Criar con amor, la clave para tener hijos buenos y felices

/ 6 de Noviembre de 2022

Paulina Spaudo.Paulina Spaudo Valenzuela
Psicóloga Clínica Infanto-Juvenil
Perito Forense Infanto-Juvenil
Terapeuta de Juego orientado al Trauma
Académica USS.

 

Hace unos días, fui invitada a participar en un taller para padres, cuyo objetivo era profundizar respecto de su participación en la crianza de sus hijos, instancia que inició invitándolos a reflexionar sobre sus expectativas de cómo quisieran que fueran en el futuro.

Les pedí que visualizaran a sus hijos cuando ya tuvieran unos 25 años. Rápidamente, padres y madres imaginaron a sus niños transformados en adultos y, llenos de motivación, empezaron a decir que les gustaría verlos convertidos en personas felices, exitosas, profesionales, trabajadoras, deportistas, sociables, amistosas, encaminadas en un proyecto personal, con una escala de valores clara y definida, y con las ganas de explorar nuevas cosas y otros lugares del mundo.

Era una larga lista de expectativas las que estos padres (como cualquier otro) tenían para sus hijos, pero la mayoría de ellos concordó en que básicamente aspiraban a que en su futuro hubiera felicidad y la inclinación de hacer el bien. Así, luego de consensuar distintas visiones, pudimos concluir entre todos que -más allá del éxito profesional y económico- lo que querían para sus hijos era verlos felices y convertidos en buenas personas.

Al preguntarles cómo creían ellos que eso sucedería, la mayoría respondió que a través de una crianza activa, clara y presente. Luego, al consultarles qué entendía cada uno por crianza activa, clara y presente, aparecieron múltiples conceptualizaciones, que iban desde prácticas que incluían el castigo físico en situaciones en que primara la rebeldía o desobediencia de sus hijos, hasta la permisividad total para evitar que se sintieran incómodos.

Fue entonces el momento preciso para aclarar que para que niños, niñas y adolescentes logren llegar a ser personas felices, buenas y bien orientadas en su proyecto futuro, necesitan un estilo de crianza que no incluya la violencia en ninguna de sus formas. Pero eso no basta. Una buena crianza debe estar basada en el amor y en el respeto mutuo, sin dejar de lado el establecimiento de límites claros y definidos.

Al instante aparecieron decenas de inquietudes: “Cómo logro que mi hijo de 16 años, a quien le pido de buena manera que estudie, me haga caso”, “qué debo decirle a mi hijo de siete cuando le pega a su hermanito de cuatro”, “cómo les explico a los niños que no pueden dormir todos los días en mi cama”, “cómo convenzo a mi hija de comerse la comida?”, “¿cómo les explico que el uso del celular tiene límites?”.

Estos padres, así como muchos otros en todo el mundo, necesitan con urgencia conocer y comprender otras técnicas de crianza, que les permitan implementar también una disciplina activa, definida y presente. Esta disciplina, que definitivamente también será más efectiva, debe considerar la absoluta erradicación de prácticas de regaño inadecuadas, que incluyan gritos, insultos o descalificaciones. Menos aún, empujones, golpes o tirones de pelo. Ellas solo degradan al niño como individuo, e interfieren en su desarrollo como persona. Hoy, todos sabemos que existen otras maneras de criar, sin malos tratos, pero es tiempo de conocerlas y ponerlas en práctica.

Al cierre de la actividad, les planteé una última interrogante: Si les preguntaran a sus hijos cómo les gustaría que fueran sus padres, qué creen que dirían. Las respuestas fueron variadas, pero todas muy bien encaminadas: querrían que fueran padres alegres, con sentido del humor, que se hicieran el tiempo para jugar y conversar con ellos, que los apoyaran al realizar sus tareas y los acompañaran cuando tuvieran que enfrentar situaciones difíciles.

Si bien todas las respuestas fueron acertadas, muchos padres reconocieron que estaban lejos de cumplir con sus propias expectativas. Por ello, reflexionaron que sería una buena meta trabajar para acercarse más a ese perfil que, de seguro, generaría hijos menos rebeldes, menos oposicionistas, menos agresivos y más dispuestos a escuchar y acatar las solicitudes que sus padres les hicieran, siempre desde el respeto y el amor.

En resumen, debemos tener claro que más allá de las técnicas de crianza -que también son importantes-, el evaluarnos a nosotros mismos en nuestro rol de padres, y tratar de ser cada vez mejores en ello, nos acerca más a nuestro objetivo de tener ese hijo de 25 años feliz, bondadoso y exitoso.

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