Editorial | Un verdadero agradecimiento

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Cuesta imaginar siquiera la situación que hoy se vive al interior de los hospitales y clínicas del país.

No es fácil dimensionar qué significa en la práctica que el sistema sanitario esté sometido a una exigencia sin precedentes, como lo reconoció en su informe diario, el 26 de mayo, el ministro de Salud, Jaime Mañalich.

No se puede, porque la mayoría de los chilenos no lo ve. No lo vive, porque la responsabilidad de cuidar y de curar a los enfermos afectados gravemente por el coronavirus está en manos de 360 mil funcionarios que trabajan en la red integrada de salud.

Esa distancia con esa presión asistencial que está recibiendo el sistema sanitario chileno y, por ende, el personal que lo sustenta, podría tal vez explicar por qué las recomendaciones de las autoridades no han penetrado como se esperaba en los chilenos. Por qué hay ciertos grupos que con una desvergonzada apatía insisten en incumplir las medidas de confinamiento, con fines tan egoístas como pasar un feriado frente al mar o disfrutar de una fiesta masiva.

A pesar de saber sobre la peligrosidad de este virus, y del conocimiento que nos entregó la experiencia de naciones que ya lo padecieron, hay quienes obcecadamente se siguen exponiendo de manera temeraria e irresponsable a posibles contagios, actitudes  que, a la larga, se tradujeron en esta presión que hoy está enfrentando la red de salud.

Los resultados de la medición de la Oficina Nacional de Investigación Económica (National Bureau of Economic Research, NBER) de EE.UU., aplicada a más de 100 mil personas de 58 países, nos enrostraron esa realidad, ubicando a Chile como una de las naciones con menos cumplimiento de medidas sanitarias por coronavirus.

Aunque la autoridad de salud no lo reconoce como tal, hay médicos que ya se preparan para lo que se conoce como el dilema de la última cama. Para decidir, en el fondo, quién tiene una oportunidad para vivir y quién no. Es una responsabilidad pero, también, un peso para quienes se formaron para justamente lo contrario.

La labor que hoy despliegan los funcionarios de la salud en Chile no es un solo un trabajo, no es solo una responsabilidad. Es, a estas alturas, una hazaña que, lamentablemente, muchos todavía no comprenden ni valoran.

Hoy es el momento de dar gracias a todos quienes cumplen alguna función en esa gran red que de manera desesperada crece y se multiplica para salvar vidas.

Ellos y ellas enfrentan el enorme desafío que implica la pandemia del coronavirus en nuestro país y, como ciudadanos, nuestra única forma de reconocimiento a su esfuerzo es cuidarnos y ser responsables.

Es cierto, no todos pueden quedarse en casa como reza el eslogan, pero quienes sí están en condiciones de hacerlo, deben comportarse solidariamente en estos momentos difíciles. No hay otra manera de combatir a este enemigo que llegó desde tierras lejanas a cambiar nuestras vidas. No hay otra mejor forma de demostrar nuestro agradecimiento a quienes hoy nos cuidan. Valen los aplausos y las palabras de reconocimiento, pero vale todavía más una actitud empática y responsable. Esa sí es una verdadera señal de gratitud.

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