Vacaciones ¿con papá o con mamá?

/ 15 de Enero de 2024
Ps.Paulina Spaudo Valenzuela
Mg. Psicología Clínica-Forense Infanto-Juvenil.
Psicoterapeuta de Juego en Trauma
Co-fundadora Consultora Vincularte.

Una vez concluidas las fiestas de fin de año, la gran mayoría de los niños espera sus vacaciones de verano para comenzar a descansar plenamente, disfrutar y compartir en familia. Es probable que ya desde su periodo académico hayan dedicado parte de su tiempo a planear sus días libres, pensando qué y con quién harían tal o cual actividad. Junto a ello, es probable que asociaran estos ansiados meses libres a emociones positivas, tales como alegría y felicidad, relacionadas estas a sus sueños, anhelos y esperanzas de disfrute.

El solo hecho de imaginar el poder compartir con sus seres más queridos en contextos relajados lejos de lo habitual, el poder reír, intercambiar experiencias, cambiar de ambiente y estar con sus familiares, sin duda, es para los niños motivo de grandes satisfacciones.

En muchos hogares el tiempo de verano es planificado en familia con anticipación, y son los niños los que más lo agradecen, pues de esa coordinación se desprende un beneficio, el que ellos puedan imaginar de antemano cuándo y dónde irán, con quiénes compartirán y qué cosas entretenidas podrán hacer, según el lugar.
Sin embargo, existe otra realidad, la de un grupo considerable de niños, que son hijos de padres separados que mantienen entre ellos una relación que dista mucho de ser de armonía y consenso. Allí, cualquier decisión conlleva altos niveles de tensión y de angustia, la que inevitablemente permea a sus hijos.

En estas familias, algo tan común como decidir dónde o con quién se pasarán las fiestas de fin de año o el tiempo de vacaciones se puede transformar en un periodo de tristeza y angustia, que eleva el grado de estrés en niños y niñas. Sabemos que la judicialización de estas temáticas es una constante -que a veces simplifica el conflicto respecto de quién está con los hijos más o menos tiempo, o quién elige el período vacacional cada año-, pero lo que no se ve es cuánto impacta ese proceso en el mundo emocional de los seres más vulnerables de cada hogar.

A través de mi trabajo en clínica, he observado las consecuencias emocionales negativas que se pueden generar en los hijos de padres en situación de separación que no han logrado llevar esto de manera consensuada.

“Es por ello que resulta fundamental que los padres reflexionen sobre cómo su constante indecisión puede influir en el estado anímico de sus hijos, y que se preocupen de realizar un esfuerzo permanente para lograr acuerdos en algo tan significativo para sus hijos, como son sus vacaciones, cumpleaños o los tiempos de fiestas familiares”.

Es así como un momento que debería ser de felicidad, se convierte rápidamente en un asunto amargo y angustioso, que genera un alto nivel de tensión en el grupo familiar. A eso se suma algo aún más complejo: la sensación de culpa que nace en los niños a raíz de esta situación, comenzando a tener pensamientos negativos tales como: “no debí nacer”, “mis padres discuten por mi culpa”, “mis padres no me quieren”, “se separaron por mi culpa”, “soy un mal hijo al irme con mi mamá, o por quedarme con mi papá” o “no puedo pasarlo bien mientras mi mamá se quedó en casa, triste”. Todos estos pensamientos solo contribuyen a llenar su mente y su corazón de pensamientos y sentimientos negativos, lo que con el tiempo puede ser la base de un cuadro depresivo.

Es por ello que resulta fundamental que los padres reflexionen sobre cómo su constante indecisión puede influir en el estado anímico de sus hijos, y que se preocupen de realizar un esfuerzo permanente para lograr acuerdos en algo tan significativo para sus hijos, como son sus vacaciones, cumpleaños o los tiempos de fiestas familiares. Deberían recordar que son estos momentos y estas experiencias desde donde sus hijos desprenderán un gran número de aprendizajes que, sin duda, serán parte de su sustrato emocional para el resto de sus vidas.

Es en la familia, incluso en aquellas que han debido separarse pero que han logrado alcanzar consensos positivos en aquellos temas que benefician o afectan a los hijos, que ellos pueden aprender de empatía, de respeto y de consideración por los otros. Es ahí, cuando ven que sus padres son capaces de relevar el bien superior del niño por sobre los beneficios individuales, que los hijos pueden rescatar experiencias de relaciones humanas sanas y positivas. Es entonces que comprenden que, a pesar de sus diferencias, sus padres logran postergar sus propias necesidades en beneficio de ellos. Y es cuando probablemente tomarán esa conducta sana y positiva de sus progenitores como base para su propia maternidad o paternidad a futuro, entendiendo que ser padres o madres implica poner a los hijos en el centro, y que esa tarea no se acaba cuando las familias se separan, sino que es para toda la vida.

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