Artefactos en segunda vuelta

/ 25 de Junio de 2014

La cultura de lo desechable incita a botar lo que se echó a perder. Reparar es una vía más económica, más sana, más ecológica. Los hombres que se dedican a la salud de los electrodomésticos escasean, pero existen, e invitan a reconocer que la vida de los artefactos puede ser más larga y funcional. Para ello trabajan, estudian, se las ingenian y los echan a andar.
Por Carola Venegas  Fotografías Gino Zavala.
oficios-VictorMaldonado-1“Se me apagó la tele. Faltan días para que comience el Mundial y la majestuosa pantalla plana que me acompaña desde la Navidad de 2009 se apagó, como si hubiera salido de un carrete etílico, sin aviso y para siempre. Dos intentos más. Como que chispea, como que se quiere conectar y no puede. Se viene el Mundial y yo con la roja puesta, la parrilla lista y los amigos confirmados. Qué voy a hacer”…  se pregunta Carlos, como si se tratara de la pregunta más importante de la raza humana. Pareciera que no existe otra tele más en el mundo o en su casa. Tiene dos más: una en su dormitorio y otra menos despampanante en la de los niños.
Explica que se va a comprar otra, que con los cortes de luz post terremoto parece que algo pasó, porque entre apagón y apagón su TV de tecnología japonesa tuvo algunos síntomas de pérdida. ¿Y por qué no reparar? Mueve la cabeza para decir “no”. Es que es más difícil… Es que a la larga sale más caro, es que es mucho más rápido ir a la multitienda, porque la electrónica ahora es tan fácil de comprar.
En estos días el poder adquisitivo sobre los productos importados, las facilidades de pago y los ofertones de cada temporada permiten a una gran parte de los chilenos darse el lujo de “tirar” antes de pensar en arreglar un artefacto.
Es verdad que en ocasiones componerlos significa más de la mitad del costo del producto nuevo. Pero, según los técnicos, cuando las personas quieren ahorrar, la opción más adecuada pasa por el arreglo. Microondas, lavadoras y refrigeradores, jugueras, planchas y televisores llenan los talleres, donde esperan una manito de gato que les ayude a extender su vida útil, al menos, un par de años más. La clave es buscar a un profesional entrenado, uno que estudie, que se las ingenie y que responda.
“Si me quiere hacer famoso, hágalo”, dice Víctor Maldonado detrás del mostrador en uno de los negocios de reparaciones más tradicionales de  Concepción. Hace medio siglo se encuentra en el local que fundó su padre en la galería del ex Cine Lido, y a su alrededor han proliferado más talleres del mismo rubro.
Mirar las gavetas y los rincones de esa tienda es transportarse a un museo de vidrio, plástico y metal. Buena parte de los electrodomésticos están allí hace mucho rato esperando el regreso a sus casas. Sus dueños a menudo olvidan que los dejaron en las manos de los expertos y éstos insisten en mantenerlos, porque han invertido en ellos repuestos, tiempo y conocimiento.
Víctor Maldonado explica que es un trabajo hermoso, pero que cuesta estar vigente. Hay que estar permanentemente actualizando conocimientos porque la tecnología cambia rápido y cada vez se estila una combinación más sofisticada de electrónica y mecánica.
“No sé si ubica el trabajo de embobinado, la tecnología que existía hace 50 años. Con eso comenzó mi padre cuando se inició en este trabajo, lo que es un mundo de diferencia comparado con lo que se ocupa en los artefactos de hoy. Ahora todo es eléctrico y mecánico, y se calcula para que fallen en un tiempo determinado, dependiendo del producto. Una plancha, por ejemplo, tiene una vida útil probada de apenas seis meses. Otros electrodomésticos más grandes, de una marca asiática duran dos o tres. Por eso nos hemos tenido que ir adecuando a los tiempos, pues la tecnología cambia rápidamente y los artefactos fallan cada vez más pronto”, señala Víctor.
oficios-lejandro-Gallardo-4Se queja un poco de la tendencia del público: “La gente  manda a arreglar las cosas y la mitad viene a buscarlas y la otra mitad no. Nos quedamos con la pega hecha. Tenemos la bodega llena de máquinas que no han retirado.  Están  allí… Esperando”.
Comenta que posterior al terremoto y tsunami del 27/F la demanda de arreglos se fue a las nubes. Costaba conseguir repuestos y tuvimos mucho trabajo, sin embargo, pasó la época. “Fue un asunto de causa-efecto. Y bueno nos queda claro que mucha gente prefiere renovar completamente lo que se le echó a perder, asunto que no es tan rentable. Cambiar un artefacto quizás más antiguo, pero de buena marca por uno de menor calidad es pan para hoy y hambre para mañana. Antiguamente los clientes preferían las marcas reconocidas, ojalá europeas, y eso de verdad ha cambiado frente a las marcas asiáticas. Sólo las personas que tienen mayor poder adquisitivo o las que sí saben apreciar la marca mantienen esa tradición”, recalca Maldonado.
Sin embargo, no se trata únicamente de tradición y búsqueda de calidad. Reparar y reutilizar es un concepto que se acuña en la conciencia ecologista. Hay instituciones que se dedican a la refracción de electrodomésticos en todo el mundo con tal de aminorar los crecientes índices de basura electrónica. Se le llama así a todos aquellos dispositivos eléctricos o electrónicos que han llegado al final de su vida útil y, por lo tanto, son desechados. Computadoras viejas, celulares, electrodomésticos, reproductores de mp3, memorias USB, faxes, impresoras, etc. Algunos se echan a perder y otros quedan obsoletos por el avance de la tecnología.
El tamaño de esta basura tecnológica es desesperanzador: mundialmente se produce 40 a 50 millones de toneladas al año, y la tendencia es que el problema se eleve a proporciones incalculables.
Esta realidad por sí misma es alarmante, pero la agrava el hecho de que muchos de los componentes utilizados en la fabricación de productos electrónicos son altamente tóxicos: sustancias que degradan el medio ambiente y en algunos casos son peligrosas para la salud.
Sólo por citar tres ejemplos: el cromo, usado para las cubiertas de metal, es cancerígeno; el cadmio, presente en la composición de baterías recargables, daña los huesos y los riñones; y el mercurio, necesario para producir iluminación en monitores, es nocivo para el sistema nervioso y el cerebro. Los médicos hablan de una intoxicación silenciosa, porque la acumulación de estos metales pesados en la sangre es muy lenta. Es por eso que a ellos se les dificulta cada vez más detectar enfermedades degenerativas y varios tipos de alergias.
Víctor tiene casi la edad del local de su padre. Dice que al lado está su madre con su hermano, más allá otro hermano con su mujer y en el otro una hermana con su marido. Son competencia, para todos existe clientela. “Los negocios son fríos”, comenta, como el refrigerador de dos cuerpos verde y ochentero que está a la entrada de su negocio esperando presupuesto. Lo que más llega para arreglo, eso sí, son los electrodomésticos pequeños, la plancha, la juguera, batidoras, secadores de pelo y en menor cantidad lavadoras, secadoras y aspiradoras.
Maldonado dice que los artefactos hablan de las épocas, de la historia, de las tendencias. Y también de las personas que las tienen. De su personalidad, de sus gustos. “Estamos en el tiempo de lo rápido, los artefactos solucionan esa necesidad de lo instantáneo”.
Es en esto que Alejandro Gallardo, técnico en electrónica, encontró su fuerte. La necesidad de que los artefactos estén listos y dispuestos en el tiempo más breve, la impaciencia del cliente y su capacidad de moverse son su distintivo.
“Tuve mi taller en Argentina. Me fui para allá en el año 84, cuando las cosas aquí no estaban para nada buenas. Y me quedé allá hasta que tuve que venirme por la muerte de mi madre”, comenta. Su agenda está copada dos días adelante y dice que en general la pega no falla. Trabaja hasta los sábado y su clientela crece conforme los trabajos van quedando buenos y sus mismos clientes lo recomiendan. “Yo pongo un aviso en un diario, pero creo que lo que más sirve en esta profesión es hacer un buen trabajo y desarrollarlo en una forma transparente”, recalca Gallardo, quien no tiene un taller establecido y se mueve para donde le digan, para donde lo soliciten. Se especializó en televisores en algún momento, pero dice que ahora está capacitado para atender de todo…
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De todo, no. Salomón Garcés y su familia tienen su negocio de reparaciones en Maipú, un poco más allá de Orompello. Él se dedica a refaccionar línea blanca y de marcas más exclusivas. No arregla cualquier cosa, porque cuenta con un stock de repuestos que son para ellas. “Lo fundamental es ser honesto con los clientes. Después de tanta cosa que se ha visto en la televisión y que afecta a los que nos dedicamos a esto, sólo importa la transparencia y dar una buena atención para que el cliente quede conforme y contento”, explica Salomón, que trabaja al lado de su señora, Carola Negrete, y con otras dos personas.
Su fuerte son las lavadoras, secadoras y refrigeradores. Coincide en que la tendencia de las personas es irse por lo nuevo, pero insiste en lo potencialmente beneficioso que es remozar un producto. “Nosotros inculcamos en las personas la importancia de reparar y mantener. La  tendencia debe ser recuperar los artefactos pues con tanto desecho de esta naturaleza, estamos contaminando. Es una opción comprar una lavadora de 120 mil pesos que le va a durar tres años, pero si tiene una que le duró 15 puede durarle perfectamente cinco años más con una buena reparación. La tentación de comprar en cuotas es harta. A nosotros nos conviene que se compre marcas baratas, porque también nos da más trabajo. Una máquina como la que nosotros tenemos como representación puede costar el doble  o el triple, pero, de verdad, vale la pena por su calidad”, agrega.
La historia de Salomón se parece a la de los otros técnicos. Formación en liceo industrial y posterior especialización en las misma marcas. Después de casi 20 años de experiencia y siete en su actual local, también él se dedica a enseñar a nuevos alumnos que integran desde la educación industrial en el sistema dual.
El local de Salomón es luminoso y ordenado. Torres de electrodomésticos, estantes con piezas, más grandes, más pequeñas y al fondo más y más artefactos. Explica que se siente como un doctor, al que llaman para urgencias y que su momento más satisfactorio es cuando “da de alta” a algún producto.
Es un trabajo que le permite compartir con su familia que formó hace 27 años y, de hecho, vive en una zona anexa a su negocio.
No dar puntada sin hilo
El ritmo de una máquina de coser pone algo de ambiente en el servicio técnico de Tucapel 667. Jeanette San Martín dice que al contrario de otros artefactos tecnológicos, las máquinas que usaron nuestras abuelas y sus madres siguen más vigentes que nunca. “Hay una especie de romanticismo y de sentimiento que hace que las mujeres quieran tenerlas cerca de sus cosas. Es bien bonito, porque a diferencia de otro tipo de artefactos, la máquina de coser encierra muchos recuerdos y un valor más profundo”, comenta.
Jeanette puntualiza que es sorprendente la cantidad de personas que se anima a usar estas máquinas para resguardar la economía del hogar o para forjar un emprendimiento. Eso ha disparado el servicio técnico y la mantención. Milton Arévalo es uno de los que sabe en esta materia. Hace unos 35 años está en el negocio de las máquinas y es uno de los pocos calificados para diagnosticarlas, mantenerlas y repararlas.
“Estamos en un momento en que la tecnología avanza tan rápido que ya todo lo que conocemos queda atrás. La industria está desarrollando máquinas digitales y hacen falta técnicos que sepan combinar lo mecánico, lo electrónico y lo último que está apareciendo”, agrega Milton. Habla de las máquinas reina que usaban un sistema de bote, era manual y ocupaban el principio del telar. Las que le siguieron eran también manuales pero enfocadas en la costura recta y, las de la generación posterior que utilizaban el sistema de la rotativa… Dice que es un excelente campo para nuevos técnicos y que ojalá más se atrevieran e interesaran por aprender, a seguir la huella que dejaron profesionales de lujo, como José Cifuentes, quien era el master de los master en la mecánica de este rubro.
Milton se entusiasma y cuenta que la máquina de coser es parte de la economía del hogar que contribuye, que da trabajo. No es como otros artefactos de la casa que sirven para cosas puntuales. Es una compañera que crea, que entretiene, que capacita, que enseña y que enamora.
oficios-Jeanette-San-Martín-y-Mílton-Arévalo-2Quizás por eso es un poco distinta de los otros productos tecnológicos, que van pasando de moda y quedando en el olvido o en el tarro de la basura. Posibilidades para recuperarlas hay muchas. Razones para mantenerlos vigentes, también. Es más que una simple recomendación de ahorro, es una invitación para aportar a la sustentabilidad, a resguardar algo más del planeta. Pero por sobre todo, es la tarea de perpetuar el patrimonio del oficio de las personas que se dedican a cuidar la salud del electrodoméstico con un poco de ciencia, algo de ingenio y mucho más de paciencia.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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