Hace meses comencé a sufrir una serie de achaques. Dolores de cabeza, colon irritable y faringitis que me dejaban disfónica, por lo que inicié un peregrinaje de consultas médicas. Confieso haberme vuelto cobarde y ya me preparaba para un pésimo diagnóstico. Mi mente suele abrumarse de fabulaciones y especulaba que tenía una grave enfermedad. Quedé perpleja al enterarme que los resultados arrojaron el perfil de una mujer sana y vital. No se hallaron tumores, ni disfunciones hepáticas, renales, cardíacas ni de ningún tipo.
Pero como no creo en las casualidades, sino en las causalidades, mi porfiado cerebro me instaba a buscar el origen de mis dolencias. Recordé que una de mis más queridas amigas, asistiendo a un seminario sobre Mente, Cuerpo y Alma en Armonía, estableció lazos de amistad con un facultativo de ancestros tibetanos, titulado de médico cirujano en India (título que validó en Chile). Actualmente se dedica a la práctica de medicina alternativa en Santiago. Fue así como llegué a su consulta.
Tras auscultarme y escuchar los relatos de mis dolencias, contestó con una breve frase mi principal interrogante: ¿Cuál fue la causa de los dolores que tuve y que aún suelo sentir, doctor? Me respondió: El cuerpo grita lo que el alma calla.
Luego de escrutar hasta el fondo el iris de mis ojos, se explayó: “Tu cuerpo se enfermó, pues somatizó el sufrimiento, los traumas y la angustia que están recluidas en tu alma. Tus cuadros recurrentes de faringitis me indican que has ocultado largo tiempo el daño que algo o alguien te provocó y que tus miedos te han impedido soltar. Las jaquecas y el colon irritable fueron un grito de alarma de tu organismo. En resumen, tu cerebro es un avispero de ideas y no deja de pensar ni un solo instante. Tu sanación comenzará cuando aprendas a tranquilizarlo enfocándote en pensamientos positivos e iluminadores. Disfruta el aquí y el ahora, celebra el momento presente, busca la energía que prodiga la naturaleza y goza el estar viva”.
Después me dio un listado de tareas a cumplir. Lo miré con un signo de interrogación. ”No entiendo de qué forma puedo estar manipulando mi vida, doctor”, lo interpelé.
Como si me leyera el pensamiento, me lanzó un leve reproche: “Tu inconsciente te lleva a empujar el cauce del río que simboliza tu vida. Luchas contra la corriente si algo no resulta como esperabas y te asalta un sentimiento de fracaso si no consigues de inmediato tus anhelos. Sé paciente y humilde”.
Luego, al salir a la calle oigo ruidos, bocinazos y percibo el atochamiento. Es la hora del taco en Providencia. Pero no me afecta. Entro a mi corazón en paz y comienzo a amar lo más simple y sagrado que hay en mí. Y aguardo en sosiego hasta la próxima sesión.