Reflexionar sobre los estilos de aprendizaje de los alumnos universitarios es urgente. Hoy podemos hablar de “la nueva juventud” que ha protagonizado la revolución tecnológica, inmersa en un mundo globalizado, donde sólo está claro que todo cambia vertiginosamente. Con ello, los jóvenes se sienten cada vez más partícipes en el mundo, más constructores de él y con capacidades para modificarlo.
El poder de las redes sociales es ilimitado y a través de ellas se conocen y se comunican fácilmente, mientras que a quienes no son “nativos digitales”, les es complejo de entender y lo observan como un mundo distinto. Entonces, por qué no comprender que aunque para algunos es tan natural u obvio tomar un libro o estudiar concentrada y metódicamente, para nuestros jóvenes esto parece una tarea titánica, tediosa y aburrida.
El desafío está en cómo docentes y alumnos podemos conectarnos sin parecer retrógrados unos y ausentes e indiferentes los otros. Simplemente hemos de averiguar y conocer cómo aprenden los jóvenes. Esa es nuestra misión como docentes, lograr los aprendizajes de nuestros educandos. La tarea no está concluida al terminar la clase, ésta sólo finaliza cuando los estudiantes internalizan lo que les hemos transmitido, porque los docentes somos intermediarios entre ellos y el conocimiento.
Cuando queremos aprender algo utilizamos un método propio, estrategias que variarán según las personas, su edad, entorno y el objetivo que se busca alcanzar. Cada uno tiene distinta manera de aprender, diferentes estilos de aprendizaje.
Desde hace un tiempo la literatura menciona variadas formas de hacerlo, dependiendo de la manera en que cada persona capta, retiene, memoriza o recuerda e incluso cómo imagina un determinado contenido. Autores como Rita y Kenneth Dunn o Kolb en la década de los ’70, Cohen en 1982 y Levy a comienzos de los ’90 dan una pauta al respecto. Sin embargo, una de las vías más utilizadas por los distintos cuestionarios es la auto observación ¿cómo soy? ¿cómo aprendo? y así una serie de preguntas que responden a las más diversas situaciones u oportunidades de aprendizaje.
La misión del docente es observar y descubrir cuál es el estilo de aprendizaje de sus alumnos, ayudarlos a conocer sus fortalezas y demostrarles que de esa forma podrán darle un mejor uso al conocimiento y, en definitiva, facilitar el cambio, ya que a medida que avanza en su proceso de aprendizaje podrá ir variando sus estrategias para lograr un más eficiente resultado.
En la ardua misión de enseñar, el mundo moderno exige un docente que conozca a sus alumnos, que sepa cómo aprenden y que para lograrlo haga previo uso de todas las herramientas que le permitan enfrentar el aula, sabiendo cómo debe enseñar a aquellos que deben aprender.
Lorena Ruiz Guridi
Directora Académica de
la Universidad Santo Tomás
Concepción.