Chile Deportes: ¿Corte de los milagros?

/ 23 de Noviembre de 2006

En política gobernar implica antes y primero gozar de credibilidad, tener crédito ciudadano, suscitar permanentes confianzas en todos los ámbitos. La corrupción erosiona la autoridad, viola los derechos humanos, corroe los más nobles valores sobre los que descansa el sincero esfuerzo de individuos y familias.
Aquella descomposición sociopolítica puede comenzar agrietando cualquier institución o espacio, por aquella escisión milimétrica se vacían los más preciados esfuerzos de un país decente. Es que en gran medida sociológicamente  la corrupción – delito – traduce anomia en tanto ausencia de normas éticas, jurídicas, morales e incluso sociales en su acepción más amplia. La corrupción navega por un océano confuso, permeando con su oleaje sibilino unas y otras estructuras y funciones del Estado y, además, es contagiosa. Por eso mínimamente detectada, hay que detenerla. Se es o no se es corrupto. No se puede ser un poquito  o medianamente corrupto, o corrupto en algún porcentaje. Razón valedera para personas naturales como jurídicas, gobiernos incluidos. De estos últimos hay tantos que se caracterizan más por su cleptocracia que por su democracia. Me tocó vivir en España de inicios de los años ochenta, cuando el PSOE generalizó la corrupción, transformándose en el peor enemigo de su líder, Felipe González.  Toda una cultura de la corrupción.


A trece años de la fundación de Transparencia Internacional (TI) con sede en Berlín – para combatir la corrupción  en el ámbito publico – y a diez años del primer informe sobre el estado de corrupción en el mundo con índice de uno a diez puntos, Chile vive en la opinión pública y publicada en torno a unos y otros titulares que dan cuenta de la instalación de la sinverguenzura en ChileDeportes. ¿Habrá otros espacios similares?


Hoy, en sentido figurado se dice que un lugar o dependencia de la administración pública es una “Corte de los Milagros” cuando allí se consuma toda clase de latrocinios y delitos con los fondos públicos. Fue Víctor Hugo, quien dio el nombre de Corte de los Milagros a un antiguo barrio parisino, en su famosa novela “Nuestra Señora de París”, barrio en el que de día individuos salían a pedir limosnas simulando discapacidades, enfermedades y pobreza en solemnidad y por la noche se cambiaban de ropa y se divertían con el dinero estafado. El mendigo astroso y lisiado de un rato resultaba sano al momento de la diversión.


Ese era el “milagro” que se producía en el barrio. Debemos mantener distancia respecto de aquel barrio parisino, no dejando espacio en nuestras fronteras a ninguna especie de Corte de los Milagros ni tan siquiera metafóricamente considerada en cuentos o novelas. ¡Qué duda cabe, somos un país decente!
Marcelo Contreras Hauser

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