Roger Sepúlveda Carrasco
Rector Universidad Santo Tomás
Región del Biobío.
La acreditación de las instituciones de educación superior y, en particular, de las de formación técnico profesional es un tema de vital importancia en el ámbito educativo, no solo por su papel en la mejora continua de sus procesos, sino también, por su impacto en la vinculación con el medio.
La Ley 20.126, que establece los criterios y estándares de calidad para la acreditación de estas instituciones en Chile, juega un papel fundamental, pues garantiza que las instituciones de formación técnica cumplan con altos niveles de calidad en sus procesos educativos. Entre ellos, la calidad de los docentes, la pertinencia de los programas de estudio, la infraestructura y los recursos disponibles para los estudiantes.
Al ser sometidas a un riguroso proceso de evaluación, las instituciones se ven obligadas a revisar e ir perfeccionado sus métodos de enseñanza, sus programas de estudio y la calidad de los servicios que ofrecen, para garantizar que los estudiantes reciban una educación de excelencia que les permita enfrentar los desafíos del mundo laboral.
Este enfoque orientado a asegurar la calidad de los servicios que reciben los estudiantes es parte esencial para Santo Tomás, y para ocuparse de ello ha establecido el uso del ciclo Deming o PEER (Planificación, Ejecución, Evaluación y Retroalimentación) en sus procesos internos.
La vinculación con el medio es otro elemento crucial de la acreditación. Las instituciones de formación técnica no funcionan de manera aislada. Su éxito depende en gran medida de su capacidad para establecer relaciones sólidas con el sector productivo y la comunidad en que se insertan. La Ley 20.126 destaca la importancia de esta vinculación, y los criterios de acreditación incluyen la evaluación de la capacidad para establecer y mantener estas relaciones. Ello porque a través de estas conexiones, pueden asegurar que sus programas de estudio sean relevantes y respondan a las necesidades del mercado laboral y de la sociedad.
Además, la acreditación ayuda a construir la confianza de las personas en las instituciones. Los estudiantes, sus familias y los empleadores pueden tener la certeza que, al estar acreditadas, estas cumplen con estándares de calidad. Esto no solo mejora su reputación, sino que también aumenta su capacidad para atraer a estudiantes y personal académico de alta calidad.
En resumen, al garantizar la calidad de los procesos educativos y fomentar la vinculación con el medio, la acreditación no solo beneficia a los estudiantes y al personal académico, sino que también contribuye al desarrollo socioeconómico de la comunidad en general. Las instituciones acreditadas están mejor preparadas para enfrentar los desafíos del futuro y para proporcionar una educación que realmente prepare a los estudiantes para contribuir de manera significativa a nuestro país.