Ha pasado un poco más de un mes desde ese 18 de octubre en que se “sintió” por primera vez, y con tanta fuerza, la explosión social más significativa ocurrida en Chile desde el retorno a la democracia.
Ha sido un periodo breve, donde, sin embargo, ha sucedido mucho. Y ha transcurrido a un ritmo tan vertiginoso que por momentos se hace difícil de seguir y comprender, por ese torbellino de informaciones, propuestas y acuerdos que diariamente llegan hasta nosotros en el contexto de la crisis.
La fugacidad de los temas que son tendencia tanto en las redes sociales como en el diálogo cotidiano nos confunde. Lo mismo ocurre con la rapidez con que se salta de una polémica a otra en este camino a las soluciones.
Seguro la historia se encargará de compilar estos fragmentos para entregarnos una visión más completa de lo que vivimos. Nosotros, en tanto, quisimos aportar a este objetivo, desde la mirada de un grupo diverso de hombres y mujeres penquistas, quienes, con su análisis, pusieron un grano de arena para contribuir al entendimiento de la situación actual y de los desafíos que tendrán la sociedad y las instituciones para el “Chile que despertó”. Son opiniones que el papel permitirá que permanezcan en el tiempo, y que podremos consultar este mes y los que vienen, como sucede con las historias que en cada edición les entregamos, con el objetivo de que trasciendan y perduren.
De héroes a villanos
Uno de los reconocimientos que me enorgullece es aquel del Colegio de Periodistas de Chile, Consejo Regional Concepción. Me lo entregaron en julio de 1992, cuando su presidente era Remijio Chamorro Rodríguez. El pergamino dice: “Por su valiente y ejemplar defensa de la dignidad profesional de los periodistas”.
Por entonces, el país sonreía. Los amantes de la democracia sonreían. Yo también. Cerrábamos una etapa difícil para nuestra profesión, la de los ’70 y ’80. Muchos reporteros de Concepción nos habíamos jugado la vida en defensa de los principios del periodismo aún en condiciones adversas Esa generación, egresada de la Escuela de Periodismo de la U. de Concepción en su mayoría, bregó para cumplir con su misión, para buscar y difundir la verdad. En la calle recogimos la palabra, el dolor, la desgracia y la esperanza de trabajadores, de intelectuales, de políticos, de académicos, de pobladores, de organizaciones, de la gente misma. Muchas veces nos aplaudieron como héroes.
¿En qué momento, entonces, nos empezaron a ver como villanos, a pesar de develar en el último tiempo graves hechos de corrupción en Chile?
En este volcán social en erupción en 2019, los ataques a El Mercurio de Valparaíso y a Radio Bío-Bío en Concepción no pueden sernos indiferentes. El maltrato a periodistas en terreno, con riesgo de su integridad, duele, y debemos buscar respuestas. El trasfondo es profundo: hay una deslegitimación de los medios tradicionales. El ciudadano común confunde hoy al reportero con el medio, y atribuye a estos profesionales los pecados que pueden ser en esencia los de las empresas, por su complacencia -en general-con las medidas conservadoras y restrictivas de los poderes político y económico. El gran empresariado periodístico no ha hecho -TV incluida- un ejercicio contundente sobre la connivencia que tuvieron con muchos hechos sórdidos y criminales del pasado.
Avanzamos en tecnología, pero esta nos sacó de la calle, y dejamos de tomarle el pulso in situ a la sociedad penquista y por qué no, al país. Dejamos de ir al sitio del suceso por lejano y dificultoso que fuese para hablar con la gente, para escucharla, para ser el puente de sus pesares y aspiraciones frente a la autoridad, para alertarnos incluso de sus silencios sobre que algo no estaba bien. Nos desconectamos. Sin chequear, nos rendimos a la inmediatez de las redes sociales con sus aciertos y desaciertos, a sus datos dudosos, descontextualizados y, a veces, interesados. Con libertad desmedida nos entregamos de lleno a cubrir a la socialité de la farándula-política-deportiva y sus secretos de alcoba. Se impusieron rating y ventas. Nos olvidamos de la vecindad y su cotidianidad.
Los tiempos han cambiado. Es cierto. Pero en este nuevo caminar, debemos revisar nuestro rol e informar –sin adjetivar- de lo que pasa allá o acá. Dejemos de atropellarnos, de descalificar, de difundir sin verificar porque “una prensa seria, bien informada, responsable, objetiva e independiente es la mejor garantía para tener y mantener una democracia estable, una nación sana y unas autoridades incorruptibles”, como escribió la destacada Premio Nacional de Periodismo 1991, Raquel Correa Prats.
La prensa debe ser fuerte, escéptica y objetiva. Solo así cumple con su misión, concita el respeto y la credibilidad de la sociedad, dos valores inseparables para un periodista. Para el de ayer y para el de hoy.
Construyamos un Nuevo Chile
Han sido días devastadores ¿Quién podría dudarlo? Sin embargo, las demandas que originaron esta crisis nos permitieron entender que nuestro enfoque en la eficiencia descuidó aspectos sociales que son tan importantes como el desarrollo económico y, eso, nos invitó a replantearnos cómo debemos comenzar a construir un nuevo Chile.
Y así como hemos sufrido por la división de nuestro pueblo, también hemos sido testigos del acuerdo alcanzado por los representantes de la política, quienes dejaron de lado sus ideologías, entendiendo que estaba en juego el resguardo de los derechos esenciales de todos los chilenos.
Quienes tenemos en nuestras manos la oportunidad de entregar mejores oportunidades a la comunidad, estamos llamados a asumir el desafío y a canalizarlo de una manera más cercana y expedita. Los individualismos nos han dividido, generando desigualdad e inequidad. Ahí es donde debemos enfocarnos, todos y cada uno de los actores de la sociedad.
Como gremio empresarial de la región, desde la CPC Biobío creemos que la gran tarea para los distintos sectores productivos está en transformar a empresas y comunidad en aliados estratégicos. Para ello es necesario volcar la mirada en nuestros colaboradores, entender sus razones y necesidades, sus preocupaciones y metas… conocernos.
Lograrlo requiere de un replanteamiento de nuestras formas de hacer, exige que nos sentemos con nuestros equipos y conversemos sobre aquello que nos hace sentir bien, lo que podemos mejorar y cómo nos comprometemos para lograrlo.
Y así como debemos mirar lo que sucede en nuestro interior, también surge la oportunidad de generar nuevas alianzas, nuevas formas de trabajo, fortaleciendo la colaboración, el apoyo mutuo y así generar valor para esas acciones, para que desde ese nuevo escenario enfrentemos desafíos más grandes.
La mirada positiva de la crisis está en las oportunidades que trae consigo.
De manera casi natural, los gremios, empresas, organizaciones sociales y sindicatos de trabajadores nos unimos para solicitar juntos a las autoridades políticas que pusieran urgencia a la necesaria unidad y búsqueda de acuerdos.
Ese ejemplo, y otros tantos que conocimos en estos días, reflejan que si logramos entender nuestras legítimas diferencias, primará el respeto, valor en el que se sustenta la sana convivencia en una sociedad más inclusiva y transversal.
Polarización del país y relaciones interpersonales
La sociedad chilena se ha visto tensionada durante las últimas semanas por un escenario de crispación social, cuyos efectos venideros están lejos de ser discernidos. Una de las repercusiones inmediatas y más delicadas de sobrellevar se manifiesta en las relaciones interpersonales habituales, ya sea en la familia, entre las amistades o, incluso, en el lugar de trabajo, pudiendo verse deterioradas en distinta magnitud o hasta totalmente fracturadas.
Una sofisticada investigación, publicada a mediados de 2018 en Science, permite evidenciar parcialmente este efecto “privado” de la polarización. Como es sabido, durante noviembre se celebra tradicionalmente en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias, que incluye una cena de agradecimiento por el año transcurrido. Dicha reunión suele congregar a las familias extendidas, las que se visitan para tal ocasión.
M. Keith Chen y Ryne Rohla, de la Universidad de California, cruzaron datos anónimos de localización de teléfonos móviles entre la 1:00 a.m. y 4:00 a.m. de las tres semanas previas al Día de Acción de Gracias de 2016, logrando inferir de ese modo seis millones de residencias aproximadas. Posteriormente, a partir de la residencia y el distrito electoral correspondiente, estimaron la probabilidad de haber votado por Trump o por Clinton de cada usuario, en las elecciones que apenas dos semanas antes habían instalado a Trump en la Casa Blanca. Con dicha información, y conociendo el desplazamiento de los teléfonos móviles, calcularon la probabilidad de que, en el Día de Acción de Gracias, anfitriones e invitados a las respectivas cenas, hubiesen votado o no por el mismo candidato presidencial.
Los resultados del estudio muestran que aquellas cenas en las que anfitriones e invitados habían votado probablemente por candidatos distintos se prolongaban entre 30 a 50 minutos menos que aquellas en que la votación había sido probablemente la misma. Además, un hallazgo relevante es que ciudades más polarizadas se asociaron a tiempos incluso menores de la cena, cuando anfitriones e invitados habían votado probablemente por candidatos distintos.
La evidencia muestra, en definitiva, la relación entre un escenario de polarización sociopolítica y un potencial deterioro de las interacciones más íntimas. En nuestro entorno, qué duda cabe, estamos viviendo situaciones similares a la descrita en el estudio. Personalmente, he presenciado cómo, a propósito de los hechos que acontecen en el país, dos excompañeros de colegio, que compartieron largos años de infancia, terminaron –durante una conversación en una red social– por caer en falacias ad hominem, esto es, atacándose duramente en vez de plantear sus argumentos y evidencias.
¿Qué hacer para aminorar estos efectos en nuestros grupos más íntimos?
Necesitamos considerar al otro como un legítimo otro. Esto entraña una dificultad: es fácil escuchar a quienes piensan como uno; el desafío es lograrlo con quienes piensan diferente, lo que requiere madurez intelectual.
Necesitamos entrenar el diálogo, basándonos en la argumentación y la evidencia. Para ello debemos evitar caer en falacias, como la ad hominem ya señalada, evitando las agresiones y descalificaciones en la deliberación.
Necesitamos cultivar la conducta ética. Es fácil arremeter contra quienes saquean e incendian, o contra la ética de algunos políticos o empresarios. Sin embargo, obviamos las transgresiones cotidianas: cruzar el puente sobre el Bío Bío a exceso de velocidad o no recoger los detritus del perro paseado en el frontis de la casa del vecino.
Por último, necesitamos cuidarnos de la información sesgada o cuya fuente no es segura. El caso de Cambridge Analytica y Facebook es una advertencia impactante en relación con el uso de información falsa para manipular las creencias y conductas de las personas.
Si seguimos sugerencias como las planteadas será más sencillo aprovechar esta oportunidad única para educar a las nuevas generaciones, considerando que en esta época podemos estar sentando las bases de una paz duradera para nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos en el largo clavel de las generaciones.
Tiempo de construir una sociedad mejor
Nuestro país está viviendo una profunda y dolorosa crisis que nos lleva a reflexionar en la necesidad de formar una mejor sociedad. Desde sus inicios, hace ya 54 años, el compromiso de CIDERE Bio Bío y sus asociados ha sido contribuir al desarrollo integral de la Región y al bienestar de los trabajadores y sus familias, promoviendo la equidad que permita mejorar sus condiciones de vida y, en conjunto, entregarles herramientas y apoyo para transformar su diario vivir.
En los estatutos de nuestra Corporación se definió como un acto sustancial participar en el desarrollo y las políticas públicas de la Región, y así lo hemos hecho durante más de cinco décadas, con proyectos emblemáticos e iniciativas que han mejorado la calidad de vida de las comunidades y han aportado al progreso regional. Seguiremos este trabajo, aun con más fuerza y compromiso, y siempre basado en nuestros pilares de innovación, emprendimiento y responsabilidad social.
La ciudadanía ha hecho sus demandas, buscando prontas soluciones a ellas, por lo que es tiempo de replantearse el desarrollo económico y social regional con más y mejores oportunidades. Es momento de pensar en cómo hacemos mejor las cosas, cómo construimos una mejor Región. Debemos hacernos cargo, con acciones concretas y con una mirada reflexiva, de los problemas reales de las personas, y también de sus peticiones. Conversar y dialogar de manera colaborativa en la búsqueda de propuestas, generando espacios comunes para proponer ideas e iniciativas que produzcan un cambio real.
El trabajo es de todos: autoridades regionales, empresas, instituciones, emprendedores y los gremios. El mundo público, privado y académico se deben unir para apoyar, aportar y contribuir al bien común. Más que un deber, es una exigencia irrenunciable sumarnos para construir desde sus cimientos una sociedad mejor.
Nuestra Corporación y nuestros asociados nunca hemos dejado de participar en todas las instancias en las que se busque mejorar la vida de los chilenos y hoy, más que nunca, debemos ser parte del cambio.
Esperanza en medio de la crisis
Es imposible quedar indiferente ante el descontento social de la población, que explotó a raíz de la “revolución de los 30 pesos”. La gente está enojada, frustrada, triste. Hace años que viene arrastrando insatisfacción por la desigualdad que vive y por un sistema económico que tiene dos caras: la primera, marcada por los números macro que muestran que, tras 30 años de crecimiento económico, Chile pasó de un ingreso per cápita de US$ 2.500 a casi US$ 25.000, y de un índice de pobreza de más de 45 % a menos del 10.
Sin embargo, la otra cara de la moneda da cuenta de que el exceso de consumo, como eje del bienestar económico, generó mayor desigualdad, ya que durante la fase de desarrollo no se puso énfasis en una educación igualitaria.
La carencia de educación financiera, o de herramientas suficientes para filtrar de mejor manera los estímulos comerciales a los que somos sometidos a diario, ha provocado que más del 50 % de los chilenos esté hoy sobre endeudado y moroso. También contribuyeron a ese desequilibrio las empresas que fomentaron el “consumo presente”, por medio de tarjetas de crédito, y que muestran promociones que ofrecen una falsa felicidad, derivada del placer de consumir.
Así, tenemos una población sumida en las deudas, y empresas que lucran de manera desequilibrada y poco empática. Herbert Simon, Premio Nobel de Economía, plantea que “la gran cantidad de los problemas se debe a la falta de empatía de los tomadores de decisiones”. Yo agregaría que la empatía no solo consiste en escuchar a las personas con nuestros sentidos, sino que obliga de manera consciente a escuchar con el corazón y con el espíritu. Solo así lograremos entender “qué y por qué” pasan las cosas, volviéndonos responsable de la solución.
¿Cuándo va a parar esto? No podría decirlo con exactitud, pero creo que todos debemos poner nuestro granito de arena para ayudar y ser parte de un cambio positivo. En mi caso, por ejemplo, puedo educar a la gente en temas financieros para que sepan administrar mejor su dinero y no caigan en el sobre endeudamiento. Y así lo hemos estado haciendo desde 2018 con “Ahora Puedo”, una iniciativa que nació desde Urbani y que a la fecha ha entregado a más de 50 mil personas en todo el país, gratuitamente, herramientas de educación financiera, tips de emprendimiento y, en particular, educación de la felicidad, esa que no se basa en el materialismo.
Además, Urbani fue la primera inmobiliaria nacional en certificarse como empresa B (2017), lo que nos impulsa a tener una responsabilidad social mayor y un compromiso constante con la comunidad, características que este emprendedor toma como propias e intenta contagiar a quienes le rodean.
No creo que con estas medidas todo se solucione, pero sin duda ayudarán. A eso me refiero con poner nuestro granito de arena: ser un aporte y una pequeña luz que invite a los demás actores económicos a sumarse a la nueva forma de hacer negocios, a la manera B de hacer las cosas.
Desafíos de la escuela en el contexto de crisis social
A la “escuela” le corresponderá responder en buena medida a los cambios que el denominado estallido social está generando en nuestro país. Posiblemente, va a posicionarse como un espacio de diálogo válido, comprensivo y abierto, pues deberá atender las necesidades afectivas de los estudiantes, sus visiones de lo ocurrido, lo que sus familias creen y esperan y, además, deberá estar alerta a lo que acontece en escenarios locales y nacionales.
La escuela, como denominación conceptual genérica, tiene conocimiento de cómo abordar una crisis, pues nunca ha estado ajena a ellas y, muy probablemente, sea el escenario que más se vincula con las demandas sociales diarias; solo repasando las últimas dos décadas, podemos ver que ha sido cuna de cambios trascendentales, y que profesores y estudiantes están presentes siempre en importantes decisiones.
Ha sido también pionera en la discusión de temáticas como ciudadanía, género y participación, mucho antes de que sean decreto, normativas o, inclusive, antes de que su necesidad sea visible socialmente.
De igual forma, le corresponde a la escuela hacerse cargo a diario del peso de las desigualdades sociales, las carencias de origen y de aquellas historias personales que impactan por su crudeza y la indolencia de quienes las ignoran.
En este momento, la escuela y sus estudiantes serán ejes de la historia de Chile, y deberán construir dicha historia, para luego relatarla, comprenderla, debatirla y analizarla. Los recursos pedagógicos para esto son variados pero, seguramente, el interés en las ideas de los estudiantes será clave para lograr aprendizajes.
Las relaciones interpersonales que se establezcan entre estudiantes, profesores, asistentes de la educación y familias resultarán vitales, lo mismo que el desarrollo de culturas escolares colaborativas que propicien la construcción de conocimiento. En lo curricular, el espacio para debatir sobre justicia social deberá expandirse aún más, brindando la oportunidad de generar conciencia individual y colectiva sobre lo que acontece y sobre lo que acontecerá.
Las acciones ciudadanas, el carácter de cada persona y su autonomía moral serán los pilares para afrontar el futuro social del país. De esta forma, el apetecido pensamiento crítico cobra fuerza y relevancia, pues permite con agudeza y argumento poner a prueba las ideas de cada uno de nosotros: aquí, la “escuela” es protagonista clave.
Interesarse en las ideas de los estudiantes incluye profundizar en ellas, haciendo preguntas, incentivando la búsqueda de información y la construcción de argumentos. Implica, además, compartir lo que se piensa o cree, valorando lo diverso de las opiniones, porque la “escuela” también sabe que la verdad no es una sola y que la riqueza del aprendizaje está en la riqueza del pensamiento de sus estudiantes.
Libertad, democracia, mercado y equidad como variables de salida
El remezón que está experimentando el país desde el 18 de octubre es una de las expresiones de malestar más potentes de las últimas décadas, y la transversalidad de las demandas apunta, esencialmente, al tema de la inequidad, la existencia de abusos, del trato, de la calidad y la cantidad de lo que recibe una persona en pensión, remuneración, salud, educación, tanto por parte del sector público como del privado. En este contexto, desde los distintos ámbitos y expresiones de la sociedad, se discute/reflexiona respecto de la mejor salida o solución, ejercicio necesario y desde el cual se definirá la orientación de las políticas públicas, de las políticas económicas y de las formas de relacionamiento que como grupo humano tendremos en el futuro inmediato, sea entre nosotros, como entre los individuos y el Estado.
Las problemáticas señaladas se explican en gran medida por el encapsulamiento de la élite, por las distintas inequidades, las arbitrariedades en que devino el ordenamiento sociopolítico y el fuerte debilitamiento de valores como el respeto, la consideración del otro o el sentido de lo social, prácticas que han minado la calidad de vida y la estabilidad emocional de un sector no menor de la ciudadanía. Por ello, sería ideal que la salida cautelara la mantención de la libertad como base del sistema, con democracia y mercado como elementos de participación, de accionar de las personas y de los órganos intermedios de la sociedad; el problema no es la democracia, es cómo se está aplicando. Entre otras, se necesita más transparencia, más electividad, más rotación de la representación. El problema no es el mercado, es la forma en que está funcionando (oligopolios) o las áreas en que no está funcionando por la poca o nula competencia.
Dado que el mercado perfecto no existe, es responsabilidad del Ejecutivo y de los legisladores (de los decisores políticos) implementar normas que equilibren el mercado, que lo hagan más transparente, que incentiven el desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas, y que protejan al consumidor; se debe remediar el ordenamiento que toleraba los abusos, que no perfeccionaba las barreras de entrada en varias actividades (por ejemplo, el mercado farmacéutico), que no posibilitaba la competencia al permitir el accionar de los oligopolios. La forma en que funciona el mercado no está determinada por la Constitució. Ella no establece los oligopolios, no establece las colusiones, no fija el precio de los medicamentos, del servicio eléctrico, el precio por el uso de las carreteras. Todo ello adquiere cauce de acuerdo con lo que establece o no el ordenamiento legal.
No socialismo, no liberalismo extremo, sí un Estado vigilante, flexible, eficiente, garante de una economía social de mercado, drástico con los abusos. Si en todo ello ayuda el desarrollo de un debate y una propuesta constitucional, bienvenida sea la tarea.
De la voluntad a los hechos
Chile despertó y puso en la agenda pública los temas que llevaba postergando durante muchos años, visibilizando malestares, inequidades e injusticias sociales de las cuales los emprendedores también hemos sido víctimas.
Escribo de dolores antiguos, de personas que se la jugaron por seguir sus sueños y rentabilizar sus talentos, pero que a medio andar se encontraron con grandes deudas, burocracia y una cancha dispareja para los pequeños y medianos. Pero, lamentablemente, también escribo de dolores recientes, que se han transformado en una triste paradoja en medio del despertar nacional: negocios de barrio saqueados, de locales comerciales que han bajado drásticamente sus ventas, de emprendedores y emprendedoras que trabajan con miedo, y pienso: ¿qué estamos haciendo realmente para apoyarlos?
Desde la Asociación de Emprendedores de Chile Biobío (ASECH BIOBÍO) hemos estado desde el primer día junto a los nuestros, realizando un catastro que ha arrojado números que avergonzarían a cualquier país civilizado, pero a partir de ellos hemos podido canalizar las distintas ayudas que se han ido generando desde el sector público y privado.
Pero este nuevo Chile necesita más porque, en vista de los hechos, ese esfuerzo no es ni será suficiente. Con urgencia debemos pasar de las muestras de buena voluntad a financiamientos y apoyos reales que no signifiquen mayor endeudamiento sino valor compartido.
El apoyo a los emprendedores debe ser transversal y a corto, mediano y largo plazo. Ahí está el futuro de nuestra economía: en la colaboración constante entre empresas, emprendedores -innovadores y llenos de sueños- y ciudadanos que optan por nuestros productos y servicios locales.
Nuestra Región tiene un ecosistema vinculado al emprendimiento. En él hay voluntades que se encuentran, y que han trabajado de manera colaborativa desde el inicio de esta crisis. Eso abre caminos de esperanza, porque dentro de nuestros compromisos también está el establecer los puentes necesarios con la gran empresa para cumplir estándares que nos permitan trabajar juntos, mirándonos a los ojos.
Han sido y serán días difíciles para nosotros, pero algo se puede hacer mejor, sin duda. Necesitamos que el mundo privado, entre otras cosas, destine parte del presupuesto 2020 al apoyo concreto y estratégico de ideas regionales con gran proyección, y se generen encadenamientos productivos sin letra chica y pensando en grande.
Necesitamos, también, que cada persona que lea esta columna modifique sus hábitos de consumo y sepa que cada vez que compra en un negocio pequeño está concretando el sueño de una persona valiente que se atrevió.
Estamos preparados para el desafío y ansiosos de involucrarnos y ser parte de un nuevo modelo de crecimiento, porque los emprendedores somos el motor de la economía. Pero también queremos dejar de ser tan vulnerables, queremos ser fuertes y parte de un mercado en el que los grandes se vinculen con nosotros.
Sociedad, proceso constituyente y constitución
El proceso constituyente (de hecho) en el cual hoy estamos inmersos no comienza con las movilizaciones sociales de octubre del presente año, sino que ve la luz en los cabildos convocados en 2016 por la entonces Presidenta Michelle Bachelet. Allí las discusiones se dieron en dos frentes. Primero, en cuanto al contenido del nuevo texto, cuyas reflexiones fueron desde aquellos que defendían una constitución con un contenido mínimo pero fundamental, marco en el cual se encuadrará el legislador en su rol de regulador de la contingencia, versus aquellos que percibían aquel proceso como una oportunidad para ampliar no solo los derechos sociales y su tutela, sino que, también, el número de órganos constitucionales con carácter controlador.
Y, segundo, una discusión centrada en la aceptación o no de la asamblea constituyente como el mejor de los mecanismos para crear y aprobar una nueva carta fundamental. Importante es, con la perspectiva del tiempo, recordar cómo aquel proceso histórico de participación ciudadana, inédito y esperanzador, fue boicoteado por parte de la oposición política de la época, sepultando la valiosa oportunidad de escuchar a una sociedad agotada de abusos que reclamaba avanzar en la construcción de un Chile más justo, democrático e inclusivo. Cabildos que, paradójicamente, el gobierno de Sebastián Piñera ha expresado que podrían considerarse para el debate de una nueva constitución. Y ello porque fue justamente él quien irrumpió en aquel proceso, llamando en reiteradas ocasiones a restarse del mismo, emplazamiento que el comité político de Chile Vamos adoptó el 9 de mayo de 2016. Eso sí, con la crítica de Evópoli y sel senador Ossandón, quienes defendieron la legitimidad del proceso y la participación activa en los cabildos a lo largo de Chile.
Pero aquellas demandas ciudadanas convenientemente enterradas bajo el inocente convencimiento de su fenecimiento en 2016, estallaron este año, en un furioso octubre, en la cara de la complaciente clase política chilena. Hoy somos testigos cómo de nuevo la sociedad desde las calles les reclama, amparada en legítimas, pacíficas, multitudinarias y diversas movilizaciones, un nuevo pacto socio-político trazado y fundado en los intereses colectivos, recordándole a los detentadores temporales del poder político, cada día, luego de aquel despertar, que solo el pueblo constituye origen, control y destinatario del ejercicio de dicho poder.
Les exige además, hoy más que nunca, consecuencia, responsabilidad y sensibilidad política en las respuestas institucionales.
A esta altura es primordial no olvidar que requerimos necesariamente de la comunidad para subsistir y desarrollarnos. Comunidad en la que radican las más diversas discordias y antagonismos, originadas en la defensa de determinadas creencias, valores, comportamientos, privilegios o en el control mismo de los recursos. Esto eleva a la política, por sobre la fidelidad familiar o el intercambio económico, por ejemplo, como la vía por excelencia de respuesta colectiva eficaz y vinculante al desacuerdo y la tensión social. Allí radica la trascendencia de la actual reflexión constitucional, la que no es patrimonio de juristas sino de la sociedad toda. Porque la constitución como norma jurídica fundamental no solo tiene por objeto establecer valores, principios y normas básicas de la convivencia social, sino también regular la actividad política, principalmente la del Estado, organizándolo y estableciéndole fines y límites a sus actuaciones.
Este momento constitucional, esencialmente constituyente, nos invita democráticamente al desafío histórico de poner una lápida a la constitución actual, de instauración ilegítima y espíritu de sumisión de lo político a lo económico. Esto solo puede ser posible mediante un mecanismo que asegure por sobre cualquier otro, sin amarres, participación y decisión de todos en la creación de un nuevo orden constitucional, social y democrático de derecho, que traspase e identifique generaciones.
Protección de las micro, pequeñas y medianas empresas
Las micro, pequeñas y medianas empresas (Mypimes), que representan el 78,1 % del total, son organizaciones relevantes para el desarrollo del país, no solo por la generación de empleo e ingresos, sino que por lo fundamentales que son para el encadenamiento productivo con las grandes empresas. Por ello, es de gran importancia establecer políticas públicas que beneficien a este tipo de organizaciones.
En Chile, las empresas se clasifican por tamaño, de acuerdo con las ventas y número de trabajadores, pero lo más utilizado es según las ventas. Esta clasificación considera que las empresas con ventas anuales de hasta UF 2.400 son microempresas; las pequeñas, son las que venden entre UF 2.400 y UF 25.000 al año; las medianas, más de UF 25.000 al año, pero menos que UF 100.000, y las con ventas superiores a este monto son consideradas grandes.
La firma del acuerdo de entendimiento para destrabar el proyecto de reforma tributaria, que tiene como ejes centrales potenciar a las Pymes, el emprendimiento y el crecimiento, entre otros puntos señala que la medida beneficiaría directamente a más de un millón de Mypimes, mediante un mecanismo simplificado de cumplimiento tributario y otros beneficios que tienen por finalidad promover el emprendimiento y fomentar su desarrollo.
Sin embargo, el número de empresas beneficiadas pareciera no ser el que se indica en el texto, y esto porque la reforma anterior ya tenía un eje en las Pymes, el que también está centrado en un sistema de contabilidad simplificada con base en flujos de caja (14 ter), al que pueden acceder empresas con ventas hasta UF 50.000. Por lo tanto, el gran cambio que se plantea en el nuevo texto “Régimen Pro Pyme” es su nombre y el aumento de los límites de ventas hasta UF 75.000.
Ahora, si el objetivo es ayudar a las Pymes que por error o desinformación están tributando en un sistema semi-integrado, que no es conveniente para ellas, hace sentido tal modificación. Pero si el asunto es ayudar a propietarios de altos ingresos o empresas creadas con fines de planificación tributaria, no tiene sentido modificar el sistema, ya que provocará una menor recaudación.
El Gobierno, en su rol de Estado, tiene un papel preponderante en alcanzar el bien común, le corresponde desarrollar legislaciones, impartir justicia y mantener el orden público. Debe buscar soluciones concretas y precisas. La sociedad civil ha indicado que el sistema económico no ha funcionado, porque ha estado centrado principalmente en el crecimiento y no en la equidad e inclusión social. Ha sido incapaz de disminuir la desigualdad, y no solo a nivel de personas, sino que también de empresas. Es fundamental que las autoridades sepan escuchar y comprender los planteamientos de los ciudadanos y no buscar más explicaciones. Más bien deben dar o entregar respuestas y/o señales claras, concretas y precisas, para solucionar los problemas de fondo y construir un Chile más justo y equitativo que pueda beneficiar tanto a las personas como a las Mipymes.