Andrés Wood, director: “En el cine estamos lejos del público”

/ 23 de Septiembre de 2008

El tema de la vida y sus circunstancias le ronda fuerte al creador de “Machuca”, partiendo por el nombre de sus actuales proyectos: a “La buena vida”, su última película, ahora se suma “Mi vida en los 80”, una serie para televisión que desde octubre recreará los primeros años de la inolvidable década: aquellos del Mundial del 82, la locura por la Polla Gol y las primeras protestas contra el gobierno de Pinochet. Son las historias de Andrés Wood, un viajero del tiempo que no teme mirar siempre hacia delante.
“Disculpa, estoy full con unos spots para la Teletón”, explica Andrés Wood a su interlocutor a través de su teléfono celular. Un celular que no para de sonar a lo largo de toda esta entrevista, realizada en las dependencias de Wood Producciones, su casa-productora. Observo el entorno. La verdad es que nada apunta especialmente a que desde estas oficinas se organiza el director que en 1998 sorprendió a la escena nacional del cine con “Historias de fútbol” y que encontró la consagración definitiva en 2004 con la premiada “Machuca”. La decoración es casual y sobria, y salvo algún afiche de sus trabajos, no se observa ni galardones ni fotografías espectaculares. Es que el glamour y la taquilla no es lo suyo, y lo recalca reiteradas veces a lo largo de esta conversación.
Tal vez por ello es que, a pesar de su intensa agenda de trabajo, parecía desaparecido de la escena pública. Lo cierto es que casi siempre está de viaje –ahora viene llegando de un festival de cine en Colombia donde participó como jurado- organizando de forma simultánea sus múltiples proyectos. Uno de los últimos, y cuyos resultados lo dejaron bastante satisfecho, fue una serie denominada “La otra vida” que se exhibió, por convenio con Movistar, a través de celulares. Distribuida en 10 micro-capítulos de un minuto y cuarto de duración, la serie recreó la historia de una actriz cesante (Francisca Rojo) que intenta integrarse al elenco de la película “La buena vida” a través de su amistad con uno de sus protagonistas, el actor Eduardo Pacheco (que en el film interpreta a un joven músico). Una novedosa estrategia de marketing que juega con la mezcla de realidades, y que incluyó al propio Wood actuando de sí mismo. “La gracia es que acá se hizo como un spin off: le das otra vida al personaje de la ficción. El personaje de la serie está haciendo de él mismo. Es una doble vuelta, y eso lo hace interesante”, explica el director.
Entre los proyectos mediatos, Wood y Cia. formará parte de un grupo de elite de cineastas nacionales (entre los que figuran Matías Bize, Alicia Sherson y Sebastián Lelio) que darán vida a una serie de 10 cortometrajes denominada “SCL”. Las historias se desarrollarán en diversos barrios de Santiago y se vincularán a través de diferentes medios de transportes, conformando una verdadera road movie urbana. El cortometraje de Wood se llamará “City tour”. ”Será como los que salen del Parque Arauco y te empiezan a hablar de la ciudad y que sé yo, pero de repente uno de los personajes que va arriba fue un torturado en Villa Grimaldi, y él va reconociendo los centros de tortura. Termina en un relato en Villa Grimaldi donde nos cuenta verbalmente todo lo que le sucedió”, adelanta.
Sin embargo, la principal motivación del director en estos días es el lanzamiento de otra serie, denominada “Mi vida en los 80”. Aquí, Wood nuevamente echará a andar la máquina del tiempo, esta vez para revivir los comienzos de los años 80. La historia se centrará en un matrimonio de clase media interpretado por los actores Daniel Muñoz y Tamara Acosta,  a través del cual se recrearán todos los acontecimientos y crisis que sucedieron en esos años: el mundial del 82, las inundaciones, la devaluación del dólar, la catástrofe económica y las primeras protestas La serie se enmarca en el proyecto Bicentenario de Canal 13, y será exhibida desde el domingo 5 de octubre en horario prime.
-¿Cómo fue recrear los comienzos de los 80? ¿Menos costoso que Machuca?
-No, fue difícil. Lo que pasa es que es un tema de medios. La televisión es más apretada, es difícil. Pero está muy bonito todo el trabajo de Rodrigo (Basaez, mano derecha de Wood que también trabajó en “Machuca”, “Tony Manero” y “Sexo con amor”) y todo el equipo de arte es muy bueno. Yo siento que la serie es familiar, pero a la vez es potente. Está en un buen tono. Espero que nos vaya tan bien como al Señor de la Querencia (risas).
-Bueno, esa serie es muy diferente y marcó mucho rating ¿Viste el famoso capítulo final?
-No, yo no la veo. No la he visto nunca en mi vida.
-No te tincó…
-No, es que sabes que no me gustan las teleseries. No me interesan.
-En realidad, se les da otro nombre: series nocturnas.
-Nooo, son teleseries. La verdad es que esta no la vi, nomás. Vi el último capítulo de la anterior, “alguien me mata” o “alguien me mira”…
-Alguien te mira.
-Eso, y lo encontré muy maalo. Entonces no sé, quizás hay que meterse en el código, y desde el principio, y ahí uno empieza a entrar.
-¿Te parecen truculentas estas series?
-No sé, como que las encuentro (solamente) de una mirada, de una capa, digamos. Seguramente lo estoy leyendo mal, pero no me ha dado el interés de meterme.
-La recreación de épocas siempre es un tema fascinante de la producción cinematográfica y de la magia que puede provocar el cine. Para “Machuca” utilizaste efectos especiales; por su parte, Pablo Larraín prefirió filmar rincones sobrevivientes del Santiago antiguo para “Tony Manero” ¿Cuál de las dos opciones prefieres?
-Depende de la historia. La historia de Pablo (Larraín) es más cerrada, más íntima que la historia de “Machuca”. En “Machuca” se iba harto a las protestas, las calles estaban más presente, había un colegio, era más la calle lo que se necesitaba ver. Y obviamente buscamos las locaciones que eran mejores, si tampoco somos suicidas, jaja. Acabo de  ver la película de Pablo y me pareció muy buena, visualmente muy especial.

“Me pienso como un espectador”

El perfil de Andrés Wood no es el tradicional de los cineastas chilenos. Sus primeros años profesionales los dedicó a la economía, ciencia que estudió en la Universidad Católica de Chile y de la que se graduó en 1988. Nacido en una familia del barrio alto de Vitacura, su destino como ejecutivo o yuppie parecía escrito. Sin embargo, su pasión por el cine siempre estuvo presente. La idea para la historia “La fiebre de loco” (2001) se originó de sus estudios como economista, así como “Machuca” recogió muchas de sus vivencias infantiles en el colegio Saint George. Finalmente dejaría todo por su sueño, marchándose a estudiar cine a Nueva York en la NYU.
-La historia de “La buena vida” se podría definir como “coral”, donde el eje se centra en historias paralelas de personajes. Sin embargo, no ocurre un incidente que las una y genere un clímax, como el choque de “Amores Perros”, o la lluvia de ranas de “Magnolia” ¿Porqué descartaste esta opción que podría haber dado más comerciabilidad a la historia?
-Estas historias son muy de verdad, las encontramos, no las inventamos 100%. En esa naturaleza no era llegar y poner una idea… entonces, de alguna manera se creó la idea de este personaje (la vagabunda enferma que se prostituye para alimentar a su hija) que es un personaje simbólico, no está desarrollado como los otros, pero a la vez es real, parte de un hecho real. Patricia es un personaje que surgió de una noticia, cuando encontramos eso nos gustó. Y todo sonaba raro poniéndolo desde afuera, no era parte de la película.
-En tu película se siente un estado de ánimo un tanto depresivo: muestra un Santiago donde emprender cualquier proyecto cuesta muchísimo ¿Sientes que ese es el termómetro del Santiago de hoy?
-No sé si tanto. Yo creo que hay algo que está como nublando todo. Cuando hicimos la película rescatamos desde la calle las cosas. Y la sensación es que hay una incomodidad. Y lo complejo es cuando la incomodidad es poco clara. No es la incomodidad porque está el dictador que te está cagando, no es la incomodidad porque hay una depresión económica, no es la incomodidad porque haya una guerra o un terremoto… de alguna manera es una incomodidad con la sociedad que hemos creado. Tiene que ver, yo siento, con donde están puestos los incentivos y donde están puestas nuestras relaciones.
-¿No sentiste en algún momento que la película debió durar un poco más, que quizás se comprimió mucho para quedar en los 90 minutos … hablar más de los personajes, de sus motivaciones, llegar aún más hasta su fondo?
-No quiero explicar la película, pero lo que llama a este tipo (el peluquero Edmundo, interpretado por Roberto Farías) a devolver el maletín es la memoria, el valor de la memoria. Cuando la mamá le dice “así que te vas a quedar con la foto también”… chucha, la foto, ¿Qué es lo que tengo de mi padre? Una foto. Eso finalmente tengo. Y por eso raya la foto también, jaja (del maletín del músico que se robó). Y segundo, el crédito de los diez millones, uno no sabe si le darán o no ¿Qué es? ¿Es la repetición de lo mismo, o significa que él maduró y creció? ¿ Consiguió el aval de su madre, finalmente, en ese departamento que valía como 100 millones? No sé, estoy muy cerca de la película hoy día, pero la sobre explicación la habría matado.
-Este año ha sido pródigo en estrenos nacionales y se anuncia una nueva oleada más, con trabajos de destacados directores de la “nueva escuela” como Alicia Sherson (“Play”) ¿Cómo ves este panorama, estás optimista en cuanto al cine chileno?
-Yo creo que estamos en un momento bueno, pero desafiante… estamos lejos del público.
-¿Por qué está pasando eso, porqué se terminaron las cifras maravillosas de comienzos del 2000, las del público del “Chacotero…”, de “Sexo con Amor”?
-No sé, no me queda tan claro, hay que reflexionar. Pero en el cine estamos lejos del público. Y todos, no sólo las películas “más difíciles”.
-¿Es muy frustrante hacer cine de autor en Chile? Me acuerdo del caso de “La vida me mata”, una película que le gusto a muchos cinéfilos, pero que duró poquísimo en cartelera.
-Lo que pasa es… cómo se produce. Además, estamos viviendo un cambio importante en la exhibición, con la Internet. Estamos en un minuto en que no sé si mi próxima película va a estar en los cines. Lo que espero es que de alguna manera se evite el colapso de la música, donde hoy día los conciertos son los que funcionan, porque está la bajada y el pirateo. Lo complicado para nosotros es que los grandes quedan y los chicos mueren. Y nosotros somos chicos. O uno se puede hacer mucho más chico y hacer un cine totalmente de guerrilla, lo que es una alternativa, pero también una limitante.
-A pesar de todas estas dificultades, tanto la crítica como el público siempre reciben bien tus películas ¿A qué atribuyes ese éxito?
-Pienso que soy una persona sencilla, simple de cabeza, y que cuando hago mis películas me pienso como espectador. Me siento como público medio. Independiente que algunas películas hayan funcionado mejor que otras. Eso es magia, y no sé por qué.

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