Actualizando el habla del ingenioso hidalgo

/ 19 de Agosto de 2015
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María Angélica Blanco Periodista y escritora.

Tal vez Miguel de Cervantes está dando vueltas en su tumba por la osadía de quienes modernizaron el inefable hablar de Don Quijote, quien se invistió de caballero andante para desfacer entuertos y venir en poner sus triunfos a los pies de la fermosura de la dama de sus sueños, doña Dulcinea del Toboso. 

A juicio de la Real Academia Española, la nueva edición crítica de la obra, remozada por un equipo de más de 50 connotados especialistas, la tornará más cercana a la comprensión de las nuevas generaciones.

La publicación contiene las dos partes del Quijote, sujetas al sentido literal que le imprimió Cervantes. También incluye un volumen complementario con ensayos de historiadores y filósofos. Cuenta con ilustraciones que reflejan la ruta que recorrió el hidalgo en sus aventuras, dibujos de ropa de la época, armaduras, muebles y objetos cotidianos usados en 1605, fecha de publicación del primer ejemplar que el genial autor dedicó al duque de Béjar.

Los expertos coinciden en que Cervantes dio inicio al género de la novela, volcando en su texto un imaginario portentoso que se presta para infinidad de interpretaciones. Lo cierto es que si en un principio se propuso escribir una sátira sobre las novelas de caballería, logró que los lances del caballero de la triste figura, montado en su escuálido Rocinante, y acompañado por su fiel escudero Sancho Panza, se convirtieran en un genial contrapunto entre la realidad y la ficción que aparece como subtexto a lo largo de la obra.

Don Quijote simboliza al utópico, al soñador y al altruista. Es el idealista que lucha hasta convertir sus ilusiones en realidades concretas y palpables. Por eso se enfrenta a 30 molinos de viento, en los que ve gigantes amenazadores. ¿Acaso ellos no son la metáfora de los obstáculos con que nos enfrentamos cada día? Por su parte, Sancho representa al pragmático, al que observa la realidad en toda su crudeza, y acepta su condición de humilde labrador sin cuestionamientos. Cuando el hidalgo le promete nombrarlo gobernador de una ínsula o reino, en un comienzo se muestra escéptico. Motivado por el afán de participar en increíbles andanzas, decide aceptar la oferta. 

De los consejos de Don Quijote a Sancho, el escudero aprendió a escuchar sabiamente a su amo, quien, al parecer, de loco no tenía nada: “Anda despacio, Sancho. Habla con reposo, que no parezca que te escuchas a ti mismo. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en el estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino en demasiado, ni guarda secreto ni cumple palabra”.

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