El desastre natural acontecido en nuestra Región ha generado una serie de consecuencias psicosociales en las personas, impactando en muchas áreas de nuestras vidas. Dentro de ellas, se encuentra la pérdida de seres queridos, de nuestras viviendas y pérdidas de acceso a servicios básicos, entre otras. Sin embargo, también se produce un deterioro en la vida de las personas y una desintegración de las familias y de la comunidad. Hemos tenido que sobreponernos a muchas situaciones complejas en un muy corto plazo, por tanto la pregunta es ¿Qué hacer cuando estas pérdidas o dificultades nos desestabilizan emocionalmente y alteran nuestras rutinas?
Cuando hablamos de impacto psicosocial nos referimos a los efectos que generan los desastres en el ámbito individual, familiar y social de las víctimas. Lo más probable es que muchos de nosotros teníamos planificado el día desde muy temprano antes del terremoto de una forma particular, con una rutina que nos entregaba equilibrio y generaba un sentimiento de satisfacción personal. Pero ¿qué pasa cuando todo eso se ve trastocado por un desastre que no nos permite continuar de manera adecuada con las actividades que realizamos cotidianamente?
La Terapia Ocupacional -carrera que la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación de la Universidad Andrés Bello dicta este año en el campus Concepción – juega un papel fundamental en el proceso de rehabilitación de un individuo o grupo que atraviesa por una problemática psicosocial. Comenzando por entregar atención terapéutica en las zonas afectadas, instalando espacios de “reparación” para las personas que por diversos motivos presentan dificultades en sus actividades diarias, como así también en la forma en que participan socialmente u ocupan su tiempo libre. Es aquí donde es imperioso que se reinserten paulatinamente en sus espacios de ocupación habitual, promoviendo el rediseño de sus propias vidas, procurando el mejoramiento en la calidad de ésta y velando, en particular, por aquellos aspectos relativos a la prevención en la salud mental. La preparación debe ser constante día a día, considerando la sensibilización a las necesidades físicas, emocionales y materiales de las personas con quienes habitamos. Esto nos ayuda a comprender y tolerar defectos, y conocer las virtudes o cualidades de las personas.
No obstante, es fundamental aprender a respetar la naturaleza, comprender su ritmo y movimientos. Esto nos ayudará a encontrar alternativas de desarrollo que no traigan efectos destructivos para ella y, a la larga, para nosotros mismos. Para esto, algunos consejos, como realizar ejercicios de relajación son básicos, a fin de ir adquiriendo y manteniendo una actitud serena y despierta, así como retomar actividades que se identifiquen como parte de nuestras vidas, como por ejemplo, cuidar el jardín e ir a comprar el pan para tomar once junto a la familia.
Con estos pequeños detalles lograremos poco a poco retomar aquella vida que teníamos diseñada previa al terremoto, pero con la experiencia que nos entrega el vivir una situación tan particular, aprender de ello y lograr adaptar nuestras rutinas, sin olvidar que estamos en una sociedad que no será la misma desde el 27 de febrero del 2010, pero que con la ayuda de todos podemos no sólo salir adelante, sino rediseñar un nuevo Chile, “un Chile mejor”.
Jorge Javier Castillo
Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello Concepción