El Fin de la Verdad

/ 27 de Junio de 2017
col-RECTOR UST
Roger Sepúlveda Carrasco Rector Universidad Santo Tomás Concepción.

Vivimos una fundada crisis de confianza respecto de las instituciones señeras de nuestra sociedad, ya sean éstas públicas, privadas o religiosas. Así sucede con el Servicio de Impuestos Internos, Carabineros de Chile, la banca, los gremios o los tribunales de justicia. Esto debiese preocuparnos en profundidad, pues se pierde la credibilidad de las organizaciones que sostienen el tejido social y que históricamente nos han permitido garantizar el ordenamiento jurídico, además de una sana convivencia.

La encuesta Cadem de mayo posicionaba a nuestro Congreso en el último lugar de las 20 instituciones evaluadas, posición que se ha mantenido inamovible desde al menos las últimas nueve encuestas aplicadas desde 2015. Esta desilusión de la opinión pública se manifiesta en un fuerte abstencionismo electoral y en el empleo creciente de la movilización como recurso para impulsar las más diversas causas populares.

Uno de los principales motivos de esta desaprobación se sostiene en el uso y abuso que los candidatos a cargos de elección popular hacen de la retórica políticamente correcta, de las verdades a medias y la manipulación de los medios de comunicación mediante frases que se sienten verdaderas, pero que en el fondo no tienen ninguna base real, tendencia no tan sólo criolla, sino de alcance global.

A este particular fenómeno se le denomina la “política de la posverdad” o mentira emotiva, donde los hechos objetivos tienen mucho menos influencia que las emociones y las creencias personales, que asistidos por la masividad y penetración de las redes sociales, transforman cualquier idea en una realidad comúnmente aceptada, imposible de cuestionar desde la razón. En términos simples, en el debate político lo importante no es la verdad, sino ganar la discusión.

Tan grande ha sido el alcance de este fenómeno, que el Diccionario de Oxford eligió a “posverdad” como la palabra del año 2016. Según ellos, el término se usó por primera vez en 1992 en la revista The Nation, que hablaba de la primera Guerra del Golfo. Hoy se le atribuyen a esta tendencia los éxitos electorales que catapultaron a Donald Trump a la presidencia de EE.UU. o la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea, más conocida como Brexit.

En este año electoral, en Chile, los votantes debemos estar muy atentos a no caer en los cantos de sirena y poner mucha atención en los hechos objetivos fundamentados por sobre cualquier trending topic, pues los candidatos a los diferentes cargos saben lo efectivo de este nuevo método de manipulación masiva que, seguramente, tendría a importantes filósofos como Descartes o Tomás de Aquino revolcándose en sus tumbas.

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