No es eslogan de campaña, sino que una característica que, a punta de esfuerzo, ha sido parte de la vida de la actual alcaldesa de Santa Juana, cargo al que también llegó para marcar un derrotero como la primera mujer en dirigir la comuna y, la única, en alcanzar este logro sin el apoyo de los partidos políticos tradicionales. A la vida pública -dice- ingresó para devolver la mano a la comuna que la vio crecer. Trabajo tiene bastante, por las múltiples necesidades que evidencia su tierra, partiendo por una emergencia hídrica para la que busca soluciones definitivas y no más “parches”. Tal vez sea la primera que lo logre.
Por Pamela Rivero J.
El 16 de mayo de 2021, Ana Albornoz Cuevas (39) se convirtió en la primera mujer en llegar a la alcaldía de Santa Juana, y en la primera, además, en hacerlo de manera independiente. Abogada y perteneciente al movimiento Izquierda Libertaria, tuvo también un importante papel en la campaña del presidente Gabriel Boric, quien de cara al balotaje, le pidió que fuese su coordinadora regional en el Biobío. Con seis meses a cargo de su municipio, asumió este rol que la posicionó como el nexo del candidato de Apruebo Dignidad con nuestra región.
Lejos de lo que ocurrió en procesos electorales anteriores, donde el liderazgo regional era ejercido por alcaldes de las principales ciudades del Gran Concepción, en esta oportunidad, el cerebro de la campaña se instaló en una comuna rural, dirigida por una alcaldesa que no provenía y tampoco buscaba ser parte de las estructuras partidistas tradicionales.
Eso sí, la historia de Ana Albornoz había empezado a esbozarse mucho antes, en una escuela multigrado del sector de Curamávida, donde su papá y su mamá eran profesores y, ella y sus dos hermanos menores, parte de los 81 alumnos de diferentes edades que se mezclaban en las pocas salas de clases que tenía el recinto. “Vivíamos en una situación de extrema ruralidad en todo sentido. Se subía el río Bío Bío y quedábamos aislados por días. Los avances que se vivían en Concepción estaban muy lejos nuestro. Imagínate que la electricidad recién llegó a mi casa cuando yo tenía 14 años”, recuerda.
A los 12 años, para seguir la enseñanza media, tuvo que dejar su casa para trasladarse a Santa Juana, donde unos familiares. De primero a cuarto medio estuvo en el Liceo Nueva Zelandia, en el que siempre destacó por ser la mejor alumna de su curso y la primera en la historia de ese establecimiento en ir a la universidad para estudiar Derecho. El año de su egreso de la educación secundaria, ningún otro compañero llegó a la universidad. “Nunca hicimos un ensayo. El problema era que como en nuestro liceo nadie quedaba en universidades públicas, no nos hacían preparación para la prueba. Por eso el resultado para mí fue una sorpresa”.
-¿Qué influyo en usted para conseguir ese logro?
“En la escuela de Curamávida teníamos una biblioteca, y como no había luz y, por lo mismo, no había posibilidad de ver televisión o de tener otras distracciones, yo pasaba harto tiempo allí. Nuestros papás nos inculcaron la importancia de leer y pudimos hacer una educación autodidacta, por así decirlo”.
Llegó a la UCSC para convertirse en abogada a inicios de la década del 2000. Ahí además inició su militancia política en el centro de alumnos de la carrera y en la federación de estudiantes. “En tercer año quedé embarazada y tuve que congelar dos años para cuidar a mi hijo y también para trabajar para mantenerlo. Es la historia de muchas mujeres”. En ese periodo, trabajó de garzona en restaurantes y discoteques, y de secretaria en los veranos. “Mi familia y el apoyo de mi mamá con el cuidado de mi hijo me permitió volver a la U. Me costó harto. Hubo que hacer muchos esfuerzos para lograr el objetivo”, recalca.
-¿Imaginó alguna vez lo que hoy está viviendo?
“Para nada. Ni siquiera creí que podía llegar a ser abogada. Y por eso mi idea de apostar a cargos públicos va porque más niñas y más mujeres puedan cumplir sus sueños. Está estudiado que cuando vemos que nuestras pares obtienen logros, nos sentimos más animadas por conseguir nuestras metas, a pesar de las dificultades que debamos sortear. No quiero que se piense que solamente desde un sacrificio extremo, como el que yo tuve que vivir, uno puede conseguir cosas. Nosotros tenemos un lema, y es que las niñas y las mujeres de Santa Juana no tienen límite para sus sueños, y que podemos lograr lo que queremos si permanecemos unidas y construimos mejores políticas públicas, por eso buscaremos todos los apoyos posibles para acompañarlas en ese proceso, de manera que ese camino no sea tan desgastante para ellas”.
-Su historia la ayuda a empatizar con los vecinos de su comuna.
“Creo que sí, y eso me motivó también, apenas salí de la universidad, a trabajar con sindicatos, con la Unión Portuaria o con el sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, porque me siento más parte de esa realidad que de la que puedo estar viviendo hoy por ejercer un cargo. Suele ocurrir que la gente que ocupa cargos públicos tiene a sus hijos en colegios particulares, va a clínicas privadas o deja de usar el transporte público. De hecho, algunos jamás lo han utilizado. No logran empatizar con las necesidades de la gente, no comprenden qué es no saber si vas a llegar a fin de mes o cómo vas a mantener a tu familia. Eso igual es una clave para que nosotros, que venimos de abajo, postulemos a cargos públicos”.
-A veces el poder aleja a las personas de sus votantes, ¿cómo lo va a hacer para que esto no le ocurra?
“Es complicado, pero no tanto en una comunidad como Santa Juana. De todas formas, creo que cada cierto tiempo uno tiene que cuestionarse sus privilegios. Yo siempre les digo a las feministas: cuando estábamos en la universidad, nosotras podíamos luchar por nuestros derechos, pero qué pasó con Marta, la mujer que sufrió un femicidio en Santa Juana y que vivía en una población. Ella no tenía las herramientas que te da la universidad para enfrentar la vida. Yo también soy una privilegiada, porque mis compañeras de básica y de media no pudieron estudiar como lo hice yo. Entonces, detento un privilegio, porque mis padres tenían cierta educación y me pudieron apoyar de alguna manera, pero hay gente que no tiene a nadie. Yo todavía, cuando puedo, ando en micro, por ejemplo, y trato de hacer mucho terreno, porque de esa manera uno se da cuenta de la realidad que están viviendo otros, y no se separa del mundo en una burbuja”.
-Desde la universidad es adherente de Izquierda Libertaria. ¿Qué la identifica con ese movimiento?
“Yo sabía que era de izquierda, porque venía de abajo y tenía claro que quería ayudar a las personas de mi pueblo. Sin embargo, no creía en el marxismo ni en los totalitarismos. Creo más en la libertad, en el apoyo mutuo, en la solidaridad, que es algo que se da mucho en el campo, como las formas de economía solidaria que tenemos nosotros. Y eso es Izquierda Libertaria, un movimiento que apoya a la clase trabajadora, que es muy sindicalista y que respeta las decisiones de las comunidades”.
-¿Qué le falta para convertirse en partido político?
“Nosotros nunca hemos pretendido construir un partido político. Sí estuvimos en Convergencia Social, que es el partido del presidente, pero siempre nos planteamos desde el sindicalismo. Para nosotros, la militancia es una forma de vida que implica, por ejemplo, ser solidarios con el resto, aportar de nuestra remuneración a la orgánica y a causas sociales. Y eso requiere que tengamos un real compromiso con nuestras comunidades antes de postular a un cargo público”.
Casi subsecretaria
En la segunda vuelta presidencial, la alcaldesa Ana Albornoz se incorporó a la campaña del entonces candidato a la presidencia, Gabriel Boric, como coordinadora regional. Tras esa experiencia, adquirió un importante peso político que la mantiene hoy como una de las jefes comunales más cercanas a La Moneda. Incluso se creyó que ocuparía algún cargo en el gobierno del presidente Boric, pero en ese momento, ella lo desechó.
-Si ahora el presidente la llamara a ser parte de su gobierno, ¿aceptaría?
“Cuando el presidente decidió que yo fuera la coordinadora regional de su campaña, hizo un gesto hacia las mujeres y hacia las personas que venimos de comunas pequeñas. Lo sentí como una forma que él también vio para impulsar mi carrera política, al igual como lo ha hecho con las ministras de su gabinete, y eso se agradece, porque eso es feminismo también. Él ya me había ofrecido asumir un cargo a nivel regional, incluso, a nivel nacional en el área de la agricultura. Pero no acepté, les respondí que tal vez una vez terminado mi mandato podría apostar a otro cargo”.
-¿Qué cargo le ofrecieron?
“Me preguntaron si estaba disponible para postular a la subsecretaría de Agricultura. Yo era uno de los nombres en los que se había pensado. Era una idea que entusiasmaba, pero insisto, yo tenía y tengo un compromiso con la gente de Santa Juana que, en ese entonces, hacía solo seis meses que me había elegido. Ellos se la jugaron por mí, fueron valientes para escoger a la primera mujer alcaldesa y a alguien que no venía de los partidos políticos tradicionales. Por eso yo no los podía dejar abandonados. Hubiese sido una traición”.
-Está de acuerdo con que el primer proyecto que el gobierno envió al Congreso haya sido la amnistía para los presos del estallido ¿O había otras necesidades que tenían prioridad?
“Eso era un tema más jurídico, y que no implicaba demasiado tiempo. Sé que estuvieron trabajando tanto la ministra del Interior como la ministra de Justicia en eso. Incluso antes de asumir ya era una promesa del programa del presidente Boric, que había que cumplir, así es que estoy absolutamente de acuerdo”.
50 litros de agua diarios
–Santa Juana vive una situación de escasez hídrica dramática. Hay familias que viven con 50 litros de agua diario. ¿Cómo se soluciona este tema?
“El día de su nombramiento, la delegada presidencial visitó Santa Juana. Fue al sector rural de Tricauco para conversar con vecinos y darles una señal de que esta delegación presidencial iba a estar en terreno. También fue una forma de reconocer que fuimos la primera comuna que puso el tema en agenda, la que hizo protestas, la que ha aparecido en medios nacionales, interpelando al exdelegado presidencial, al expresidente, al ministerio de Agricultura y, también, al gobernador regional, en el sentido de que hay que hacer un proyecto de transformación. En Santa Juana venimos con este problema desde hace mucho. Repartimos 50 litros de agua diarios a 1.090 familias. Eso es muy poquito. Por eso decimos que la escasez no puede tratarse como una emergencia en la Onemi, sino que necesita soluciones definitivas”.
-¿Qué compromiso tiene del gobierno del presidente Boric para tener esa solución definitiva?
“Cuando el presidente asumió, habló sobre la escasez hídrica y de cómo las políticas públicas podían cambiar la vida de las personas. Nosotros sabemos que esto no se va a hacer en un año. Sabemos también que los presupuestos están amarrados para 2022, pero creemos en la importancia de que el presidente escoja a las mejores personas para poder apostar por un proyecto que solucione definitivamente y de manera agroecológica el tema del agua. Son miles de millones que se invierten en los camiones aljibe, que no se pueden parar porque la gente tiene que seguir recibiendo agua, pero a la vez podemos desarrollar proyectos novedosos, como la cosecha del agua o inscribir las pocas aguas que nos quedan. Hay mucho por hacer hasta llegar con agua a todas las casas de nuestros vecinos de Santa Juana”.
-¿Estos proyectos se podrían concretar durante su periodo como alcaldesa?
“Tenemos planificado un salto súper importante, que es nuestra mesa de trabajo con las empresas forestales. Como municipio no tenemos la capacidad de diseñar proyectos, pero sí podemos postular a los recursos ahora en este nuevo gobierno, entonces pensamos: si las forestales nos contratan una consultora y nos diseñan proyectos de agua con privados, nosotros después podemos postularlos a proyectos públicos. Y ya estamos en eso con Forestal Arauco”.
-¿Cómo ha sido hasta el momento la relación de su comuna con las empresas forestales?
“Partimos en un mal pie, porque yo no era su candidata. Se hacía creer a la comunidad que yo quería echar a las empresas forestales y dejar a la gente sin trabajo. Pero ese poder no lo tiene un alcalde o una alcaldesa. Lo que yo quería era que algunos de los costos que asumimos los santajuaninos, como la escasez hídrica, el cambio en el paisaje, la falta de árboles nativos, la destrucción de caminos rurales, entre otros, no los siguieran pagando (las empresas forestales) con matamalezas o con cursos de conducir. Nuestra idea es que todas esas riquezas que ellas obtienen de la tierra de Santa Juana, que es la comuna más grande de la provincia y tiene 80 por ciento plantado de monocultivo, en vez de irse a Vitacura y Las Condes, se queden acá. No es que seamos enemigos de ellas, lo que queremos es justicia, que reconozcan que nos hicieron daño en el pasado y que siguen haciéndolo. Su colaboración para solucionar nuestro problema con el acceso al agua yo lo veo como una reparación. El hecho de que ya se hayan sentado a conversar es para nosotros el avance más importante en la historia de Santa Juana en este tema”.
-¿Cómo proyecta a Santa Juana?
“Tenemos proyectos por concretar, como el tema del agua, el parque Catirai, el mejoramiento del hospital, una ambulancia de avanzada, que solucionarían necesidades básicas. Tengo el proyecto de carreras técnicas relacionadas con la agroecología, pero más que todo, quiero que la gente de la región del Biobío y del resto del país pueda conocer a Santa Juana. Que no pase, como me decían mis compañeros de universidad, que si se quemaba el pueblo entero a nadie le importaba. Yo ahora quiero que entremos en el mercado local con nuestros productos, con el vino y el merken. Que sea una comuna amable, un destino de descanso y conservar lo bueno que tenemos. Yo quiero que en Santa Juana se viva bien, que la gente sea feliz, y eso es una co muna que tiene un gobierno local que cuida a sus vecinos, que los quiere y que empatiza con ellos”.
“Para Marta llegamos tarde”
Marta Núñez, que fue víctima de un femicidio el pasado 13 de marzo en Santa Juana, tenía un año más que la alcaldesa Ana Albornoz. “Tenía 40 y yo, 39. La conocí a ella y también a quien sería su victimario, porque vivía en un sector rural de la comuna, igual que yo”, recuerda. Se veían a diario. Marta trabajaba en una ferretería y además en un furgón “para mantener a sus tres hijas. Era una persona muy conocida y querida”. Cuenta que había recurrido al municipio a realizar algunos trámites, pero que no habría dado señales de alerta que permitieran conocer que era víctima de violencia. “Nosotros ahí decimos que fallamos, y por eso nos dolió mucho lo que ocurrió, porque a pesar de ser un municipio feminista, de estar instalando un centro de la mujer, de hacer educación de género, llegamos tarde, y eso es responsabilidad de toda la sociedad y también de nosotros”.
-¿De qué se trata la política integral en contra de la violencia que usted está proponiendo?