Es el típico consejo de la abuelita para los días de bajas temperaturas: recurrir a una ducha que alterne agua caliente y fría para que ese contraste ayude a que las venas se dilaten y contraigan con lo que se logra que no se sienta frío tan rápidamente al exponerse a las bajas temperaturas. Al principio, cuesta cortar la llave del agua caliente, pero tras unos tres o cuatro días el organismo comienza a acostumbrarse.
Es importante partir la ducha con agua de temperatura alta hasta sentir la piel caliente. Después se continúa con agua fría iniciando por los pies, la parte más alejada del corazón, hasta alcanzar las regiones superiores del cuerpo. Eso sí, este sistema es sólo recomendable para personas que gocen de buena salud.