Columna de Nelson Lobos: Akuy ta Wüñol Tripantü

/ 24 de Junio de 2021

Wüñol Tripantü, Kiñe Trekan Alka, Wuzan Tripantü o We Tripantü son algunos de los nombres por los que los diferentes territorios que componen el Wallmapu, país Mapuche, conocen este cambio de ciclo natural. Es que el Wüñol Tripantü no es un Año Nuevo, sino un proceso de varios días que prepara, y a su vez compone, dicho cambio de ciclo en el hemisferio sur.

Tanto en Gulumapu (oeste del Wallmapu, hoy Chile) como en Puelmapu (este del Wallmapu, hoy Argentina), el cambio de ciclo no se recibe por los mapuche el mismo día -variando entre el 21 y el 28 de junio- ni tampoco de igual manera. Es más, incluso dentro de estos dos grandes territorios existen muchas diferencias en la forma de hacerlo.

Así, lo tradicional es que sea la familia, el núcleo central, la que se reúna para hacer llellipun (pequeña rogativa u oración individual o grupal), aunque también el recibimiento del Wüñol Tripantü se desarrolla de manera colectiva, variando respecto del encuentro familiar en su masividad y en que la ceremonia adopta los caracteres de un ngillatún (rogativa masiva que normalmente reúne a varios linajes de un territorio). En ambos casos, el rito culmina al amanecer, con los participantes concurriendo a bañarse a una fuente natural de agua.

Cuando la rogativa es a nivel nuclear, normalmente es dirigida por el o la cabeza de la familia, y cuando es colectivo lo hace un ngenpin, un Longko o un Machi y, dependiendo de cada individuo, familia o territorio, la oración irá dirigida a los pu am, a los ngen, a Dios solo o a Dios y Jesucristo, a Ngenechen o a los Marëupull, entre otros.

En estas rogativas se saluda a las entidades espirituales, se les agradece por todo lo bueno y se les pide prosperidad en todos los ámbitos. El baño, en tanto, tiene por objeto limpiar el cuerpo y el espíritu de enfermedades y malas fuerzas o energías que aquejen a las personas.

Cabe mencionar que la relación con el mundo espiritual, salvo para aquellos que son cristianos o incluyen a Dios en forma sincrética, es absolutamente horizontal. Con total respeto, pero siempre horizontal.

La participación de la sociedad mapuche en este cambio de ciclo, por medio de su ritualidad, es vital para el buen funcionamiento del mismo, porque no se concibe que nuestra especie no participe de él al ser parte del ecosistema.

Ahí radica la importancia del Wüñol Tripantü para la cultura mapuche, que concibe la existencia como un conjunto de relaciones horizontales de las distintas formas de vida entre sí, y de ellas con el mundo espiritual y, aún más, con el espíritu de lo que suele verse como cosas inanimadas. Así, todos juntos formamos un solo todo, somos partes del cuerpo de algo mayor, no obstante conservar nuestra individualidad.

El llellipun, pero sobre todo el ngillatún, supone un mecanismo que acciona una suerte de “puerta dimensional” que permite la interacción entre vivos y muertos, flora y fauna toda (relación totémica), entidades espirituales… en fin, entre todo lo que existe.

Dicho esto, queda de manifiesto la trascendencia de que el estado de Chile haya declarado un día feriado asociado al Wüñol Tripantü para las primeras naciones (Argentina, por ejemplo, aún no lo hace). Es un reconocimiento que les permitirá desarrollar su espiritualidad, sus tradiciones y sus relaciones sociales y políticas internas con total libertad y tranquilidad. Sin embargo, pensando en la construcción de un país respetuoso de la diversidad (en este caso pluricultural y plurinacional) esta buena noticia mostró serias falencias.

El problema radica en la lógica occidental y colonial de su declaración e implementación, evidenciado en un trabajo legislativo realizado con prisa y a última hora (al igual que la inclusión de escaños reservados en la Convención Constituyente). Se le vio como un tema residual, que no merecía una consulta previa y que finalmente estableció un día fijo para esta conmemoración, sin considerar que se trata de una fecha que varía de territorio en territorio, atendiendo a múltiples fenómenos naturales. Y, por último, irrespetuosamente se trasladó desde el día 24 al 21 “para no interrumpir la semana laboral”.

A la luz de todo lo señalado, la relación de los Mapuche con la naturaleza y el mundo espiritual, expresada y exteriorizada en el Wüñol Tripantü, puede ser una excelente fuente de inspiración y de aprendizaje para chilenos y argentinos, que permita terminar de una vez por todas con la creencia y convicción, tan perniciosa para el medio ambiente, de que los seres humanos estamos por sobre todo lo demás que existe.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de Revista NOS.

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