Chile es el país de Latinoamérica con más altos índices de obesidad tanto adulta como infantil. El informe de 2016 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO para sus siglas en inglés) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que el 63 % de los chilenos adultos tienen sobrepeso u obesidad. En tanto, el estudio Mapa Nutricional 2016 de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) descubrió que el 50 % de nuestros niños tiene sobrepeso.
Sin embargo, aún no existe un consenso sobre cómo enfrentar esta problemática. La nueva Ley de Etiquetados de los Alimentos parece ser un buen paso en este camino, pero aún cabe preguntarse qué papel tiene el Estado, nuestras autoridades, las empresas alimentarias y los padres en el cuidado y protección de los menores en esta materia.
Hace unos años, el gobierno británico adoptó similares medidas frente a los alarmantes datos de ese país. Otros, como México, Francia, Italia y algunas ciudades de EE.UU., han apostado por un impuesto especial a las bebidas azucaradas. La Comunidad Autónoma de Cataluña, en España, recientemente, ha seguido el mismo camino.
En Chile, previo a la Ley de Etiquetados casi todos los casinos de los colegios vendían sin mayores restricciones ni control dulces y golosinas; una costumbre que está cambiando, pues ya hay establecimientos en los que no sólo se prohíbe la venta de este tipo de productos, sino que se estimula el consumo de frutas y verduras, fundamentales para una dieta sana y equilibrada.
Esta medida refuerza la incluida en la Reforma Tributaria (2014) que aumentó de 13 a 18 % el impuesto para las bebidas azucaradas. Paralelamente, la OMS ha hecho reiterados llamados para desincentivar su consumo, similar a lo que ocurre con el tabaco, la única droga que en alguna medida ha frenado su consumo.
Como sea, lo cierto es que la salud de nuestros hijos no es juego de niños y aquí, junto con las empresas y autoridades, los primeros responsables somos los padres, pues estamos llamados a crear y cultivar hábitos alimenticios saludables, estimulando una dieta balanceada, que contenga los nutrientes fundamentales para permitir el pleno desarrollo físico e intelectual, lo que junto a la realización de actividad física permanente, son la receta esencial.