El lado íntimo de las “Féminas Sinfónicas”: Integrantes de la Orquesta tienen un espacio cada sábado en Radio UdeC

/ 18 de Diciembre de 2018

No esconden detalle de cómo se encantaron con la música y con el instrumento que ejecutan. Pero, además, dos violinistas y una violoncellista de esta agrupación revelan desde el punto de vista femenino, su visión del arte y cómo el ejercicio musical se convierte en una forma de educar a las nuevas generaciones.       

 

Las han descrito como talentosas y sensibles. Sin embargo, ellas prefieren decir que son mujeres y punto. Así de claras son las las violinistas Pamela Astorga y Dina Mery, y la cellista Marcela Cerezzo, todas integrantes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción, perteneciente a la Corcudec.

Las tres intérpretes son parte de la agrupación nacida en 1952, la que hoy cuenta con más de 50 músicos profesionales de planta. Entraron por méritos propios y demuestran, en cada concierto, la pasión que las mueve a estar en la escena musical. Ellas son también parte del programa radial, producido por Corcudec: Féminas Sinfónicas, que se emite cada sábado a las 20 horas en Radio Universidad de Concepción (95.1 FM y www.radioudec.cl), con repetición los domingos a las 10 horas.

Pamela Astorga.

Pamela Astorga (43 años) cuenta que su primera aproximación a la música fue en Valdivia, donde vivía con sus padres, contador auditor y profesora diferencial, y que la afición musical siempre estuvo en el ambiente familiar. Incluso, recuerda, que uno de sus tíos fue fundador del mítico grupo Los Ángeles Negros.

En esa ciudad ingresó por primera vez a una escuela de música, sin tener un instrumento definido entre la flauta y el violín. Finalmente, fue éste último el que la fascinó. “Creo que uno no elige el instrumento, sino que éste te escoge a ti. Al menos eso fue lo que me ocurrió a mí”, comenta Pamela.

Así, con ocho años de edad, el violín la encantó con su sonido cálido y aterciopelado. Desde entonces, jamás lo abandonó. Ya en Concepción, en 1986 ingresó al Conservatorio de la Sociedad Bach, a cargo del maestro Américo Giusti. Comenzó con programas de giras hasta llegar a tocar en el Teatro Colón, de Buenos Aires.

Posteriormente, partió a formarse a Estados Unidos, en la Columbus State University, con el director de orquesta y violinista chileno radicado en ese país, Patricio Cobos. A su regreso a Concepción, se integró a la Sinfónica UdeC.

Hoy, a su actividad profesional en la Orquesta, suma su rol de madre y de profesora de violín, clases que imparte a niños con el método: Música en Colores.

Como parte de la Sinfónica, Pamela dice que en la actualidad es más fácil lograr que la música sea vista como una profesión, más que un pasatiempo. “Por supuesto aún hay quienes perciben las artes como un hobbie, pero creo que si un joven tiene el don de ser artista, hay que apoyarlo, porque cuando se hace algo que te apasiona, es imposible que resulte mal”.

Ésa es justamente la pasión que, desde su infancia, ella sintió por el violín, instrumento al que le dedica más de cinco horas diarias entre ensayos y estudios.

Además, confiesa Pamela, al violín le debe la historia de amor con su marido, el también músico, Jaime Cofré. “Nos conocimos en este elenco. Él siempre cuenta que fue amor a primera vista, y que supo de inmediato que estaríamos juntos”.

La historia trascendió y la herencia musical también, ya que el matrimonio tiene tres hijos, dos de los cuales siguen carreras ligadas a la música.

Padre luthier

Siendo hija del violinista y luthier, y por décadas miembro de la Sinfónica UdeC, Raúl Cerezzo, era evidente que Marcela (55 años) optaría por la vocación artística. Así, rodeada desde su niñez de acordes, corcheas, partituras, pianos y violines, se inició naturalmente en la música.

A los cuatro años ya tocaba piano, pero fue a los 12 que se enamoró del violoncello, instrumento que hoy ejecuta en la agrupación penquista. Relata que siempre tuvo facilidad para éste; por ello, hoy se mueve sin miedo interpretando desde un intenso Mahler hasta una sutil pieza de Mozart.       

Gracias a estas aptitudes, ingresó al Conservatorio de Jorge Peña Hen, en La Serena, donde se graduó de Intérprete Superior. Casada con el cellista Luis Pavez, con quien tiene tres hijos y un nieto, Marcela cuenta que se incorporaron juntos a la Sinfónica de la Universidad en 1984.

Marcela Cerezzo.

Sin embargo, él se dedicó posteriormente a la creación de orquestas juveniles, y ella continuó en su puesto en el elenco penquista.

Estudiosa en la técnica del instrumento, dice que “es el alma lo que se entrega al momento de interpretar música. Hay que vivir el lenguaje musical, y éste es un proceso que se aprende y se madura, pero que no termina jamás”.

Eso es lo que trata de transmitir a sus alumnos en las clases de música que realiza junto a sus hijas Talía, violinista, y María Luisa, licenciada en Arte, en una escuela vulnerable de Chiguayante.

Marcela señala que la música es una herramienta para educar, y que el arte en general debiera entenderse como parte natural de la vida y no como algo elitista, sólo para unos pocos. “El tema es enseñar a ser mejor persona, no sólo un profesional exitoso, y son las artes las que sensibilizan en este aspecto”, destaca.

Tal como expresa su sentir con la música, se atreve a revelar su lado más íntimo ligado a la interpretación musical. En este sentido, relata que su actual instrumento es herencia de una de sus hermanas, la más cercana a ella, una cellista que falleció hace algunos años, producto de un cáncer.

“Al día siguiente de su funeral teníamos que tocar, justamente uno de los repertorios favoritos de ella, el Doble Concierto para violín y cello de Brahms. Recuerdo que fue algo mágico, pues sentí que tocaba con mi hermana, que estaba conmigo a través del cello”.

Música en los nuevos tiempos

Para Dina Mery, una de las violinistas con más experiencia de la Orquesta UdeC, ya que ingresó a ella en 1976, la evolución artística y punto cúlmine de esta agrupación pasa por el afán de profesionalizar la carrera. “Antes, en cambio, quienes dedicaban su tiempo a la música eran, mayoritariamente, aficionados”, señala.

Ella es de la camada profesional. Ingresó a la Escuela de Música de La Serena, donde egresó de Intérprete de Instrumento.

Dina Mery.

Al llegar a Concepción realizó una audición para ingresar a la Sinfónica penquista y, como ella misma dice, nunca más se fue, y continuó especializándose. Durante tres años viajó a Santiago, a la Universidad Católica (PUC) para tomar clases con el profesor Fernando Ansaldi. “Para una carrera así hay que tener una férrea disciplina, ser metódica y tener una dedicación única para estudiar las partituras”, recalca.

En 1986 se tituló como licenciada en Música en la Universidad de Concepción. Casada y con un hijo de 23 años, señala que sin música no podría vivir, menos sin su violín, un instrumento italiano de 1876, hecho a mano, y que tiene hace más de dos décadas.

Dina quiso ir más allá de estar sentada detrás del atril, por lo que también realiza clases a niños de una orquesta de Arauco. Por eso, celebra el proyecto de difusión que realiza la Sinfónica UdeC, y el nuevo desafío que significa el programa radial: Féminas Sinfónicas. Sin embargo, está consciente de que en este camino de democratización artística, la música clásica no la tiene fácil. Se debe innovar y adaptarse a los tiempos. Por ello, tal como señala, en estos conciertos se inicia con música docta, “pero terminamos tocando la Pollera Colorá”.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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