Alicia Cuevas: La Eva del mural de la Pinacoteca

De nuestra biblioteca: Por Pamela Rivero | Agosto de 2000

Esta figura forma parte de las historias no ofciales de Concepción, de la cual muchos dicen conocer un capítulo sabroso, casi siempre muy alejado de lo real. Por esta razón, la protagonista de tan comentada obra decidió contar una verdad hasta ahora desconocida: la de su vida y la de su encuentro con el pintor mexicano, Jorge González Camarena.

La mujer desnuda que Jorge González Camarena plasmó en el mural de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción ha sido observada por más de tres generaciones. Muchas historias se escribieron sobre la musa que el artista eligió para representar a Latinoamérica.

Pero la mayoría de ellas buscaba hurgar en el origen de la modelo, explotando el morbo de una historia no oficial que tanta curiosidad provoca en quien contempla la obra del mexicano.

Dicen que es una “niña de la Olga”, susurran unos con picardía y otros con desdén, al pasar frente a la voluptuosa figura femenina que con orgullo decidió inmortalizar su humanidad, sin prever que ésta se convertiría en un mito que traspasó la intención de la plástica.

Hoy, con casi siete décadas a cuestas, la protagonista decidió relatar a Nos su verdadera historia: la de una joven y un pintor que unió un día el destino, para dar forma a una creación artística que adorna el mural más importante de la ciudad.

Alicia del Tránsito Cuevas Cuevas es su nombre. Actualmente vive en Yungay, en la provincia de Ñuble, donde es propietaria de una de las discotecas de la ciudad. Este negocio fue precedido por dos quintas de recreo: La Cabaña y El Punto y Coma, por las cuales desfilaron las mujeres más bellas del Picaresque y del Bim Bam Bum, acontecimientos que no estuvieron exentos de polémica, sobre todo, entre las señoras del lugar.

Este negocio, más los comentarios sobre un pasado oscuro, como decían algunos debido a su trabajo en una boite penquista, la hicieron blanco de comentarios malintencionados. “Hasta hubo rumores que aseguraban que yo era hombre”, dice.

Es hija natural de un padre que, aunque jamás la reconoció, la acogió en su hogar, en Coltauco, hasta los 14 años. De la familia de su madre poco sabe, pues creció alejada de ella. Sólo reconoce con timidez que su tío fue vicepresidente de la República durante el gobierno de Gabriel González Videla, “pero yo nunca pude acercarme a él”, advierte con un poco de tristeza, la misma que acompañó sus primeros años en este mundo. El destino la reunió con su madre ya siendo una adolescente, y con ella emigró a Valparaíso, para iniciar una nueva vida. Sin embargo, en esa ciudad tampoco encontró ese amor fraternal que tanto ansiaba y que sólo mucho después recibió de un extranjero carismático, que se cautivó con su rostro.

Finalizaba la década del cuarenta, cuando el azar le jugó una mala pasada. Aunque no lo reconoce abiertamente, la “audacia” -como prefiere decirle ella- de un hombre mayor engendró en ella una nueva vida, cuando sólo tenía 15 años. “Pasó lo que tenía que pasar, son cosas que les ocurren a las personas por ignorancia. En aquella época jamás se hablaba de sexo. Yo sé que ahora a nadie la obligarían a hacer algo que no quiere…”, confiesa con pesar.

Desde ese momento comenzó a errar por distintas ciudades con su pequeña hija en sus brazos. De su madre nunca más supo. Pero la soledad y la miseria hicieron nacer en ella una fortaleza que hoy la hace enfrentar con mucho aplomo la adversidad y los momentos amargos, que han sido muchos. “Di buenos y malos pasos. Trabajé haciendo de todo, pasé hambre y hasta tuve que dormir en la calle. Pero no me avergüenzo ni me arrepiento de nada. Es más, si volviera a nacer no cambiaría ningún capítulo de mi vida, porque todo lo que me ocurrió me hizo luchar por un objetivo: ser independiente y tener mis cosas, pues nunca acepté que me regalaran algo”, sentencia.

Con esa determinación crió a cada uno de sus cuatro hijos, tres mujeres y el menor, Juan, su mayor orgullo y su compañero. A todos les contó su verdad y lo mismo hizo con sus yernos. “Antes del matrimonio los cité y les dije: Ésta soy… Se los aclaro ahora, para que no se enteren sobre mi pasado por boca de otros, y luego se los encaren a las niñas”.

Su forma de vida “alocada, pero más sana de lo que algunos creen”, como afirma ella, le provocó muchas veces el rechazo de la gente. Y aunque esto, sobre todo durante su juventud, la hizo derramar muchas lágrimas, hoy parece ser una etapa superada. “Ahora poco me interesa lo que se diga sobre mí”, sentencia.

Una curiosa mezcla…

En el amor, la fortuna tampoco estuvo de su lado. Se casó cuatro veces, “pero ninguna enamorada”, recalca. “Yo no soy de las mujeres que se ciegan por un hombre ni tampoco soporto que me traicionen…”, asegura. Por ese motivo, frente a cada traspié prefería dejar todo e iniciar un nuevo camino. Después de recorrer varias ciudades del país, finalmente llegó a Concepción, donde se instaló con un negocio de abarrotes, en la calle Banderas.

Invirtió todos sus ahorros en ese proyecto, el cual finalmente no prosperó. Fue entonces cuando se enteró de la existencia de Olga Valdivia, dueña de la boite más visitada por los machos penquistas. “Cuando me di cuenta que mi negocio no resultó y que me estaba quedando sin nada, decidí visitar a la ‘Olguita’ y le pedí trabajo como bailarina. Hacía mi show sólo los viernes y sábado. El resto del tiempo vivía en mi casa, junto a mi hija y a una persona que me ayudaba a cuidarla”.

De ese periodo, Alicia, o “Jassna”, como era su nombre artístico, dice tener muy buenos recuerdos. “A mí siempre me gustó la bohemia y mi trabajo me encantaba, pues el baile y la música siempre me atrajeron. Los hombres eran muy respetuosos con nosotras y por eso tenía bastantes amigos. No hay que olvidar que allá no llega cualquier patán”.

En ese ambiente de luces, brillos y de mujeres hermosas que enamoraron a más de un visitante, el show de “Jassna” era uno de los más esperados, asegura un penquista, que en aquella época era asiduo de la boite. “Era una mujer muy atractiva y su estampa llamaba la atención de todos. Además, en su personalidad, siempre alegre, se conjugaba una curiosa mezcla de desinhibición e ingenuidad”, afirma.

Aún persiste en el recuerdo de algunos parroquianos el recuerdo del “meneo” constante de las caderas de la bailarina, cuya sensualidad y ritmo se convirtieron en uno de los principales atractivos del lugar, hasta donde llegaban destacados hombres de negocios, políticos, autoridades, profesionales y toda la bohemia penquista de la década del ’60, atraídos no sólo por la belleza de las chicas, sino por el “buen ambiente” que se respiraba, gracias a la reglas que impuso su dueña: sin riñas, ebrios ni escandalosos.

Alicia rememora que todas quienes trabajaban en la boite, aproximadamente 40 mujeres, le debían mucho respeto a su propietaria. “Ella nos obligaba a andar siempre muy bien presentadas. Si nuestra apariencia no le gustaba nos llamaba y decía: Señorita ¿a usted no le alcanza el dinero para comprar otro vestido?¿Y qué pasó, acaso no tuvo tiempo de ir a la peluquería? Eran las observaciones más comunes”. Al mismo tiempo asegura que en ella había mucha dulzura materna, por lo cual nunca se ha olvidado de visitarla. Aun cuando ahora, debido a su enfermedad, ni siquiera la reconoce. “La ‘Olguita’ sólo me mira, pero luego sus ojitos se quedan quién sabe dónde”.

Pudo ser…

Una noche, cuando “Jassna” había finalizado su espectáculo, llegó hasta el lugar Jorge González Camarena. “Yo estaba apoyada en una radio y, apenas me vio, me dijo: ‘Ahorita encontré lo que andaba buscando’. Pero no le di importancia a sus palabras”. Aunque no existe unanimidad en las versiones sobre por qué esta mujer llamó la atención del artista, hay algunos que aseguran que el rostro de Alicia cautivó al mexicano. De hecho, su primera idea fue usar sólo sus pómulos para representar las facciones femeninas. Sin embargo, su osadía fue mayor y, finalmente, le pidió que posara desnuda.

El artista local, y uno de los ayudantes de González Camarena, Albino Echeverría, cuenta que cuando el pintor decidió plasmar la figura de Alicia Cuevas en el mural, el trabajo estaba bastante adelantado. “Aunque nunca supimos bien cuál era la idea del maestro, pues sólo nos explicó en líneas generales cómo sería la obra, la idea de la mujer busca representar a Latinoamérica, por eso es que sobre ella hay un mapa que se integra perfectamente con sus formas”, dice.

Si bien existen versiones que aseguran que se decidió cubrir la parte inferior para evitar ciertos “reclamos”, Echeverría las desmiente e insiste en que todo tiene una intención y eso es lo que hay que entender al observar la obra. “De no haber sido así, sería sólo un desnudo sin sentido”, explica.

Cuando llegó el día de tomar las fotografías, con una sofisticada cámara que González trajo desde México, la decisión con que Alicia aceptó la propuesta flaqueó a último momento, con lo cual casi arruina la sesión. Aunque la musa dejó muy claro que siempre utilizaría la parte de abajo de una tanga, y que nadie más que el artista podía estar presente, a la hora de desprenderse de sus ropas dudó muchas veces.

“Él estaba furioso porque ya había ocupado casi toda la película y yo aún seguía con el vestido puesto. Finalmente, en un momento en que él dejó la cámara lista, empotrada en un andamio, y cuando no estaba mirando, me decidí. Justo se disparó la última fotografía. Se enojó mucho, pues el material se lo enviaban desde su país, de modo que si ninguna toma servía, se iba a retrasar todo el trabajo. Pero yo le dije: Maestro, no se preocupe, ésta va a ser la definitiva”, cuenta.

Su presagio se cumplió, pues justamente ésa es la imagen que hoy se observa en el mural que el artista bautizó como Presencia de América Latina.

Otras de las partes de la historia donde no hay consenso es sobre el tiempo que le tomó a González plasmar la figura de su modelo. Hay algunos que sostienen que sólo fue una sesión fotográfica y que luego el trabajo se realizó haciendo una especie de gigantografía de la imagen, pero la protagonista asevera que la faena duró casi un mes. “Tuve que pasar jornadas sobre un cajón para que él me pintara. Eso sí, estábamos solos y todos los vidrios de la Pinacoteca se cubrieron para evitar las miradas de los curiosos”.

Como sea, fueron muchos los que conocieron de esa amistad, por la cual, periódicamente, Alicia, siempre acompañada de su hija, visitaba durante las horas de almuerzo al pintor.

De su supuesto romance con el muralista prefiere no hablar. “Fuimos amigos, salíamos para todas partes juntos y me sentía muy bien junto a él por su trato siempre amable y tierno, muy distinto al que yo había recibido de los hombres chilenos”.

Así lo confirman algunos cercanos al maestro, quienes aseguran que su carisma y su llegada con el sexo opuesto le hacían tener mucho arrastre entre las mujeres. “Él era bastante mayor que yo, pero su cariño casi paternal siempre me atrajo. Si se enamoró de mí, no me di cuenta”, confiesa Alicia. Pero deja abierta la posibilidad: pudo ser algo muy bonito…”. Incluso asegura que González la invito a su país para ser la protagonista de otro mural que se llamaría La Diosa del Fuego. Sin embargo, ella no aceptó, pues tenía una hija que no podía dejar sola en Chile.

Cuando terminó la obra, González debió regresar abruptamente a México, cuando se enteró del mortal accidente automovilístico que sufrió su hermano. Ése fue el fin de la relación del artista y de su musa. Pero para la posteridad quedó una obra y una historia que transcenderá en el tiempo.

“Creo que ni Jorge ni yo dimensionamos la importancia que este mural tendría en el tiempo. Por eso ni siquiera fui a la inauguración. Él me había regalado un hermoso vestido blanco, con perlas, pero a último momento me arrepentí, quizás por vergüenza o por temor al que dirán”.

Esa timidez de juventud, que le impidió estar presente aquel día triunfal para ambos, hoy fue desplazada por una fortaleza a toda prueba, lo cual se confirma con su ofrecimiento para volver a posar desnuda si así se lo pidieran. “Eso sí, esta vez cobraría mucho más dinero que la primera”, asegura entre risas.

ALICIA CUEVAS CUEVAS SIGUE VIVIENDO EN YUNGAY, EN LA MISMA CALLE -A SÓLO METROS DE LA PLAZA DE ARMASDONDE LA ENCONTRAMOS HACE YA CASI 16 AÑOS. EL TERREMOTO DE FEBRERO DEL 2010 “ECHÓ ABAJO” LA ANTIGUA CASONA DONDE VIVÍA Y EN CUYAS DEPENDENCIAS MÁS CERCANAS A LA CALLE FUNCIONABA SU NEGOCIO: “COKE DISCOTEQUE”. HOY CAMINA AYUDADA POR UNA MULETA, SE CONSTRUYÓ UNA CASITA EN EL MISMO SITIO DONDE ESTABA LA “COKE”, Y TIENE POR VECINO A SU HIJO ADOPTIVO. VIVE DE UNA PENSIÓN ASISTENCIAL QUE LE ENTREGA EL ESTADO Y AÚN CONSERVA INTACTOS LOS RECUERDOS DE LA AMISTAD CON EL MEXICANO QUE LA PINTÓ DESNUDA EN EL MURAL MÁS IMPORTANTE DE CONCEPCIÓN.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES