Tableros, dados y cartas son desde hace algunos años piezas clave en la entretención de niños, jóvenes y adultos al interior de los hogares chilenos. Los especialistas afirman que esta actividad, que se incrementó en pandemia, implica múltiples beneficios y que es una herramienta inmejorable para mejorar la comunicación al interior de la familia.
En los 2000, la entretención indoor estaba marcada por los videojuegos y lo virtual. Sin embargo, en los últimos años, lo análogo ha regresado en gloria y majestad a las casas de los chilenos. Nuevos juegos de mesa, la mayoría proveniente de Europa y Estados Unidos (donde jugarlos es tendencia hace casi 20 años), buscan recuperar el sitial que en los ’80 ostentaban los rompecabezas, naipes, dominó y el infaltable Monopoly.
“Los juegos de mesa dejaron de ser patrimonio de la gente ñoña, o de los nerds. Ahora, son muchos los jóvenes y adultos que los juegan, y en Chile lograron masificarse cuando las tiendas de retail y los supermercados comenzaron a venderlos”, opina Jorge Leal, creador de la tienda penquista de juegos de mesa, Santo Goblin.
También se hicieron conocidos gracias a la televisión, donde más de una vez vimos a los protagonistas de The Big Bang Theory, o a los de Stranger Things jugando largas partidas de juegos de rol, como el famoso Calabozos y Dragones. Eso sí: sigue siendo un mundo mayoritariamente de hombres.
Jorge Leal, quien es administrador de empresas turísticas y guía patrimonial de profesión, ingresó de lleno al mundo de los juegos de mesa hace unos años. “En 2014 estaba trabajando en Los Andes y viajaba los fines de semana a Santiago. Un día fui a un evento organizado por Devir, una empresa que edita y distribuye juegos de mesa en Chile. Allí se podían probar los juegos… Fue increíble. Quedé maravillado. Tanto, que al día siguiente fui a comprarme un Catan”, recuerda.
Y es que Catan es el más conocido juego de mesa “no tradicional” del mundo. Es lo que se denomina un juego de introducción, es decir, que gracias a que es fácil de jugar y para toda la familia, es la puerta de entrada a otros juegos similares. Además, tiene el mérito de ser el primer juego europeo en posicionarse en otros mercados y, a la fecha, se estima que millones lo han jugado.
En 2016 Jorge estaba de vuelta en Concepción y, de un día para otro, sin trabajo. “Como ya me había metido en esto de los juegos de mesa, decidí organizar un evento en el que la gente pudiera jugar juegos de tablero, de cartas y de rol. Lo hice en un pub, y Devir me prestó demostraciones de sus juegos. Esperaba unas 25 personas… Llegaron casi 200”.
Eso le demostró que había un nicho que explotar, y comenzó a trabajar en una tienda que comercializaba juegos de mesa y electrónicos. Allí estuvo por más de tres años, hasta que en agosto del año pasado renunció.
Nace el duende “jugón”
Con el apoyo de su familia, Jorge abrió Santo Goblin, una tienda online de venta de juegos de mesa que, al mes de funcionar, se asoció con la Cafetería Dog Friendly, KFE, de Concepción. Así una, y luego dos veces a la semana, iba a la cafetería a hacer demostraciones de sus juegos. “Cada vez llegaban más personas. Parecía que la gente necesitaba un lugar donde jugar. Nos estaba yendo bien, pero vino el estallido social y todo cambió, porque la cafetería estaba ubicada en la zona 0, frente a Tribunales. En diciembre, KFE cambió de local, y todo comenzó a marchar bien nuevamente, hasta que empezó la pandemia, y debí volver a formato online”, se lamenta, reconociendo que más de una vez ha pensado que escogió el peor año para independizarse.
A pesar de la baja en las ventas, los “jugones”, como se conoce a los fanáticos de los juegos de mesa, han seguido fieles a Santo Goblin, escogiéndolos por su amplia variedad de productos y su asesoría conocedora y especializada. Para ayudar a los compradores, sobre todo ahora que no pueden vitrinear directamente, la tienda ofrece en su página (www.santogoblin.cl) múltiple contenido online asociado a los juegos, como podcasts y tutoriales. Además, despachan a domicilio.
El mundo en una mesa Se estima que son casi 5 mil los juegos de mesa lanzados al mercado cada año. Su clasificación más amplia es según su origen: euros o ameritrash (basura americana). También se pueden dividir en competitivos o colaborativos, o de tablero, cartas o de rol. También hay warmgames, partygames y hasta fillers, que son juegos de relleno para jugar entre juegos.
Y ni hablar de las múltiples versiones y escenarios, a lo que se suman ampliaciones, expansiones, extensiones independientes, accesorios y añadidos que vuelven a este hobby un lucrativo negocio. De hecho, como dato, la mayoría de estos juegos supera los 30 mil pesos.
En este muy amplio mundo se mueve también el psicólogo Juan Pablo Parra, quien hace un par de años comenzó a formar su ludoteca, la que tiene más de 60 juegos. “Llega un momento en que uno va a cualquier carrete y se da cuenta de que hay juegos de mesa involucrados. Entonces uno los va conociendo, le gustan, y le dan ganas de tenerlos. Además, entre tanta cosa digital, uno como que quiere volver a estar cara a cara, conectarse, compartir y reírse en vivo con sus amigos. Ese sentido de comunidad en tiempo real es súper rico”, explica.
Hoy, estos juegos permiten construir ciudades, conjurar hechizos, matar monstruos, develar enigmas, viajar a otros universos y administrar recursos. “Es como tener todo un mundo encima de tu mesa”, dice Juan Pablo.
Añade que antes de la pandemia se reunía regularmente con un amigo a jugar nuevos juegos, y que mientras vivió en Santiago participaba en grandes juntas jugonas, que congregaban a todo tipo de gente. Incluso, compartía este hobby con su expareja, con quien creó un canal de YouTube para comentar los juegos.
“En estos meses de pandemia, casi no he jugado. Solo me conecto a veces con un par de amigos en alguna plataforma online de juegos de mesa, como Tabletop Simulator”, detalla.
Familia que juega unida…
Más allá del disfrute que aporta, la psicóloga clínica y terapeuta de juegos, Paulina Spaudo, señala que jugar es una necesidad humana. “No se puede pensar en lo humano sin el juego”, dice citando al filósofo Hans-Georg Gadamer, quien asocia el juego a un impulso libre de las personas. “Él afirma que el juego es una función elemental de la vida humana, por lo que no se puede pensar en el hombre sin pensar en lo lúdico”.
La académica de la USS destaca que el juego, dentro de la vinculación padres e hijos, es un aporte muy significativo, que tiene un potencial casi sin igual respecto de otras actividades. “El juego permite a los niños desarrollar habilidades en todos los ámbitos de su desarrollo. En los procesos físicos y psicomotores, por ejemplo, generando destrezas y habilidades motoras gruesas y finas; en lo afectivo, que es la base para el desarrollo de la personalidad, potencia la vinculación y el apego, y en lo cognitivo, les da la oportunidad de desarrollar la creatividad, mejorar la comprensión alfanumérica, aprender a seguir instrucciones, a aceptar reglas, a autocontrolarse”.
Jugar en familia también tiene beneficios para los jóvenes y adolescentes. Les puede ayudar a revincularse con un miembro de la familia con quien están distanciados, y profundiza y potencia los vínculos. “No es lo mismo conversar con los papás por una situación determinada que verlos en este contexto en el que se equivocan, pierden o no entienden las reglas. Esas ‘debilidades’ ayudan a los jóvenes a generar cercanía(…) Jugar favorece las relaciones familiares, potencia los vínculos y mejora las habilidades sociales. También permite a los jóvenes mostrar su verdadera identidad; a los papás, descubrir sus verdaderas facetas, su verdadero yo, que los chicos aún están construyendo, y -sobre todo- une a la familia, porque enseña a sus miembros a conocerse más y de otras maneras”.
En opinión de la psicóloga, una hora de jugar en familia activa en forma transversal todos los dominios de desarrollo de niños y adolescentes, y se convierte en una instancia que los hijos atesoran y que genera potentes aprendizajes que no se olvidan.
“En una tarde de juego, toda la familia se ríe, se comunica y establece una conexión más cercana. A los niños les brinda la oportunidad de expresar sus emociones y a los padres, de ayudarlos a regularlas y a entenderlas. Si pierde, el papá puede contenerlo, abrazarlo, acompañarlo en ese fracaso, en su frustración. Le explicará que es normal enojarse o estar triste, y le aclarará que es solo un juego, que no pasa nada si pierde, que puede seguir intentando y que él va a estar ahí, acompañándolo. Eso fortalece el vínculo entre padres e hijos y, en realidad, es tremendamente terapéutico para todos”.