12 años de esclavitud: una historia sobre los nazis gringos

/ 19 de Febrero de 2014

 

col-cineNicolasNicolás Sánchez

 

El imaginario colectivo tiende a asociar la esclavitud en los EE.UU. como una atrocidad lejana, que se prolongó entre su etapa colonial y la Guerra de Secesión que la potencia del norte vivió entre 1861 y 1865. Sin embargo, existió en un periodo previo a este conflicto en que algunos negros –sobre todo los que habitaban estados del noreste-  disfrutaron un estatus de hombres libres. En el sur, Nueva Orleans sería una de las pocas ciudades habitada por negros libres y esclavos, y su mixtura cultural ayudaría al nacimiento del jazz una vez terminada la guerra civil.
Es en este contexto histórico donde el director Steve McQueen buscó una propuesta diferente para tratar el tema de la esclavitud. Y la encontró. En 12 años de esclavitud, el realizador narra la historia de Solomon Northup (encarnado por un notable Chiwetel Ejiofor), un culto músico negro y hombre libre que vive con su familia en Nueva York. Un día, tras compartir una copa con dos artistas, Solomon es drogado y secuestrado para ser vendido como esclavo en el sur, en una plantación de Louisiana. A partir de entonces, perderá a su familia y hasta su identidad, obligado a responder al nombre de Platt. Pero, sobre todo, su vida se transformará en calvario, donde conocerá los insospechados niveles de crueldad a los que puede llegar el ser humano (particularmente los de raza blanca).
La historia se basa en un hecho real ocurrido en 1850, que dio origen a una novela del mismo nombre publicada en 1855. Y esa es, justamente, la principal premisa de McQueen: conmover y apelar al espectador desde un personaje real que fue tan libre como cualquiera.

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A lo largo de 135 minutos, el filme se vale de un stock de recursos cinematográficos dirigidos a  ilustrar, con singular realismo, el Holocausto gringo. Una política de exterminio, tortura y vejámenes inimaginables propiciados de una raza a otra, bajo la excusa de la legalidad, la religión y, finalmente, la codicia.
Por cierto, el guión de John Ridley destaca con particular agudeza la influencia de la religión como fundamento de todo este status quo: la esclavitud como parte de un orden natural de las cosas, los negros como una raza pagana maldecida por Jehová. En efecto, los tres amos de Platt representan diferentes aproximaciones: mientras Ford es compasivo, aunque pusilánime frente al tema de la esclavitud, Edwin Epps representa una versión extrema y delirante del protestantismo, donde la predestinación calvinista determina quién es salvo y quién pecador y, por tanto, quién libre y quién deja de ser una persona. Finalmente, un tercer prototipo es el juez Turner, quien encarna a una personalidad misteriosa e inclasificable.
Desde el trabajo estético, en 12 años de esclavitud, el horror mantiene un inquietante diálogo con la fotografía de Sean Bobbitt, plena en conmovedores y bucólicos paisajes, como en un intento de reforzar lo burdo que es el actuar humano ante el entorno natural que le rodea. Notable, también, es el trabajo de reconstrucción de época.
12 años de esclavitud no es una historia nueva, aunque sí una aproximación sicológica distinta al tema. Pero es, sobre todo, un trabajo cinematográfico impecable, en el que no se puede dejar de destacar, como revelación, la conmovedora actuación de Lupita Nyong’o, mexicana de padres kenianos que recibió una nominación a los Globos de Oro y a los SAG, donde ganó la categoría de Mejor Actriz de Reparto.12 años de esclavitud, por su parte, es una de las grandes favoritas de los próximos premios Oscar, con nueve nominaciones que incluyen Mejor Película.

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