De todos los países de América, pocos se han quedado al margen del reconocimiento que se le ha brindado a Juan Guaidó Márquez como Presidente encargado de Venezuela. Incluso Uruguay, reticente a dicho reconocimiento, ha expresado que la idea es que se llame a elecciones presidenciales libres y transparentes en esa nación.
Este inédito escenario para Venezuela, en cuanto a contar con uno o dos presidentes, según el prisma con que se mire, constituye el último intento y, probablemente, el más serio que ha existido para lograr que el país petrolero escape del socialismo bolivariano.
De no surtir efecto, su destino será convertirse en una segunda Cuba, con todo lo que ello implica. Esto es: un bonito y alegre lugar de El Caribe, donde sus habitantes viven iguales, pero empobrecidos en dinero y derechos.
Pero, ¿cómo llegamos a que el otrora país más rico de Latinoamérica, hoy empobrecido, haya concitado tantas buenas intenciones de democracia de parte de la mayoría de los países americanos?
Todo esto aun cuando Maduro jure, y vuelva a jurar, ante la comunidad internacional que su gobierno es democrático. La respuesta, en mi opinión, se encuentra en la existencia de medios de comunicación masivos con alto grado de penetración en la población, destacando el Internet, el que sin fronteras retrata la historia de cada país, en vivo y en directo, y para siempre.
En efecto, no es necesario viajar a Venezuela, o conversar con un venezolano, para darse cuenta de que el gobierno de Maduro, Socialista Revolucionario y Bolivariano, no es serio desde hace mucho. Para ello, basta con ingresar a Internet y ver al “Sr. Maduro” mintiéndole a un reportero español al señalarle que en Venezuela no se detienen periodistas. En circunstancias que todo Chile pudo observar cómo fueron detenidos y deportados un periodista y un camarógrafo chilenos.
Es que ése es el problema de fondo acá: no sólo se violan los derechos humanos en Venezuela, sino que se miente sobre ello, y a todo el mundo, y lo que es más importante, queda registrado para siempre. En efecto, no cuesta mucho ver noticias grabadas y de acceso público mostrándonos la situación venezolana de hace dos, cinco y más años. En todas ellas, la situación se repite.
Mientras en Chile se prohíbe el uso de las bolsas plásticas, llevándonos a ser el primer país latinoamericano en impulsar una medida ecológica de tal naturaleza, en Venezuela se discute aún si los CLAP, bolsas plásticas en las que se contiene la escasa comida que entrega Maduro a las familias venezolanas para sobrevivir, constituye una forma de aliviar el hambre en Venezuela, o si es la última herramienta de control “democrático” con la que Maduro logra sustentarse en el poder.
Sin ser Casandra en esta materia, me atrevo a decir que el fin de los dólares norteamericanos que recibía Venezuela por la venta de petróleo a EE.UU. vendrá a poner término a la compra de bolsitas de comida que realizaba a México, última herramienta con la que contaba Maduro para erigirse como uno de los dos presidentes de Venezuela. Todo esto, sin que ni un soldado norteamericano pise suelo caribeño. A menos, claro está, que Rusia o China intervengan económicamente o de otra manera.