Cuándo sí y cuándo no usar “drogas inteligentes”

/ 1 de Febrero de 2024

El consumo de fármacos para mejorar la concentración, especialmente en el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ha experimentado un aumento significativo. Este incremento se atribuye a un mayor reconocimiento y diagnóstico del TDAH sobre todo en niños y adolescentes, pero también por la búsqueda de mejor rendimiento en el trabajo o los estudios. Hay buenas experiencias que destacan cambios radicales en la concentración, lo que hace a las personas más productivas. Pero hay casos donde provocan síntomas que no permiten continuar con el tratamiento. La clave para usar estos medicamentos es supervisión y un correcto diagnóstico.

 

Por Loreto Vial

El consumo de fármacos para mejorar la concentración, específicamente aquellos que se usan para tratar trastornos como el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), se ha disparado en las últimas décadas.

El uso de este grupo de medicamentos, como el metilfenidato y otros similares, se ha elevado en respuesta a un mayor reconocimiento y diagnóstico del TDAH en niños, adolescentes y adultos. Pero también, porque hay quienes los buscan presionados por mejorar su rendimiento en el trabajo o los estudios.

Estos medicamentos están sujetos a regulaciones, por lo que solo pueden ser prescritos por médicos especializados, como psiquiatras o neurólogos, después de evaluar adecuadamente al paciente y determinar que efectivamente el tratamiento es necesario.

Las “drogas inteligentes”, como se les conoce popularmente, lo que hacen es aumentar la capacidad de memoria, la posibilidad de sentirse más despiertos y, también, eficientes en períodos en los cuales sea necesario.

Según reporta un estudio de 2017 de investigadores de Cambridge, en Reino Unido, uno de los fármacos más populares para estos efectos es el Modafinilo. Diseñado originalmente para tratar la narcolepsia, el medicamento se volvió famoso por su capacidad para hacer que la gente se sintiera más alerta, más “viva”.

Nathalie Navarro.

Se sabe que también es usado en algunos grupos militares para mantener despiertos a los soldados durante operaciones de combate, y su uso también se ha extendido entre aquellos profesionales que trabajan turnos nocturnos y largos. Se dice que además es popular entre los académicos que tienen que viajar entre continentes con diferentes husos horarios.

Aunque no hay estudios enfocados en el consumo de todo este grupo de estimulantes en Chile, sí hay antecedentes que dan nociones de cuánto se utilizan. Un ejemplo es que en ciertas ocasiones se presenta falta de stock de algunas marcas.

Así al menos lo describe Patricia, cuyos dos hijos tienen déficit atencional. Ellos consumían Samexid (lisdexanfetamina) a diario para ir al colegio, pero varias veces le sucedió que no lo encontró en la farmacia especialista donde solía comprarlo, porque estaban sin stock.  “Incluso tuve que viajar a Santiago para comprarlo, y así no cortar el tratamiento. En ciertos períodos un poco agobiada por no dejar de suministrarlo a los niños, busqué en Internet y había muchísima gente preguntando por él”.

Pero le llamó la atención que su propio psiquiatra le recomendara ese mismo fármaco en un momento emocional fuerte, y en el que debía afrontar un desafío laboral importante. “Soy reacia a los remedios, pero un día ad-portas del colapso y con muchos síntomas de ansiedad y angustia, mi médico me dijo que probara con Samexid, por el período en que necesitaba más apoyo para mis desafíos laborales. Lo consumí con poca confianza al comienzo, pero noté varias diferencias. Me sentaba a trabajar muy enfocada, nada me interrumpía y parecía tener las ideas mucho más claras. No es que me haya hecho más inteligente, sino que podía dejar de lado ese bucle mental en el que entramos cuando tenemos muchas preocupaciones. Me pareció una buena experiencia, pero entiendo que esté prescrito solo para momentos puntuales o para las personas con alguna condición. Me explicaba el médico que hay efectos secundarios que pueden venir si uno abusa o los consume sin supervisión”.

“Me sentí fatal”

Similar experiencia tuvo Elena en la consulta psiquiátrica. El resultado para ella fue muy diferente. “Con el Samexid me fue pésimo. Desde el primer día fueron dolores de cabeza, náuseas y un malestar que no soporté. Lo tomé un mes, por no quedarme con la caja, que es bastante cara (entre 50 y 60 mil pesos). Yo consumo muchos medicamentos para otras dolencias y eso mismo me genera estados sensibles, con depresión y ansiedad. Le comenté al psiquiatra que estaba exigida en la pega, que no podía concentrarme porque además los espacios comunes de las oficinas ahora son un tremendo distractor para mí. Me recomendó este medicamento, que es lisdexanfetamina, como complemento. Pero no lo toleré, me sentí fatal y lo dejé”, sentenció.

La psiquiatra y directora médica del Centro Médico Grupo Cetep, Nathalie Navarro, explica que hay varias cosas que precisar sobre cuál es el diseño o el uso principal de estos fármacos.

“En psiquiatría, los fármacos se utilizan para distintos fines. No solo para el que en un principio se diseñaron. La FDA (Food and Drugs Administration de EE.UU.) va aprobando otros usos. Entonces, por ejemplo, antidepresivos han surgido como tales en un inicio, pero además se podrían utilizar en dosis ligeramente distintas, muchas veces más altas, como ansiolíticos”, destaca la doctora.

Argumenta que, en el caso de los estimulantes, como el metilfenidato y los derivados, son medicamentos que se utilizan y están aprobados para el déficit atencional, pero se han administrado como medio de refuerzo a veces en los cuadros depresivos. El Samexid, por ejemplo, aparte del uso para el TDAH, también se ha utilizado en casos de personas que tienen trastornos alimentarios por atracones, porque tendría un efecto secundario regulador del apetito.

“Recetar estos estimulantes depende mucho del criterio clínico y de las características de cada paciente. Los mismos medicamentos no sirven para todos los casos, aunque se presenten síntomas similares, por eso la elección del uso del fármaco debe ser muy precisa”, agrega. Explica que en psiquiatría no hay tantos grupos de medicamentos, por lo cual se debe evaluar quién cumple con un perfil determinado para utilizar un esquema farmacológico por los síntomas adversos que puede conllevar su consumo, por el efecto final que pueden tener los componentes, y por el tiempo que se demora en hacer ese efecto.

Eso explicaría que un mismo fármaco estimulante tenga consecuencias tan distintas en los pacientes. “Muchas veces un estimulante en personas que, por ejemplo, tienen otro tipo de diagnóstico puede producir síntomas psiquiátricos constantes. Hay personas que definitivamente no pueden consumir estimulantes, ni siquiera el café. En ellos se podría generar incluso otro tipo de síntomas de hiperactivación o, directamente, síntomas maníacos”, asegura.

No solo son las condiciones psíquico-mentales las que se deben tener en cuenta. La doctora Navarro insiste en que hay que evaluar también las características cardiovasculares. “Son hiperestimulantes y podrían tener efectos adversos si no se controlan o se supervisan por un médico. Insisto que estos fármacos no son para cualquier persona que no presente una condición”.

Un consumidor de estas sustancias puede sentirse más acelerado, con menos sueño, irritable o presentar taquicardia. Es lo que le pasó a Elena. “Yo sudaba por las noches, me sentía otra persona, hasta un poco perseguida. No fue una buena experiencia para mí”.

Encontrar la causa subyacente

“Yo consumía Ritalín de niño, después del consejo de la profesora que obligó a mi mamá a llevarme al neurólogo”. Eso recuerda Víctor, quien describe que fue un preadolescente intenso. “Era muy inquieto y me ayudó a bajar las revoluciones, aunque siempre tuve buenas notas. Pasaron muchos años  en que no necesité apoyos de medicamentos, y tras un episodio en mi trabajo comencé a usar Aradix (metilfenidato) y, de verdad, me ayudó mucho. El médico me dijo que era por un tiempo, y debo decir que me sentía muy animoso, concentrado en lo que debía hacer, incluso con ganas de hacer otras cosas más allá del trabajo. Cuando dejé de tomarlo, noté diferencias. Sentí que algo se apagó y que me hacía falta esta especie de vitamina. Pero no hay que ser médico para entender que una persona sin necesidad no debe intentar forzar su rendimiento con estos fármacos. A la larga hay síntomas no muy positivos. Sobre todo si uno no es tan responsable de los cuidados que hay que asumir, por ejemplo, nada de alcohol u otras sustancias que combinadas pueden ser fatales”.

La doctora Navarro enfatiza que lo primero es determinar cuál es la causa de esa falta de concentración y rendimiento. “Por lo general, tienen que ver con ansiedad, con síntomas depresivos y otros. Hay que estimar si este cuadro se podría manejar de otra manera, sin tener que dar este medicamento estimulante. Es decir, la idea es encontrar la causa subyacente, que por lo general tiene que ver con estrés y sobrecarga. Mi opinión es que hay que ir por aliviar los síntomas angustiosos, por ver los síntomas depresivos, y desarrollar una buena psicoterapia. Todos estos pasos antes de dar un estimulante, porque lo más probable es que usándolos no vas a resolver el problema”.

 

 

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