es bien difícil que hoy manden a confeccionar un terno”, dice con voz desgastada, pero a la vez entusiasta don Adolfo. Es que su cartera de clientes ha sufrido un gran deterioro en los últimos 20 años y es por ello que en estos días sólo le llegan reparaciones, “de confecciones muy poco”, enfatiza. Casi como excusándose explica que “son pocos los que hoy quieren vestirse con una buena tela”, mientras responsabiliza a la ropa usada, a las liquidaciones de las tiendas y a las expendedurías chinas del actual estado de su negocio. Pero dice estar tranquilo, mientras deja descansar su huincha de medir en sus hombros: “sé que mis trabajos son de calidad”, concluye.
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LAS PIPAS GRANDES DEL CALLE CALLE
“En realidad la fábrica no tiene nombre, pero como la gente vio las inmensas pipas le puso así”, reconoce uno de los dueños de esta chichería que por años ha sido de propiedad de los Cortez y los Navarrete. Cerca de 20 inmensas pipas, que almacenan hasta 10 mil litros de chicha, son el deleite de quienes llegan hasta este lugar para probar el dulce brebaje.
Sus dueños tenían un campo en las afueras de Valdivia, pero luego del maremoto de 1960 lo perdieron todo y se trasladaron hasta la ciudad para instalar su expendio, justamente en la calle Pedro Aguirre Cerda donde permanece hasta hoy. Durante todo este tiempo ha sido una de las pocas “chicherías” que ha sobrevivido en la ciudad, por eso es que hoy es raro aquel valdiviano que no haya escuchado hablar de las Pipas Grandes. La metodología de la producción es símil a la de antaño. Se escogen las manzanas, se lavan, se muelen, y se guardan para fermentarlas y venderlas.
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LA CAPITAL: SOMBREROS CON TRADICION
Septiembre, enero y febrero son los mejores meses de venta para la “Sombrerería Capital”, única en su rubro en Valdivia. Su historia comienza en la década del ´30, cuando Daniel Velásquez junto a su madre llega a la ciudad procedente de Chiloé. De inmediato aprende el oficio de confección de sombreros como dependiente de la “Sombrerería Pompadú”. Al poco tiempo fallecen las propietarias y Velásquez queda como único dueño del local, que a principios de los ´40 se ubicaba en la calle Maipú, justamente donde se hallaba la matriz del comercio valdiviano. Los hermanos Ardiles eran la competencia directa y para lograr una diferenciación, Velásquez decidió cambiar el nombre del local a “Sombrerería Capital”. Luego, a comienzos de los ´60, se traslada a un costado de la Plaza Pedro de Valdivia. Don Daniel falleció hace 16 años y hoy el negocio lo administra su hija Raquel. Los procesos de producción de los sombreros no han variado, por lo mismo la prensa a vapor y el molde siguen presentes. El único acercamiento con la tecnología que tuvo la sombrerería fue implementar el sistema de pago con tarjeta de crédito, por las estafas cometidas por algunos clientes. Según Raquel, el negocio no da para vivir relajadamente, pero sí para pasar el día a día.
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TURINA: VIDRIOS CON AIRES YUGOSLAVOS
Una joven pareja yugoslava llegó a comienzos del siglo pasado de Los Balcanes a Punta Arenas. En la zona austral la suerte no les sonrió y se trasladaron a Valdivia, junto a su primogénito Alfonso, para probar qué tal les iba con el negocio de venta de vidrios.
Los padres de Alfonso fallecieron y fue él quien siguió a la cabeza de “Vidrios Turina” a partir de 1945. Inicialmente el local estaba ubicado donde hoy se encuentra la municipalidad, pero en 1961 se trasladó a la calle Picarte, frente a la Escuela Chile. Su vasta trayectoria en el rubro le hizo tener un gran éxito hasta convertirse en la vidriería más importante de la ciudad. Alfonso, que se caracterizaba por vestir de terno con un pañuelo se seda en el cuello, murió en 1996, luego de innumerables enfermedades que lo tenían a muy maltraer. Su empleado por años, Rolando Ramírez, sigue con el negocio hasta hoy, mientras su ex jefe lo observa desde una fotografía colgada en el local.
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CAFE VIENES: DONDE ESTABAN LOS MEJORES HELADOS
Alejandro Lillo tuvo la genial idea, por allá por 1954, de crear una fábrica de hielo y de helados artesanales. Junto con estos productos, aprovechó la ubicación de su fábrica, que hasta la actualidad está en la calle Picarte -a una cuadra de la Estación de Ferrocarriles-, para instalar un café restaurante. El gran movimiento de personas por el sector hizo que a poco andar el Café Vienés se convirtiera en uno de los más importantes centros de reuniones sociales de Valdivia. Sin ir más lejos, el lugar fue el único café, junto al ya desaparecido Café Copihue, en contar con el elemento ícono de todos los lugares de moda en los ´60 y ´70: un Wurlitzer.
Sus productos de gelatería tuvieron gran éxito hasta fines de los ´80, pero debido a la suspensión del servicio de trenes a Valdivia el negocio comenzó a decaer. A comienzos de 1990 falleció su propietario y con él la fábrica de helados. El negocio quedó a cargo de sus hijos que siguieron sólo con la fábrica de hielo y cedieron el nombre y su local a su actual arrendatario.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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