Las inolvidables abuela Kika y bisabuela Magda hicieron todo lo posible para que ninguno de sus descendientes estuviera cercano a algún tipo de miseria, sin importar su tipología: fisiológica, económica, afectiva. De ahí la “Teoría del Enclenquismo”, que tanto la una como la otra rechazaban en la vida diaria con tanta gracia.
Aún con alguna enfermedad entre medio, la idea siempre fue lograr familias sanas y robustas integralmente, de cuerpo y espíritu. Alcanzaron ese balance mágico entre temperamentos, caracteres y personalidades.
Vivimos horas traumáticas en que nuestra sociedad política chilena está enclenque, necesitando de bastantes golpes vitamínicos. En lenguaje médico, sufrimos una patología crónica. Basta observar las relaciones cívicas, políticas, económicas, internacionales y cualquier otra que usted, libre y soberanamente, desee agregar. En todas ellas la miseria es el común denominador.
La infausta y desgraciada “Teoría del Pituto”, entre otros productos nacionales, ha envenenado las interrelaciones e interacciones humanas al interior de nuestras fronteras. Desde hace unos meses el clima de “ingobernabilidad” es la regla, toda vez que desde la propia casa de Gobierno se han dado muestras graves -Caso Dávalos- de “asocialidades”, transgrediendo mínimos ribetes ético-políticos reclamados por la ciudadanía. No ha sido obra de la casualidad el castigo político para con la Presidenta Bachelet reflejado en su extraordinaria baja en las encuestas, con un rechazo que le dan dos de cada tres chilenos.
Chile se haya cansado de un abusivo e inadecuado manejo ético-político, y la razón es muy simple: la verdad o no se dice, o se dice tarde, o se dice a medias, generando un interminable, progresivo e insondable ambiente de desconfianzas cuyo radio de acción va de frentón aumentando. Los propios medios de comunicación así nos lo dicen diariamente a los ciudadanos comunes y corrientes, jamás parte de estos apocalípticos, vergonzosos y desviados hechos.
¡Caramba! Poco más y este desgraciado enclenquismo relleno de inmoralidades, principalmente de orden político, nos dibuja un símil del barrio parisino que nos legara Víctor Hugo al escribir respecto de la Corte de los Milagros. Todo un legado universal que desgraciadamente desde el punto de vista metafórico estamos recogiendo de la famosa novela Nuestra Señora de París, en que se da cuenta de una madriguera de truhanes en el día disfrazados de vagos y mendigos, y de noche delincuentes, estafadores y criminales. Sí, incluyendo la criminalidad económica.
Para tener en cuenta en nuestras horas criollas, fiel reflejo de la delincuencia y criminalidad de cuello y corbata, plagada de latrocinios, paraíso de ilegalidades que, lamentablemente, tantas de nuestras -mal llamadas- autoridades políticas se ha encargado de escribir en un símil contemporáneo de lo que ayer nos dibujó Víctor Hugo, experto en la citada obra en las diversas representaciones de variados enclenquismos, incluyendo los derivados de las malas y pésimas políticas.