Agua para su molino

/ 4 de Marzo de 2012

En medio de la seguidilla de uno y otro conflicto, nada más sabio que la reflexión de los abuelos. Es que la vida enseña ¡Qué duda cabe! Estamos llenos de corrientes de opinión, doctrinas e ideologías, creencias y religiones; en fin, al igual que el nombre de la pizza con más aderezos “De un cuanto hay”, por demás sustantiva en ingredientes. Efectivamente, cada uno de nosotros es algo así como un grano de arena en la playa de Copacabana, muy parecido a los demás, pero jamás idéntico. En lo humano pasa igual y los intereses, agrados y desagrados, búsquedas, anhelos y sueños, felicidades, desgracias y tragedias de cada cual son exclusiva y excluyentemente individuales.
Aquello explica que todo acto humano conciente apareje o conlleve el “acarrear agua para su molino” en lenguaje metafórico. La regla general es más bien el que nadie, en ese perfil, hace algo por hacerlo no más, tratamos de hacerlo de la mejor manera posible a fin de dejar en la otra parte una buena imagen de nuestro hacer. Buscamos hasta en lo más nimio o mínimo dejar en los otros generalizados una huella positiva. Y, como en la vida no se pueden tomar todas las micros, tantas veces se trata de la única oportunidad. Una reconocida sentencia poética lo señala magistralmente cuando al exclamar sentidamente grafica: “Cuántos de nosotros pasamos la mayor parte de nuestras vidas a la sombra de un acontecimiento que todavía no sucede”.
Así, el cuidado de las relaciones humanas como de nuestro propio actuar debe ser permanente. Un sólo detalle puede incidir para el resto de nuestra mejor o peor vida. Por eso que a ésta tenemos que cuidarla, de verdad única humanamente hablando, debemos tomarla muy en serio, con la más profunda de las responsabilidades, a riesgo que tantas veces no acarreemos agua para nuestro molino dando lugar a la generosidad más plena, a la caridad más elevada.
La moderna sociología nos permite distinguir hoy día en este acarreo de aguas las relaciones “sujeto- sujeto” y “sujeto- objeto”, hablando con precisión de interrelaciones y de interacciones, todos los días, de las mañana a las noche vivimos en medio de esta jungla de ecuaciones. Es lo que nos permite encontrar personas excepcionales que son capaces de ofrendar su propia vida para salvar la del próximo, y otras que por defender su familia, bandera o símbolo de la cruz dan la suya, usualmente sin pretender jamás acarrear agua para su molino.

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