Chile necesita una pronta reactivación de su sistema escolar

/ 25 de Enero de 2023

La mayoría de los padres está en estos días realizando las compras de uniformes y útiles para sus hijos para iniciar ya prontamente el año escolar.

Pero habrá otros que no lo harán, pues por diversas razones sus hijos dejaron el sistema escolar.

A fines del año pasado se conoció que entre 2021 y el 2022, 50.529 estudiantes, de básica y media, habían desertado del sistema escolar. Este dato fue dado a conocer por el Centro de Estudios del ministerio de Educación, organismo que también reveló que esa cifra es 24 % mayor respecto de 2019, es decir, antes de que se desatara la crisis por la pandemia del coronavirus y la suspensión de las clases presenciales que esta emergencia provocó.

“Esta es una tarea de largo aliento, que implica la puesta en prácticas de diferentes acciones y, también, de un adecuado seguimiento sobre su cumplimiento. Se necesita con urgencia disminuir la brecha que teníamos previo a la pandemia y que podría haber crecido de una forma que todavía no se ha dimensionado”.

Las razones todavía no han sido estudiadas. Se menciona la frustración por no alcanzar los aprendizajes deseados, la falta de un propósito claro y, también, los problemas de convivencia escolar, variables que se darían con mayor frecuencia en los alumnos de enseñanza media. En los estudiantes de básica, el problema estaría más relacionado con el ausentismo, una vez que la presencialidad fue retomada. Todo lo anterior, sin incluir las brechas de aprendizajes, aún no dimensionadas, que dejó la educación remota, entre escolares que efectivamente pudieron continuar sus estudios, gracias al acceso a la tecnología y a la existencia en sus establecimientos de plataformas que permitieron la continuidad del aprendizaje, versus los que carecían de ellas.

Para enfrentar esta verdadera crisis que atraviesa la educación escolar, el presidente de la República presentó un Plan de Reactivación Educativa 2023, que tiene como ejes la revinculación de los estudiantes que dejaron el colegio, fomentar la asistencia, fortalecer los aprendizajes y que también se haría cargo de la convivencia y la salud mental de las comunidades educativas. Un proyecto que considera un consejo, presidido por el ministro de Educación e integrado por personalidades de distintos ámbitos y sensibilidades políticas. Su misión será presentar recomendaciones para enfrentar esta crisis generada por la pandemia. Julio es el plazo para la entrega de sus propuestas de trabajo que, luego, deberán ser implementadas.

Sin embargo, mientras esto sucede, los establecimientos necesitan recibir orientaciones para comenzar a manejar una realidad que considera retrocesos en los aprendizajes y en las áreas socioemocionales, además de los problemas de convivencia escolar que se hicieron patentes desde el retorno a la presencialidad el año pasado. Julio marca la mitad del año escolar, y las dificultades que hoy atraviesan los profesores y sus estudiantes, no pueden permanecer tal cual por casi un semestre más.

La transversalidad del Consejo para la Reactivación, donde participa el colegio de profesores, académicos, parlamentarios, organizaciones internacionales, alcaldes y representantes de la educación particular y subvencionada, entre otros, debería asegurar propuestas desideologizadas y que, por el contrario, al sumar diferentes visiones sobre el problema podría constituirse en un aporte y en el cambio que se necesita para comenzar a cumplir con la promesa de ofrecer educación de calidad para todos.

No obstante, el desafío no termina con el fin del trabajo de este grupo. Esta es una tarea de largo aliento, que implica la puesta en prácticas de diferentes acciones y, también, de un adecuado seguimiento sobre su cumplimiento. Se necesita con urgencia disminuir la brecha que teníamos previo a la pandemia y que podría haber crecido de una forma que todavía no se ha dimensionado. Y para eso, se requieren adecuados diagnósticos, propuestas para resolver los problemas, financiamiento para ellas, equipos competentes para ejecutarlas pero, sobre todo, voluntad y diligencia para cumplir lo prometido.

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