Cuentos para niños

/ 19 de Mayo de 2009

Alucinaba cuando, siendo muy pequeña, mi abuela me leía cuentos antes de dormir. Pero a veces me daba insomnio y hasta terror. Cada vez que escuchaba “Caperucita Roja” me desvelaba pensando que a mi abuela se la podía  devorar el enorme perro que teníamos en casa y que yo debería abrirle la barriga para sacarla viva. La mayoría de los cuentos infantiles tienen una gran dosis de horror. Está bien que los niños los sigan leyendo. Forman parte de toda una tradición. De una herencia cultural.
Pero si analizamos, por ejemplo, “La Cecinienta”, bien podríamos decir que sufría de violencia intrafamiliar, y que era una víctima de la explotación de su odiosa madrastra y sus abominables hermanastras. “Blancanieves” sufrió una especie de catalepsia, muerta en vida al morder una manzana envenenada por la malvada reina que no soportaba que la aventajara en belleza. ¿Y Hansel y Gretel? Pobres hermanitos abandonados que caen en manos de una bruja que los encierra en una jaula y les toca las manos para captar si están suficientemente nutridos como para ser devorados, claro que ellos, astutos, le mostraban huesos de pollo.
Está claro que los niños y jóvenes de hoy no leen como lo hacían las anteriores generaciones. Y que la lectura obligatoria es la peor forma de los colegios para fomentar el goce de la literatura. Incentivada por una amiga psicóloga infantil, me dispuse a releer esa maravilla que es “La Ilíada” de Homero. Hice una adaptación y la convertí en “La Ilíada” para niños, con un lenguaje sencillo y entretenido narrada como un cuento.
Allí se desarrolla la historia de la bella Helena de Grecia que, enamorada del príncipe Paris, escapa hacia Troya, la ciudad cuyas altas murallas parecen tocar las nubes. Desfilan personajes como el Rey de Troya, Príamo, y en especial, Aquiles, el más valiente e invencible guerrero griego, conocido como el héroe de los pies ligeros por su increíble destreza al empuñar la espada y moverse como un danzarín frente a sus enemigos.
Esta versión que verá la luz muy pronto, cuenta también la historia del Caballo de Troya, casi tan enorme como un castillo, que será la artimaña donde los guerreros griegos, escondidos en su interior, podrán por fin después de diez largos años, entrar a la inexpugnable ciudad de Troya.
Saboreando un café con mi amiga psicóloga, ella me manifestó que si queremos como sociedad formar lectores para la vida, tenemos que lograr que el niño disfrute leyendo y para ello es fundamental que sienta que la lectura no es una imposición escolar que va asociada a una nota.
Lo importante es que comiencen a leer desde pequeñitos y que las lecturas más complicadas, como los clásicos, sean acompañados por los profesores o los padres, de modo que los niños vayan reflexionando acerca de lo que leen y planteándose interrogantes.
Como corolario, mi amiga y yo nos reímos pensando que al menos, aún para los más pequeños, “La Ilíada” tiene un autor cuyo nombre no les será desconocido.
Es un personaje fascinante, mi favorito de los programas infantiles de televisión. Homero Simpson. Casi tan cautivador como el Homero que escribió “La Ilíada”.

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