Dr. Manuel Acuña: “Nuestro estilo de vida nos está enfermando”

/ 2 de Marzo de 2023

Ser conscientes en la elección de nuestros alimentos, practicar actividad física, evitar el consumo de drogas, tabaco y alcohol; dormir lo suficiente, manejar el estrés y mantener relaciones interpersonales significativas serían la clave para tomar el control de nuestra salud, asegura este médico, especialista en Medicina de Estilo de Vida. Se trata de una nueva visión de la salud humana que este doctor penquista comenzó a internalizar durante un viaje de voluntariado a África, donde observó enfermedades distintas a las derivadas del estilo de vida occidental. De regreso en Chile, y en su trabajo en Urgencias, junto a otros colegas constató que varias de las patologías que llegaban allí eran consecuencia de un ambiente “que parecía no ser muy coherente con el ser humano”. Acá su historia, su idea de la medicina y de cómo conseguir la “verdadera” salud.

 

El siglo XX fue conocido como la “era dorada de la medicina” por la gran cantidad de avances científicos, que no solo permitieron el exitoso manejo de enfermedades infecciosas, sino también el desarrollo de innovadoras técnicas quirúrgicas. Estos adelantos posibilitaron un significativo aumento en la longevidad de las personas, pero no así en su salud y calidad de vida.

Esto, pues la modernidad trajo aparejados nuevos problemas, derivados principalmente de una vida sedentaria, y de un fácil y rápido acceso a grandes cantidades de comida.  Así lo explica el especialista en Medicina Integrativa, Medicina de Estilo de Vida y Comunicación Humana, el Dr. Manuel Acuña Medina, quien reflexiona sobre lo paradojal que resulta que “hoy la medicina sea tan avanzada y que, aun así, las cifras de enfermedad sigan siendo altísimas. Verlo así es brutal, porque lleva a pensar que la medicina, como oficio, ha fracasado”.

Esto se debería, entre muchos otros factores -dice- a que los médicos se han dedicado a ver al individuo separándolo en partes. Por lo mismo, la solución estaría en una mirada más integral. “Volver a la figura del médico de familia que te veía como un todo, que te preguntaba sobre tu vida, tus relaciones, tus problemas, qué comías o cómo era tu digestión, porque todo está conectado. Es fabuloso que haya especialistas, pero la realidad es que el 90% de los problemas de salud los puede resolver un médico general”, afirma.

Esta nueva visión de la salud humana la habría obtenido de un viaje de voluntariado a África, donde pudo observar enfermedades distintas, surgidas de un estilo de vida distinto al occidental, y -luego, ya en Chile- de su trabajo en el área de Urgencias, donde junto a otros colegas constató que muchas de las patologías de los pacientes que llegaban allí eran consecuencia de un ambiente “que parecía no ser muy coherente con el ser humano”.

“La curva de enfermedades pareciera tener que ver con el grado de civilización o de modernidad de una sociedad. Por eso, hace muchos años que la ciencia habla de ‘enfermedades occidentales’, o asociadas al nivel de vida occidental. Y en esa calificación entran las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión y la obesidad, y también las enfermedades cardiovasculares, autoinmunes y hasta algunos cánceres”, sostiene.

Fue ante esta evidencia que comenzó a asistir a múltiples congresos y a estudiar sobre distintas áreas de la salud que pudieran aportarle nuevos conocimientos que le permitieran tratar a sus pacientes de la forma más integral posible. Así, aprendió sobre nutrición, hizo un diplomado en Medicina Alternativa y se fue a cursar a Estados Unidos la certificación en Medicina de Estilo de Vida, una especialidad que nació en los ‘90 con la idea de prevenir, tratar o, incluso, revertir enfermedades inculcando hábitos saludables, desde una visión basada en la mejor evidencia disponible.

Mirar al ser humano con calma

Al volver a Chile, Manuel Acuña se hizo parte de la Sociedad Chilena de Medicina de Estilo de Vida, conformada por otros profesionales de la salud (no solo médicos), y hace poco culminó en la Universidad de Chile el diplomado Biología del Conocer y la Comunicación Humana. “Hoy, la ‘medicina tradicional’ parece estar lejos del bienestar, de la salud. Obviamente, hay mucho conocimiento sobre el uso de medicamentos, sobre diagnósticos, sobre protocolos avanzados, pero habla poco de nutrición, de hábitos saludables, de tóxicos ambientales, de comunicación humana. Todo eso es parte de la ciencia, pero aún no de la medicina”, se lamenta.

Añade que está comprobado que los determinantes sociales tienen mucho más peso en el bienestar de las personas, que los medicamentos o la atención médica. “En Canadá se hizo un estudio para determinar cuáles son los factores que más determinan la salud humana, y eran los ambientes y los estilos de vida. Solo el 10 por ciento tenía que ver con las prestaciones de salud. Y el mejor ejemplo de eso es que se vio que en África no hay hipertensión, lo que es muy interesante porque daba para pensar que los genes de la raza negra regulaban la no aparición de esta patología. Sin embargo, con la migración se vio que cuando se iban a vivir a Estados Unidos tenían los mismos niveles de hipertensión que los gringos. Entonces no era un tema de genes, sino de estilos de vida”.

Es por eso -enfatiza- que la medicina debe avanzar hacia hablar de determinantes sociales y culturales, y los médicos, a entender que un tratamiento farmacológico es solo parte de la solución y abrirse a otras posibilidades, como derivar con otros profesionales, confiar en las terapias complementarias e intervenir no solo al individuo, sino también su ambiente y su grupo familiar. “No se trata de escoger la medicina tradicional o la acupuntura, por ejemplo, porque todas las ‘medicinas’ deben conversar entre sí”.

“…me pego en el tobillo y se inflama. ¿Para qué? Para evitar que lo mueva hasta que se recupere. Pero, ¿qué hago? Tomo antiinflamatorios para seguir moviéndolo. Es muy loco: no entendemos el lenguaje de nuestro cuerpo”. 

Por eso, más que Medicina de Estilo de Vida, él define su quehacer como Medicina Humana, concepto que implica tomarse el tiempo para observar completo al paciente, para interactuar con él, para escucharlo, para mirar a ese otro ser humano con calma. “Por eso es que no me siento especialista, sino generalista, que es lo que hoy se necesita: tener profesionales que miren en general, porque eso cambia el enfoque y logra aportar algo distinto”.

¿Ministerio de Salud o de Enfermedad?

-¿Qué es lo que nos está enfermando? ¿La mala alimentación, el estrés?

-“Sí, pero también otras cosas. Por ejemplo, sabemos que la luz artificial nos hace daño, los productos de belleza, los aparatos electrónicos, las redes sociales, la falta de tiempo libre, el dormir poco… son cientos los factores que están enfermándonos”.

-Pero muchas de esas cosas no pueden evitarse, como la luz artificial…

-“Siempre se puede hacer algo. Por ejemplo, respecto de la luz artificial, en la noche podemos usar ampolletas rojas, que es la luz más coherente con nuestro ojo… Pero lo más importante para generar un cambio es darnos el tiempo de escuchar a nuestro cuerpo, de entender lo que nos quiere decir”.

-¿Cómo así?

-“Muy simple: me pego en el tobillo y se inflama. ¿Para qué? Para evitar que lo mueva hasta que se recupere. Pero, ¿qué hago? Tomo antiinflamatorios para seguir moviéndolo. Es muy loco: no entendemos el lenguaje de nuestro cuerpo”.

-¿Y cómo podemos aprender a hacerlo?

 -“A nivel personal, dándose el tiempo de escucharlo, de observarlo con calma y de respetar su sabiduría. Y a nivel macro, educando a la población, y aquí aparece un concepto muy interesante que es el de alfabetización en salud. Necesitamos que nos enseñen sobre esto, porque no sabemos hablar el lenguaje mínimo de salud. Hoy hay demasiados datos dando vuelta, y eso genera mucha desinformación, la gente ya no sabe qué creer. En nutrición, por ejemplo, hay visiones sesgadas, camisetas nutricionales, y eso sin contar las mentiras que te cuenta el mercado de lo ultraprocesado, que también es un área que debiera regularse bien”.

-Y esa alfabetización digital, ¿debería implementarla el ministerio de Salud?

-“No lo sé. De hecho, yo siempre bromeo con que el ministerio de Salud es más bien el ministerio de Enfermedad, porque no hace nada por fomentar la salud, sino que se enfoca en combatir la enfermedad, lo que está perfecto, pero debería existir un ministerio del Bienestar Humano o de la Salud-Salud, que promueva la actividad física, el descanso, la necesidad de tomar sol. En el fondo, que diera recomendaciones para estar saludables”.

 -Entonces, nuestro sistema de salud es malo.

-“No, pero siento que está mal enfocado. Se centra en tratar la enfermedad, y no en prevenirla. Se hace un diagnóstico y se prescribe un tratamiento a base de fármacos, en vez de implementar un enfoque terapéutico que se oriente a buscar las causas de la enfermedad. Y, ¡ojo!, no digo que esté mal recetar medicamentos, pero siempre como medida adicional, cuando sean necesarios. El foco debería ponerse en conocer al paciente y su estilo de vida para poder, de acuerdo con su realidad personal y familiar, entregarle conocimientos y habilidades que logren generar cambios efectivos en su conducta y, por supuesto, en su salud”.

“Nuestro cuerpo es un sistema coherente”

El Dr. Acuña hace hincapié en que para lograr un cambio en la mirada lo primero es establecer qué se entiende por salud. “La OMS la define como un ‘bienestar mental, físico y social’, pero hay definiciones más modernas, que me hacen más sentido, que hablan de salud como ‘la capacidad de adaptación a una demanda cambiante’. O sea, la salud es estar preparado para lo que venga, lo que implica hacernos cargo de nuestras acciones. Por ejemplo, de ingerir aquellas comidas que están determinadas por la evolución que consumamos, siempre lo más respetuosas posibles con la naturaleza y con nuestro cuerpo. Si le metemos algo distinto, vamos a generar alguna alteración, inflamación, estrés, porque nuestro organismo es un sistema coherente, nuestra fisiología es lógica. Si comemos cosas sin base en ingredientes naturales, o ingerimos algo ajeno a nuestra naturaleza, se generará algo súper coherente: enfermedad. Es así de simple”.

El médico agrega que siempre debemos ser conscientes de lo que le damos a nuestro cuerpo, porque, en el fondo, todos sabemos lo que es sano o no. “Obviamente, todos tenemos un alimento al que nos cuesta resistirnos. Generalmente, algún procesado, como pastel, chocolate, papas fritas, que están hechos para que no podamos rechazarlos, porque actúan a nivel consciente e inconsciente, afectando algunas células específicas que aumentan en nosotros la sensación de hambre sin que nos demos cuenta. Exponerse a ellos implica una pérdida de voluntad y de libertad, y como seres racionales no podemos permitirlo”, dice.

Tomar el control de nuestra salud

Así, basada siempre en evidencia, la Medicina de Estilo de Vida se enfoca en prevenir, tratar e -inclusive- revertir enfermedades, interviniendo sus causas por medio de la promoción de conductas saludables “adaptadas de manera individual a cada persona”. Para ello, esta especialidad se basa en seis pilares que permitirían tomar el control de nuestra salud: alimentación, ejercicio, manejo del estrés, evitar los tóxicos, descanso adecuado y relaciones sociales.

“Generalmente, en esta temática la parte nutricional suele secuestrar la conversación y parece ser el centro de cualquier mejoría en salud. Sin embargo, si bien todos los pilares son igual de importantes, en una categorización basal lo más relevante son las relaciones humanas”, afirma.

En torno a la alimentación saludable, la Medicina de Estilo de Vida recomienda aquella basada en plantas. No obstante, el Dr. Acuña tiene una opinión diferente. “Somos omnívoros. Por tanto, hay muchas maneras distintas de comer bien. En lo personal, yo creo en la alimentación real, local y estacional, y siempre lo más ‘limpia’ posible. O sea, si vas a comer huevos de gallina, que sea de gallinas que se alimentaron como tal. Dejemos de hablar de calorías, y fijémonos en el origen e ingredientes de cada producto”.

Hace hincapié en que cada pauta de alimentación es individual, pues se basa en la historia, genética y creencias de cada persona. “Incluso, es importante reflexionar sobre qué alimentos (naturales, obviamente) nos gusta comer, qué es lo que nos pide nuestro cuerpo, porque ahí hay una sabiduría que tenemos que atender”.

En cuanto al segundo pilar, la actividad física, el especialista es enfático en realzar la importancia de realizarla de manera regular y constante, ojalá diariamente. “No se trata de inscribirse en un gimnasio. Basta con hacer ejercicio con cosas que podemos encontrar en nuestra propia casa. Salga a caminar, a andar en bicicleta, privilegie el subir escaleras en vez de tomar el ascensor, trate de no estar tanto tiempo sentado, ponga música y baile… en el fondo, lo importante es mantenerse en movimiento, porque eso es esencial para mantener un óptimo estado de bienestar”.

Un tercer punto sería tener un buen descanso, y si bien la cantidad de horas de sueño necesarias varían según la edad, Acuña refiere que un adulto debiera dormir al menos entre siete y nueve horas cada noche. “Hoy el insomnio y el cansancio diurno son muy frecuentes, y el peso que eso tiene para la salud es tremendo. De hecho, está estudiado que en la gente que duerme mal, o que trabaja de noche hay mayor prevalencia de cáncer. Así de grave es no descansar adecuadamente”.

Añade que para dormir bien es necesario tener una buena higiene del sueño, lo que involucra un ambiente oscuro, “cero pantallas” desde unas horas antes, luz tenue antes de dormir, y ojalá no comer nada pesado ni cerca de la hora de acostarse.

En cuanto a evitar los tóxicos, “básicamente nos referimos a las drogas, al tabaco, al alcohol, aunque también hay tóxicos invisibilizados, como los procesados, que deberían regularse mejor”, advierte.

-Hasta aquí, todo parece fácil de implementar, pero en un mundo de tanta inmediatez, ¿cómo podemos controlar el estrés?

-“Eso pasa por la educación, por entender lo que es el estrés y que no es bueno ni malo, sino una reacción natural de nuestro sistema. La tradición evolutiva nos dice que el estrés nos lleva a la disyuntiva de ‘huir o pelear’, pero no nos educan para pelear -en el buen sentido de la palabra-, y en estos tiempos es importante saber hacerlo. A todos nos cuesta defendernos, nos cuesta decir que no, o mandar a la… a quien se lo merece, y hay que aprender a hacerlo”.

El doctor añade que en este tema también es importante que la gente entienda que lo que piensa no es la realidad absoluta, sino solo su visión, y que si vamos educándonos en estas ideas y ejercitando estas acciones podremos llegar a manejar el estrés… “También hay ejercicios de respiración que se pueden practicar, que pueden bajar la frecuencia respiratoria, el ritmo cardíaco y, por ende, el estrés”.

Enfatiza, además, que el estrés debe manejarse desde los pensamientos, porque ellos son capaces de determinar nuestra salud. “Puedo practicar tener pensamientos coherentes, sin tanta ansiedad del futuro ni tanto peso de pasado, y vivir solo en el presente, que es a lo que apuntan las prácticas de mindfulness. Y eso no significa volverse hippie, sino que un ser humano consciente. Basta con sacarte los zapatos y un poco de ropa, y salir a tu jardín o al parque a tomar sol, a pisar el pasto, a tocar los árboles, mientras ejercitas una respiración tranquila”, aconseja.

El médico llama a tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos en el bienestar de los otros. “La buena salud de alguien depende de él, pero también de nosotros. Si nos educaran en eso, si nos dijeran ‘la salud de los demás depende de ti’ cambiaría nuestra forma de actuar. No seríamos tan duros al juzgar o al tratar a otros, no estaríamos tan polarizados, porque entenderíamos que todos dependemos de todos, y podríamos por fin ponernos de acuerdo en hacernos bien”.

Finalmente, el pilar más importante sería mantener relaciones humanas significativas. “Somos mamíferos, lo que implica que tenemos un cerebro y una fisicalidad desde la relación madre-hijo muy única, que genera una manera especial de relacionarnos. En la parte clínica, cuando converso con las personas, constato que una de las cosas que más influye en su bienestar son sus relaciones interpersonales”.

Para comprobarlo, cita como ejemplo lo que pasó durante la pandemia: que el estar lejos unos de otros detonó o agudizó muchos trastornos anímicos. “El contacto físico y la aceptación son necesidades basales muy importantes. Lo peor que le puede pasar a alguien es no ser aceptado por el grupo o no tener un lugar en la cultura. Ese sentirse aislado es desgarrador para el ser humano”.

A partir de esta premisa, el médico llama a tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos en el bienestar de los otros. “La buena salud de alguien depende de él, pero también de nosotros. Si nos educaran en eso, si nos dijeran ‘la salud de los demás depende de ti’, cambiaría nuestra forma de actuar. No seríamos tan duros al juzgar o al tratar a otros, no estaríamos tan polarizados, porque entenderíamos que todos dependemos de todos, y podríamos por fin ponernos de acuerdo en hacernos bien”.

Y sería justamente en este punto que los médicos tendrían una responsabilidad especial: escuchar a sus pacientes, acogerlos. “La sola escucha activa ya puede ayudar mucho a alguien, y si a eso le sumamos el contacto, abrazarlo, te aseguro que genera algo en esa persona. Confiará en su doctor, estará más dispuesto a colaborar y a tener un rol más activo en el cuidado de su salud”.

-Si se creara el ministerio de Bienestar Humano, y a usted lo nombraran ministro, ¿cuál sería su primera acción?

-(risas) “No sé. No tengo claro cuál podría ser esa primera acción, pero lo que sí sé es que exigiría que el ministerio asesorara a todas las otras carteras. Entonces, si se planea cómo vamos a seguir construyendo la ciudad, o cómo va a crecer el sistema de transporte, o cuál es la siguiente medida en educación, tenemos que estar ahí, porque de una vez por todas debe entenderse que el bienestar humano debe estar en el centro de todo”.

 

 

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES