El trance de vivir un duelo en Navidad

/ 19 de Diciembre de 2022

El duelo puede ser especialmente duro en Navidad. Esa sensación de alegría colectiva que destaca a esta fecha, hace que las emociones estén a flor de piel, y que la tristeza y la añoranza por aquella persona que partió se sientan más intensas. Es lo esperable, dicen los especialistas. ¿Cómo vivirla entonces, sobre todo cuando esta pérdida ocurrió recientemente? Adaptar la fiesta a la nueva realidad para que sea menos dolorosa puede ser una de las alternativas. Tal vez cambiando el lugar donde cotidianamente se celebraba o incorporando a otras personas que acompañen a vivir este momento, pero siempre considerando el parecer de todos los integrantes de la familia. Lo peor es creer que se sabe lo que el otro necesita u obligarse a hacer cosas que uno no quiere hacer.

 

A sus 40 años, esta será la primera Navidad que Patricia vivirá sin su papá, que falleció hace un par de meses. Para Ani, en cambio, será la número 30 en la que su hijo, que partió siendo un niño, no estará con la familia para compartir esta fiesta.

Las emociones frente a la silla que queda vacía en la mesa de Navidad son distintas para ambas. El paso del tiempo ofrece paz y, también, resignación. Pero la nostalgia y los recuerdos vívidos y recurrentes llegan de todas maneras en estas fechas, provocando que estas añoranzas hagan transitar por un tobogán de emociones a quienes sufrieron una pérdida, sobre todo si aún se encuentran elaborando su duelo.

“Para una persona que está experimentando un duelo reciente, cualquier situación de celebración siempre va a ser un momento difícil”, explica la psicóloga clínica y docente de la UDD, María Pía Gutiérrez. Y en las fiestas de fin de año, particularmente en la Navidad, “las emociones pueden aparecer con más intensidad, se extraña más a quien no está, invade la nostalgia e, incluso, puede pasar que surjan pensamientos intrusivos que no permiten sacarse a esa persona de la cabeza”, agrega.

El ambiente navideño te persigue, dice Patricia. Es imposible evadirlo. Está en la oficina, en los centros comerciales, en la radio, en la televisión. Está hasta en los adornos de las calles. “Aunque quieras restarle importancia a lo doloroso que va a ser esta fecha, no se puede, porque donde vayas te encuentras con los arbolitos, escuchas los sonidos de campanas o los villancicos. Hasta el olor del pan de Pascua que hueles en algunas panaderías te lleva inmediatamente a navidades pasadas, donde en mi caso, mi papá siempre estaba”, relata.

La psicóloga María Pía Gutiérrez añade que debido a que socioculturalmente la Navidad se vive como una fiesta de reunión, ya sea familiar o con los afectos más cercanos, las ausencias se notan aún más. “Esta es una fecha de ritos, y puede ser que esa persona era quien recibía a la familia en casa, o la que preparaba la cena o cumplía algún rol en esta fiesta. Entonces, particularmente en las primeras navidades, los cambios obligados de papeles o situaciones son un doloroso recordatorio de que esta persona no va a estar más con nosotros”.

Retroceder lo avanzado

Loreto espera una segunda Navidad añorando a su mamá, quien partió producto de una abrupta enfermedad que la mantuvo en agonía un poco más de 10 días. Fue justo en la mitad del 2021. Al ver el dolor de sus hermanos y de su papá, sin querer, tomó un rol de sostén para la familia en los momentos del fallecimiento, y en los meses que vinieron. ”Asumí que tenía que sacar fuerzas de alguna parte para cumplir ese papel. Mi casa fue el punto de reunión en Navidad, y el mensaje que traté de transmitir fue que aunque estábamos viviendo un tremendo dolor, teníamos que recordar esta fecha, aunque la vida nunca más volviese a ser igual. Pero que teníamos que seguir adelante, sobre todo por nuestros niños”.  Y con la misma actitud esperó el nuevo año.

“Pero ahora, cuando veo las cosas con más distancia, y cuando he podido procesar que esto es irreversible, la echo tanto de menos, que creo que esta segunda Navidad va a ser mucho más complicada”.

Y eso puede pasar, explica María Pía Gutiérrez, porque las fiestas de fin de año generan una mezcla de sentimientos que hacen parecer que se ha retrocedido en todo lo que se pudo haber avanzado. Inconscientemente viene un bajón que también tiene que ver con que el fin de año es un término de ciclo, de balance de lo que ha sucedido. Y la muerte de un familiar, sin duda, cruza todo ese recuento, lo que hace que emociones que pueden estar más controladas en otros momentos, resurjan con más intensidad.

Generalmente el primer año siempre va a ser el más difícil. ”Se estima que es así porque tanto a nivel cognitivo como emocional, recién estamos procesando que la persona no está. Y por ello, por ejemplo, a veces hay momentos en que se te olvida que esa persona falleció y te encuentras diciendo que la vas a llamar por teléfono o que le vas a preguntar algo. Y eso es normal en el primer año. “Lo que no significa que los próximos no vayan a ser difíciles o que haya que obligarse a estar mejor porque ha pasado el tiempo”.

Antes, dice la psicóloga, se pensaba que el duelo se vivía en etapas que eran lineales. Es decir, que primero se pasaba por una fase de negación, luego una de rabia y, después, otra de resolución. “Hoy sabemos que el duelo no es lineal. Que iremos viviendo esto como en una montaña rusa y que transitaremos estos procesos de acuerdo con cómo elaboremos la pérdida”, señala.

¿Celebrar o no?

A veces, pensar en lo que la persona que ya no está hubiese querido, ayuda a tomar decisiones a la familia, como, por ejemplo, el tipo de festejo que se quiere realizar. “Pero lo importante es no obligarnos a hacer más de lo que podamos hacer”, recalca Gutiérrez. Lo peor, agrega, es imponer al resto de la familia una forma de vivir estas fechas. “Es muy importante sentarse a conversar, para decidir qué nos gustaría hacer esta Navidad. ¿Queremos estar solamente los del núcleo familiar, o tal vez queremos que otras personas cercanas nos acompañen en este dolor? Todo eso se debe decidir en conjunto. “No hay nada peor que asumir que se sabe lo que el otro necesita, pues todos elaboran los duelos de manera distinta”, resalta la psicóloga.

Ani recuerda la primera Navidad sin su hijo. “Había que seguir festejando de alguna manera, porque teníamos otro hijo que necesitaba vivir esta celebración como lo hacían los demás niños. Y nos dimos la fuerza para celebrarla. Yo estaba muy reticente a armar el pesebre, porque en eso siempre me ayudaba mi hijo que había fallecido. Finalmente, conversamos con mi marido, y decidimos hacerlo, pero en su memoria, así como hasta hoy recordamos cada una de las fechas importantes”.

Gutiérrez señala que es esperable que los integrantes de una familia vivan su duelo de manera distinta, pues tiene que ver con las características de su personalidad como, también, con las historias de cada uno.  “Algunos van a externalizar su tristeza, van a llorar mucho o se verán mucho más afectados, mientras que otros, vivirán su dolor de manera interna. Por eso no hay una actitud correcta para enfrentar esta fecha y, en ese sentido, todas las expresiones emocionales son válidas”.

Incluso puede haber algún integrante del clan que quiera restarse de estas celebraciones. “Ahí lo primero es validar su decisión y no intentar obligarlo a ser parte de ellas. Sin embargo, es necesario conversar, preguntarle por qué prefiere estar solo y consultarle de qué manera lo pueden acompañar sin pasar a llevar su determinación”, señala María Pía Gutiérrez.

¿Cómo recordar?

Una de las partes más dolorosas de un duelo es entender que esa persona ya no está físicamente junto a nosotros. Y ahí los ritos son importantes para conectarse con ellos. “A medida que pase el tiempo, y elaboremos este duelo, nuestros seres queridos van a ir ocupando un lugar en nuestra historia y en nuestra mente”, indica la psicóloga, porque los ritos tienen esto de poder conectarnos de manera simbólica, con situaciones o momentos para poder proteger esa imagen.

Loreto trató en esa primera Navidad de repetir lo que su mamá solía hacer para estas fechas “Ella era muy perfeccionista, le gustaba preparar cosas ricas y que todo resultara perfecto para la cena de nochebuena, que para nosotros también tenía un simbolismo importante por la fe que tanto ella como mi papá nos inculcaron”. Así es que ocuparse de que todo saliera bien fue su misión.

Hay personas que crean otro tipo de ritos, como visitar lugares a los que solían ir junto a ese ser querido, o escuchar una canción que a él le gustaba. “Eso ayuda a que rememoremos aspectos positivos e internalicemos ese recuerdo”, dice la psicóloga.

Así lo hace Ani en cada evento familiar importante. “En la Navidad nuestro hijo siempre está presente. Recordamos su carita al abrir los regalos, su sonrisa, lo que le gustaba hacer. Jamás lo olvidamos. Al contrario, siempre está presente porque ese es nuestro homenaje hacia él” .

 

 

 

 

 

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