De mal en peor

/ 19 de Agosto de 2015
contreras
Prof. Dr. Marcelo Contreras Hauser. Master y Dr. en Derecho y Ciencias Políticas y Sociología.

Vivir en Chile 2015 no resulta nada fácil. Como profesor universitario estoy de paro hace varias semanas, y talvez lleguen a ser meses. Como usted, tengo la calidad de observador participante -no más- en las periódicas subidas de precio de la gasolina, gas, parafinas y otros. Algunos de mis sobrinos y sobrinas se encuentran sin clases hace largo tiempo, generando dificultades extras a sus examinaciones semestrales y anuales. Mi cónyuge, médico por vocación, frecuentemente tiene problemas para llegar tanto a su Cesfam como a su consulta privada: se lo impiden unos y otros movimientos de empleados de la salud que, peleando sus derechos, marchan por múltiples motivos. Caminar por el centro de Concepción también es problemático; unas y otras marchas de oficios y gremios alegando en contra del Gobierno impiden el normal desplazamiento. 

La presencia estudiantil, en tantos cientos y miles, ya forma parte del paisaje habitual de este conflictivo país, absolutamente preñado de necesidades ciudadanas insatisfechas. Los jóvenes hace rato perdieron la confianza en las incapaces autoridades. Es que el ciudadano medio se ha convertido en un damnificado crónico ante la incapacidad gobernante y sus múltiples errores en todos los sectores de la administración interior y exterior del Estado. Es por eso que todo el mundo sale a protestar a nuestras calles y avenidas, incluyendo los cacerolazos, sonoro reproche a una delincuencia y criminalidad desatadas.

Aunque un título como el de este artículo pudiese parecer exagerado, no lo es. Uno de cada cuatro chilenos -con reparos- dice apoyar a nuestra Presidenta. O, lo que es lo mismo, tres de cada cuatro chilenos no apoyan a su Presidenta. En el intertanto, ningún chileno -ni siquiera los propulsores de tales ideas- tiene claridad y conocimiento pormenorizado respecto de las Reformas: Tributaria, Educacional, Laboral y Constitucional. Los jubilados, con pensiones de hambre jamás comparables a los millonarios ingresos mensuales de parlamentarias y parlamentarios, continúan esperando.

Nuestra población sufrida, engañada y maltratada continúa siendo víctima de la violación de sus derechos humanos, naturales o fundamentales. Paradojalmente, los abusos y errores de los gobernantes debemos pagarlos los honestos gobernados. Pareciera ser que en la materia llegamos a la hora decisiva: ésa en que los autodenominados servidores públicos reduzcan sus emolumentos mensuales y regalías varias al menos en un 50 %, a la vez que los últimos grados de los sueldos escala única e ingresos mínimos del sector privado aumenten en un porcentaje de verdad importante. ¡No debemos, ni podemos, continuar con esta distribución insana entre los que ganan más y los que ganan menos!

Un sabio pensador europeo, aludiendo a la irresponsabilidad de lo que sucedía en el realismo político, jurídico y económico del mundo danés en particular, y escandinavo en general, sentenció para la historia de los pueblos su metafórica o metonímica frase: “Algo huele mal en Dinamarca”. En Chile, el olor es todavía peor, nauseabundo en solemnidad, con servidores públicos entrando y saliendo de tribunales permanentemente.

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