A no menos de 50 jóvenes los manejó como secta: ¿Y qué fue del cura de Chillán acusado de estupro…?

/ 19 de Febrero de 2010

cura-2En Argentina se hallaría el ex cura Jorge Baeza Ramírez, quien hizo de las suyas entre familias acomodadas de Chillán. Se libró del delito de estupro en  2009, pero no de la paliza de un padre ofendido. Sus víctimas, una madre y sus  hijas, no dan tregua. Lo rastrean a diario para poner sobre aviso a quienes se les acerque.
Hay rabia, dolor y desencanto en Carolina, Claudia, Consuelo y Andrea, pero siguen bregando por justicia. Sus testimonios por desenmascarar al abusador sexual que se escondía tras las sotanas del cura top en Chillán, Jorge Baeza Ramírez, ha ido quedando en nada. Y aunque lograron llevarlo a un tribunal de Los Ángeles por estupro en 2009, la prescripción del delito terminó por imponerse.

Pero ellas no bajan los brazos

“No sé cómo alguien nos puede garantizar que nunca más vuelva a dañar a una niña, sexual o sicológicamente”, cavila Carolina Abello Ross. Sabe bien qué pasó con sus amigas, pero se pregunta qué provocó la renuncia de tres seminaristas que se formaron al alero de la Parroquia San Juan de Dios, en la capital de Ñuble, y del cura abusador que terminó por colgar sotanas, casado y con dos hijos en Huépil.
Cierto. No es el único caso en  el país ni en el mundo. Y al reciente escándalo de al menos 94 clérigos o profesores laicos en colegios católicos bajo sospecha de pederastia en Alemania, el arzobispo de Concepción, Ricardo Ezzati, visitador apostólico para la Congregación de los Legionarios de Cristo por los graves abusos cometidos por su fundador Marcial Maciel, dice: “También en esta historia dolorosa se puede decir que mete más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. La conducta de Marcial Maciel no puede ser justificada. El mal que ha hecho a varias personas es inaceptable y pide verdad, justicia, reparación y solidaridad. La visita, sin embargo, me ha permitido experimentar también la presencia operante de misericordia divina, manifestada en la vida de tantos legionarios, consagradas y laicos del Regnum Christi, que han centrado su existencia en Cristo para ser testigos del Reino de Dios y servir a los hermanos, en una entrega generosa y abnegada”.

Al menos, una paliza

“En el 91 llegué a una iglesia llena de cabros chicos cantando y fui parte de ese coro celestial. Éramos chiquillos inocentes y a no dudar, más santos que él”, evoca la periodista Carolina Abello. Integraban los grupos Horeb, Genezaret, Emáus y Alianza. Dos años siguió ella a Baeza, participó de campamentos, de cantos gregorianos, de largas penitencias, oraciones y silencios.
El cura controlaba los pololeos, libros y hasta la música que escuchaban los más de 50 niños y jóvenes y sus pensamientos más íntimos por medio de las confesiones, pero a Carolina nunca le puso una mano encima. Cree que por Santiago, su padre. “Lo habría matado”, dice.
A poco de lograrlo sí estuvo el progenitor de Consuelo (33), Andrea (32), Javiera (28) y Francisca (25), el 20 de marzo de 1996. Con mayúscula paliza, pero silencioso, el empresario chillanejo vengaba los abusos a sus hijas mayores, y acaso a su propia esposa, Lucía, de quien estaba separado.
Esta última se enamoró del cura, a quien las niñas llamaban “papi”, pero nunca llegó a darse cuenta que el hombre -durmiendo en su propia casa- estaba seduciendo también a sus hijas mayores desde que cumplieron 15 años. Baeza le había prometido desposarla.
Lo mismo, sin embargo, había jurado a Consuelo (su hija mayor), a otras tres chicas del grupo de la iglesia  -una de las cuales fue obligada a abortar- y al menos a tres mujeres de conocidos empresarios de Chillán. En la Navidad del 95, Lucía y Jorge Baeza anunciaban a las niñas su relación y que él dejaría el sacerdocio para casarse. Cuando Consuelo, frente a su madre, le preguntó al cura si estaba enamorado de ella y éste no contestó, surgieron las primeras sospechas. La verdad comenzó a abrirse paso, pero nunca hubo denuncia a la justicia.
Sí al obispo de la diócesis de la época, monseñor Alberto Jara Franzoy, quien sólo optó por una publicación en La Discusión de Chillán, donde daba cuenta de la marginación de Baeza de la Iglesia.
“En 1996, creo que en enero, cuando el obispo de la diócesis fue informado de los comentarios que circulaban en mi contra, no tuve más remedio que confesarle lo ocurrido. Le indiqué que me encontraba muy arrepentido. Me ordenó dejar el sacerdocio, separándome de la Iglesia”, dijo Baeza en el tribunal de Los Ángeles, según consigna The Clinic (Octubre 2009).
En la misma declaración, Baeza justificó sus actos con una crisis emocional que arrastraba desde el tercer año de seminario, cuando le comunicaron que su madre había muerto. “Yo me cuestionaba el hecho que estuviera entregándole  mi vida a Dios y él me quitaba la vida de mi madre, por lo que esta crisis nunca la pude superar. Y es el caso de por qué la llegada de Lucía a mi vida fue muy importante. En ella me refugié naciendo un sentimiento mutuo de amor, y por ello empezamos a tener una relación de pareja sin que nadie se enterara”.
Pero Carolina Abello es más drástica. “Hasta antes del cura Tato, los curas eran blancas palomas, y Jorge se preocupaba de reclutar especialmente jóvenes cuyos padres estaban llevándose mal o separados. Sabía lo que hacía. Físicamente no era atractivo, pero su oratoria atraía gente de clase media alta. Imponía su figura autoritaria y se paseaba en Chillán con el ex vicario Cristian Precht. Nadie previno o quiso prevenir que Jorge es un abusador sexual y nosotras no queremos más víctimas”.
Desde el juicio por estupro, en Los Ángeles, en julio de 2009, las jóvenes no han vuelto a saber del paradero de Baeza. Creen que está en Argentina y que cuenta con el respaldo de un senador.
En la misma audiencia, el hombre manifestó arrepentimiento, pero intentó culpar a Lucía. “Cuando me quedaba en su casa, me pedía que me acostara con sus hijas, por ello con Andrea fue lo mismo (que con Consuelo),  ya que una vez estando acostados, comenzamos a tocar nuestros cuerpos por encima de la ropa para después, con el tiempo, mantener relaciones sexuales de mutuo acuerdo”.

Un trabajo de joyería

Hoy, las hermanas y protagonistas de esta historia son  profesionales de la salud, ingeniería, humanidades. Algunas están casadas, otras pololeando. Dicen que nunca les costó hablar del tema y con su madre profundizaron como familia en lo sucedido, pero “el objetivo principal siempre ha sido alertar y prevenir” a otras posibles víctimas.
Éstas son sus respuestas
-Normalmente, las madres advierten los peligros que acechan a la familia. ¿Por qué creen que la suya no lo detectó a tiempo?
-Baeza era parte de nuestra familia. Más allá de la investidura que le daba una credibilidad per sé, se hizo parte de nosotros, se ganó la confianza de mi mamá  y de todas nosotras. Ese es justamente el trabajo sicopático y de joyería que hizo, porque otro no lo hubiese logrado. Una niñita que es abusada por un desconocido o no come o vuelve a hacerse pipí cuando ya había aprendido a controlar esfínter, o no quiere volver a dormir, y una madre puede notarlo. Eso no pasa cuando estamos hablando de un “cercano”, prácticamente parte de la familia, guía espiritual  que manipula hasta conseguir el consentimiento de una jovencita; donde hay un juego de culpa que impide a la niña contar lo sucedido; ya no es miedo como ocurre con la pequeña, sino culpa de algo en que no es culpable.
Nunca nos hemos alejado de nuestra madre. Es una mamá espectacular, que cometió un tremendo error, pero que nos sacó adelante, nos dio fortaleza. Ha sido ejemplo y  jamás ha dejado de merecer todo nuestro respeto.
-Cuándo se veían con su padre, ¿ninguna sintió el impulso de contarle lo que les pasaba o era demasiado el dominio que el cura ejercía sobre ustedes?
-Cuando uno no quiere ver simplemente no ve y Baeza no quería que viéramos. Instalaba percepciones en nuestra cabeza, ideas erradas, prejuicios contra otros,  nos hacía desconfiar a priori de gente que supuestamente “lo quería perjudicar”. No niego que hubo gente adulta alrededor que no veía con buenos ojos su cercanía, pero él lograba invalidarlos  ante nosotras con diversas mentiras que le resultaban muy efectivas.
No creo que a ninguna de mis hermanas se les hubiese pasado por la cabeza contarle a mi papá lo sucedido, de hecho él fue el primero que Baeza invalidó frente a nuestros ojos.
-Consuelo: ¿Cuál fue la idea de denunciar por estupro y no por violación?
-Yo no puedo denunciar algo que no fue, yo no fui violada, sino abusada. No se ejerció violencia física, al menos la primera vez, el trabajo se hizo a nivel emocional y eso es estupro, no violación.
-Usted estuvo en ese juicio, ¿cómo se sintió al escuchar al cura pidiendo perdón “por mis actos indebidos”?
-No sorprende nada de lo que dice, pero sigue siendo muy fuerte oírlo, me produce rabia. Él prácticamente no se acuerda, pero yo vivo con eso todos los días; lo reconoce, se victimiza, le baja el perfil. Es muy fuerte escuchar que se justifique, que “apenas se acuerde”, quién sabe qué tiene en la cabeza. O si es enfermo o plenamente malo… no lo sé, pero sigue siendo una persona riesgosa.
-¿Qué camino piensan adoptar luego de cerrado judicialmente el caso?
-Nos habría encantado verlo preso y pagando, pero así como no lo conseguimos hoy, pues el caso prescribió, no sé si hubiésemos podido antes. Hoy nadie pone en duda que profesores, familiares  o curas abusen sexualmente de menores, pero en ese tiempo llevar todo esto podría haber sido mucho más difícil. Pusimos nuestros focos en estar bien y lo conseguimos, hicimos una vida normal pese a todo esto, destacamos en el colegio, en la universidad y hoy somos todas grandes profesionales con excelentes trabajos.
– ¿Cómo es que descubrieron  el paradero del cura?
-Nos parece importante aclarar que no lo seguimos ni lo buscamos siempre.
Paralelamente se fueron dando todos los acontecimientos que derivaron en la denuncia por estupro. Consuelo y Andrea se reencontraron con amigos del pasado, de esa época que trajo tantos recuerdos y que movió las ganas de hacer algo al respecto. Luego, Javiera lo encontró en un supermercado en Santiago. Ella iba con su marido y él con una mujer y dos niños pequeños. No tenía idea que estaba casado, dudó de si era él y no se acercó porque se sentía muy  nerviosa. Finalmente Francisca, sin saber nada de esto, se le ocurrió poner su nombre en Google y lo encontró en Los Madrugadores de Los Ángeles (grupo compuesto sólo por hombres -adultos y jóvenes- que se reúne al amanecer para venerar a la virgen). Eso nos alertó e impulsó a hacer lo que la iglesia nunca hizo: contar y prevenir.
-En Huépil el cura dejó una mujer y dos hijos. ¿Han hablado con ella?
– Javiera: No nos corresponde, pero si  quiere hacerlo, encantadas la acogeremos.
Espero que sus hijos no hayan sido víctima de sus abusos; si fuese así no habría motivos para que él no estuviese preso, ella fue tan engañada como nosotras, y ya es suficiente tormento no saber con quién te casaste, como para que más encima haya pasado por algo similar a nuestra historia; sinceramente esperamos que no haya sido así.
Se requiere de mucha fortaleza deshacerse de él y dejar de creerle. Espero que lo haya hecho, por el bien de sus niños y el de ella, que rehaga su vida, que sea feliz y que agradezca haberse librado ojalá a tiempo de este ser asqueroso.
Estuvimos sí con el director del colegio donde van los niños y le pedimos que los cuidara y que observara su conducta, pero no se mostró muy abierto; al parecer es más fácil mantenerse al margen.
-Chillán es pequeño y las esposas de empresarios  se mueven en los mismos círculos: centros de estética, modistas, reuniones sociales. ¿Cómo es que nunca las víctimas pudieron hablar entre ellas?
-Porque no es algo de lo que uno hable abiertamente, y porque ninguna de sus hijas sufrió abuso, para ellas no es más que un recuerdo molesto, una piedra en el camino que las “estafó” emocionalmente, y de eso nadie habla.
-¿Qué opinión de la Iglesia de Chillán tienen hoy? ¿Siguen yendo a misa o han marcado distancia de por vida con la religión?
-No tiene que ver con la iglesia de Chillán, podría haber pasado en cualquier ciudad y la reacción habría sido la misma. La iglesia falló y es una tarea pendiente reconocerlo. Fallaron hace 15 años y lo siguen haciendo. Entendemos que en esa época no existían acusaciones de este tipo, probablemente no supieron cómo manejarlo. Lo triste es que históricamente la iglesia reacciona así y no es capaz de asumir que entre sus filas también hay degenerados y siguen tratando de echarle tierra a las acusaciones.
Uno acude a los altos dignatarios en busca de consuelo. No basta con un escueto comunicado de prensa ni con lavarse las manos diciendo que Baeza ya no pertenece a la iglesia. No creo que sea tan difícil decir la verdad y asumir que se pudo haber prevenido a la comunidad cuando surgió el primer rumor.
Nos encantaría que en el futuro la iglesia fuese capaz de reconocer, de sancionar públicamente para advertir a posibles futuras víctimas (no trasladar a la persona de un lugar a otro para esconderlo), y ofrecer ayuda para el proceso de recuperación de las víctimas. Se han desprestigiado por soberbios, y lo saben.

Monseñor Ezzati y los pederastas: “Cada caso de infidelidad es una herida profunda y dolorosa”

-¿Cómo afectan al interior de la iglesia estos casos?
-Los sacerdotes no son hombres perfectos; como los demás bautizados han recibido el don de la fe y están llamados a una conversión continua, buscando reproducir en su estilo de vida y misión, la santidad y las actitudes de servicio propias del mismo de Jesús. Por eso, cada caso de infidelidad es una herida profunda y dolorosa, que afecta al entero cuerpo eclesial, desafiándolo a emprender el camino evangélico de la conversión para vivir con coherencia la propia vocación. En el caso de los presbíteros, como ministros de Cristo, puestos al servicio de la vida cristiana de los fieles. Por eso, no hay lugar en el sacerdocio para quienes dañan la vida de sus hermanos o de sus hermanas, especialmente si son menores de edad. Lo que civilmente es delito sancionado por la ley, ante los ojos de Dios es también un grave pecado.
-¿Es ello consecuencia de que, con el correr de los años, muchos católicos se hayan alejado y entrado al mundo evangélico, por ejemplo, y haya disminuido el número de postulantes al sacerdocio?
-Las causas de la actual secularización, que afecta a las comunidades religiosas y a las personas, hay que buscarlas en otros campos, principalmente el cambio cultural. Estamos viviendo un cambio cultural de grandes proporciones, marcado por el imperialismo del relativismo ético y religioso y por la sospecha frente a la capacidad de la razón humana de alcanzar la verdad. Un cambio de esta naturaleza involucra  la posibilidad de desconcertantes desequilibrios, de nuevas búsquedas y de nuevas expresiones, también en el ámbito religioso, no siempre muy acertadas. Ha sucedido así también en otras épocas de la historia. Este hecho supone un desafío enorme para la Iglesia, llamada a evangelizar al hombre y a la mujer de hoy, inmersos en esta atmósfera cultural.
-A raíz de todos estos casos expuestos sumariamente,  ¿Por qué la Iglesia deja hacer y, en el caso de abusos sexuales, no interviene prontamente para evitar que niños o niñas queden dañados de por vida?
– Gracias a Dios, la conciencia acerca de la gravedad que suponen los abusos sexuales ha ido creciendo en la sociedad contemporánea. Hay mayor lucidez de que se trata de delitos particularmente graves. Lo que llama la atención, sin embargo, es la frecuencia con que ocurren hechos de esta naturaleza, cometidos principalmente en el núcleo familiar o en el círculo de amigos. Así se dio a conocer en la cuenta pública de la Fiscalía Regional del Biobío, de fines del 2009. Digo esto, no para mitigar la gravedad de los abusos cometidos por algún eclesiástico, sino para ubicar el problema en sus reales dimensiones de gravedad.
-¿La jerarquía no se siente cómplice de estos delitos?
-Considero positivo que la opinión pública exija de los sacerdotes una conducta intachable; considero positivo también que se pida a la jerarquía de la Iglesia intervenciones oportunas, preventivas, medicinales o punitivas, según el caso. Todo ello, dentro del respeto al derecho que asiste a cada persona de defenderse. Le puedo decir que la Iglesia Universal y la Conferencia Episcopal de Chile han emanado normas clarísimas para eventuales casos de abuso sexual, cometidos por sacerdotes. El Promotor de Justicia es el encargado de acoger e investigar cualquier denuncia que sea verosímil y de enviar las conclusiones de la investigación al Obispo para que éste, a su vez, las remita a la Santa Sede. Comprobada la culpabilidad de un sacerdote, sigue una pena muy severa: la pérdida de su estado clerical. Y esto, independientemente del juicio civil al cual el clérigo está sometido como cualquier otro ciudadano. En cuanto a responsabilidad, es claro que ésta es siempre personal y no puede ser endosada a la comunidad.
-¿Por qué tampoco hay apoyo de parte de la Iglesia a las víctimas?
-La Iglesia ha apoyado y apoya a las víctimas y se siente solidaria con ellas, en primer lugar, colaborando para que la justicia cumpla  con su cometido y, además, poniendo en acto las acciones que estén a su alcance, para colaborar en la rehabilitación de las víctimas.

El celibato, un don

– En pleno siglo 21, es posible que el celibato llegue a ser sólo una opción?  ¿Responde a una cuestión económica- financiera  el hecho de que sacerdotes deban permanecer célibes?
– Siempre el celibato por el Reino ha sido y es una opción libre, destinado a encarnar los valores evangélicos de las Bienaventuranzas del Evangelio. Desde los comienzos de la Iglesia, varones y mujeres han escogido este peculiar estilo de vida evangélica, imitando la manera de vivir de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. En primer lugar, entonces, el celibato por el Reino no es un precepto, sino un don, que obliga mucho más  que los meros preceptos, porque expresión de amor indiviso a Dios y a las personas; respuesta al amor gratuito de Dios que llama y elige gratuitamente, y al amor hecho dedicación en el servicio a los hermanos. Hay que añadir otro elemento que fácilmente se olvida, el celibato no es exclusivo de la vida religiosa o sacerdotal: también puede ser llamado a seguir este consejo evangélico cualquier hombre o mujer que sienta la vocación de vivirlo en medio del mundo y, aunque no es esencialmente exigido como institución divina, la Iglesia estima que el celibato sacerdotal es una gracia del Espíritu que acompaña la llamada sacerdotal y la hace particularmente fecunda. No hay otros motivos como sugiere la pregunta, menos de carácter económico o estratégico.

Vergüenza por Maciel

-En otro plano, usted es el encargado del Vaticano para investigar, mediante visitas apostólicas, las sedes de los Legionarios de Cristo. A mediados de 2009, usted, señalaba que su informe estaría concluido a fines de año, pero ahora  el texto final será entregado a mediados de marzo de 2010. ¿Sus indagaciones confirman graves casos de abusos en contra de jóvenes seminaristas como ya ha sido difundido por la TV? A la luz de los resultados,  ¿la figura de Marcial Maciel merece ser reconocida por la Iglesia?
– Sin duda alguna, los hechos que han acompañado la vida de Marcial Maciel revisten una extrema gravedad. El conocimiento de los hechos ha provocado un hondo sufrimiento y una dolorosa desazón en los miembros de la Legión y del Movimiento “Regum Christi”. Y no solamente en ellos. Justamente, todos nos sentimos avergonzados por la conducta de alguien que debía haber sido modelo de vida religiosa y sacerdotal para sus discípulos. Semejante conducta  no puede ser justificada. Sobre Marcial Maciel, la autoridad competente de la Iglesia ya se ha pronunciado, sin ocultar nada de la verdad de los hechos. Con claridad ha dicho que su conducta no es imitable. Ha dispuesto, además, el envío de cinco Obispos para realizar una Visita Apostólica, con el fin de ofrecer al Santo Padre útiles elementos de juicio para discernir el futuro de la Congregación. Entre verdad y caridad no puede haber oposición.

Enero 2010: Ricardo Muñoz, quien oficiaba misas en la parroquia Santa Teresa de Melipilla, fue apresado junto a su pareja Pamela Ampuero. El prelado usaba el auto del obispado para contactar a adolescentes y llevarlas a un motel. El sacerdote y su pareja Pamela Ampuero eran padres de dos hijos, aunque Televisión Nacional de Chile difundió que Ricardo Muñoz es padre de tres hijos.
Marzo de 2006: “Soy hijo de un sacerdote y estoy orgulloso de ello”, declaró ese año (Revista NOS) Alfredo Rivas Bravo para dar cuenta de la paternidad del sacerdote de El Sagrario, en Concepción, Rigoberto Rivas (dos hijos). En su testimonio, el joven declara que por años la Iglesia ocultó la doble vida del cura Rivas, quien a pesar de los castigos (lo enviaban a itinerar) y los llamados de atención de la jerarquía católica, no cortó el vínculo con sus hijos.
Abril de 2002: El sacerdote Enrique Valdebenito, párroco de Negrete, provincia del Biobío fue sometido a proceso por el Juzgado de Nacimiento por delitos de carácter sexual en contra de dos menores. Finalmente fue absuelto por la Corte Suprema. Sus detractores sostienen que un delito similar cometió en Argentina, pero huyó sin ser encausado.
Enero de 1996: El sacerdote Jorge Baeza, en Chillán, embaucó a una familia entera. Prometió a la esposa de un empresario, de nombre Lucía, dejar el sacerdocio y contraer matrimonio con ella. Lo mismo a dos de las hijas de la mujer, desde que tenían 15 años, para cometer abusos sexuales (estupro). Con el correr de los años, quedó al descubierto que también engañó a otras feligresas. Hoy está desaparecido.

Los Madrugadores

Distancia quiere marcar el padre Tomás del ex sacerdote Jorge Baeza. “Lo conozco como un laico más”, declara. Es el párroco de San Diego de Alcalá, en Tucapel, y a su grupo de oración -Los Madrugadores de Los Ángeles- se había unido Baeza. Así fue como lo hallaron, a través de Google, las jovencitas que hoy no quieren perderle pisada para, como insisten, prevenir a otras niñas de sus malas artes seductoras.
Algunas veces fue a Los Ángeles, admite de Baeza, el joven sacerdote con 8 años de ministerio. E insiste que en el grupo de más de 700 varones “no tuvo ninguna influencia, no la tiene ni la va a tener nunca ¿Cómo se le ocurre que va a ser fundador?”, declara tras precisar que este grupo de la Iglesia Católica ya cumplió 20 años.
El grupo de Los Madrugadores nació en Rancagua y ya se ha extendido en el país. En el de Los Ángeles, cada sábado, entre las 7 y 8 horas, se reúnen a rezar y a cantarle a la Virgen. “Él vivía en Huépil, a 55 kilómetros y no le era fácil llegar. Alguna vez le correspondió hacer la reflexión del Evangelio, pero fue ocasional. Aquí se reúnen personas serias”, dice.
La participación de Baeza en el grupo es anterior a la querella por estupro formalizada ante el Ministerio Público, y del delito cometido por el ex cura de Chillán en la década del 90, pocos se enteraron.
“No nos compete como grupo sondear su caso. Nadie le preguntó por su historia y se acogió como a uno más de todos cuantos se acogen, desde un obrero hasta un empresario. Pero él, particularmente, no tenía firmeza en el grupo”, precisó.

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