Invitado por el Jurado Nacional de Elecciones del Perú, participé como Observador Internacional en la segunda vuelta presidencial realizada el pasado junio de este año.
Organizar una elección en Perú no es fácil, por la magnitud de su padrón electoral, conformado por 23 millones de electores de los “tres Perú”: el valle, las sierras y la amazonas. Cada uno con sus realidades, idiomas e historias suman un cuadro cuya diversidad sólo es posible encontrar en estos países andinos.
Los primeros resultados de dichos comicios no variaron mayormente con aquellos que cinco días después dieron por ganador a Pedro Pablo Kuczynski (PPK), “Pato Donald”, como ya lo bautizaron en su país, porque de pronto olvida que está frente a hispanoparlantes y gusta de hablar en inglés. Sin embargo, nadie niega su cultura y capacidad para seguir adelante con el desarrollo que alcanza Perú en estos días.
“Nosotros hacemos todo lo que nos dijo la Concertación chilena, por eso nuestro desarrollo”, expresaba muy ufano PPK, mientras recordaba sus meses trabajando en la zona del carbón, en Coronel y Lota. Socio de algunas empresas chilenas y amigo de empresarios, economistas y académicos de nuestro país, sus viajes a Chile han sido permanentes, viajes que ahora como Presidente deberá limitar.
La expresión típica terminado el proceso fue “ganó la democracia”. Mientras que los comentaristas de la prensa concluyeron que “el pueblo respondió a pesar del desprestigio de los partidos políticos y de los actos corruptos por los que fueron castigados los candidatos que el jurado retiró de la contienda”.
Pero concluyamos que Perú fue un buen ejemplo de varias cosas. La primera, el acto mismo, impecable. Ninguna observación, en ninguna parte, y con una participación que llegó al 80 por ciento del padrón electoral. Lo segundo, la paz imperante. Nadie vociferó por el “atraso” del conteo final. Todo lo contrario. Perú dio una muestra de civilidad admirable. Tercero, la candidata adversaria, que perdió por menos de un punto porcentual, Keiko Fujimori, respondió con dignidad y dejó las puertas abiertas para trabajar unidos por Perú.
¿Y Chile? Un asesor del “segundo piso”, como se hace llamar la “nomenclatura” más íntima del poder, señalaba que “acá las encuestas son creíbles y eso es un problema”, luego se extendía enumerando los dramas de Palacio cuando estas mediciones era negativas para el gobernante. “A nosotros nos preocupa, en cambio, los partidos políticos inmensamente más castigados en las encuestas no se inmutan”. Y así es. En Perú, que no tiene tradición de partidos políticos poderosos y permanentes, descubrí el motivo. Las estructuras del gobierno electoral alcanzan tal grado de perfección que al partido no le interesa su prestigio. Las cosas se harán igualmente bien. Además, como son fuerzas colectivas y parte del mundo laboral del gobierno de turno, superarán las encuestas y seguirán siendo el motivo de “a pesar de…” .