Acabamos de pasar la Navidad, una de las épocas más maravillosas del año, con la que vivimos el proceso de la compra de regalos, que generan deudas y estrés, situaciones muy alejadas del verdadero sentido de esta celebración. Y es que a veces se olvida el significado de la Navidad y, también, el de regalar.
Comprar regalos es un medio que busca demostrar afecto y entregar felicidad a alguien, quien con su agradecimiento o sonrisa retribuye lo recibido.
Regalar no significa necesariamente comprar, pero recurrimos al mercado dada la gran cantidad de oferta y rendimientos a escala que implica adquirir un producto para el regalado, versus lo que representaría fabricarlo nosotros mismos, ahí subyace en esencia el marketing.
Los invito a que recuerden los regalos recibidos más preciados. ¿Qué vino a su mente? Si lo analizan, seguro éste posee un valor que trasciende su precio, implicando emociones, remembranzas y una multiplicidad de factores que transportan en el tiempo. Porque ahí radica el sentido de regalar: en entregar significados de valor que sorprenderán a quien lo recibe, y que atesorará por mucho tiempo.
Un regalo es una manifestación de cariño, amor o afecto a alguien, donde el producto es sólo una coartada en el relato. Puede ser una costosa joya, una flor, un libro primera edición o una estrella certificada (http://www.globalstarregistry.com/es), lo importante es lo que significa para quien lo recibe, quien retribuye a quien regala. En este acto hay un intercambio infinito de significados entre ambas partes, una representación del marketing en su esencia más pura.
La invitación es a desmaterializar el significado del regalar, que por cierto no condena el comprar, pero sí necesita la mirada de la lógica simbólica que está detrás del acto como señal de afecto y valores. Entendiendo esto, podemos concluir que los regalos poseen tres dimensiones: un rol vinculante como actividad y práctica social, otro como portadores de significado de valor, sentido e identidad y, por último, la diferenciación social para quien recibe, pero sobre todo para quien regala, quien se manifiesta y distingue mediante este rito ancestral.
El consumo es un espacio donde la sociedad expresa parte de su cultura y en ese contexto los regalos poseen sitiales. Así, regalar flores implica códigos establecidos según sea el color de ésta. y regalar chocolates, un protocolo, pues tras su recepción se abre y ofrece el primero a quien regala. En Francia, regalar un perfume a mujeres casada es mal visto; en Libia, regalar animales domésticos es de mala suerte o en países occidentales ofrecer presentes de alto costo a autoridades corporativas o políticas implica códigos de probidad y declaraciones formales. Recuerde siempre que la cultura se come a la estrategia y sus objetivos, y que en el espacio de los regalos esta máxima también se cumple.