Europa Central parece hablar por todo el continente. Estamos tan acostumbrados a escuchar las voces de los agentes de la Unión Europea como si representaran a toda Europa, que la política está reemplazando a la geografía en la definición de límites en el Viejo Continente. Rusia y Turquía son, indiscutiblemente, percibidos como vecinos de Europa, no de la Unión Europea. Incluso países como Serbia o Albania -que están físicamente entre Estados miembros de la Unión- no son vistos como parte de este continente. Entonces, ¿deberíamos sorprendernos de que lo que suceda fuera de sus límites no sea considerado como prioritario por la UE?
Creo relevante recordar que la organización tiene sus inicios en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la que comenzó a forjarse luego de la 2° Guerra Mundial, con el objetivo de que los lazos económicos de sus miembros (entre ellos Francia y Alemania) pudieran prevenir el surgimiento de otra guerra. Los posteriores pasos que llevaron a la organización al nivel de desarrollo que tiene hoy -la unión política, jurídica, legislativa y monetaria- sólo han colaborado a dicho objetivo. Así, pareciera fácil sostener que en Europa ha habido paz desde la segunda mitad del siglo XX. Eso porque seguimos entendiendo Europa como Reino Unido, Francia y Alemania, olvidando completamente la devastadora guerra de separación de los territorios de la ex Yugoslavia en los años ‘90, o la guerra en el este de Ucrania, que aún está desarrollándose. La Unión Europea se ha mantenido al margen de estos conflictos, no sólo en lo bélico, sino que incluso en lo humanitario. Europa Central ha olvidado su propia historia, los horrores vividos durante y después de sus guerras. Ha borrado de su memoria a los miles de refugiados que dejó la 2° Guerra Mundial, que encontraron puertas abiertas en lugares tan lejanos y desconocidos como nuestro país.
Cabe preguntarse entonces qué hubiese sido de Europa si el mundo simplemente se hubiese lavado las manos aludiendo a que no era su problema. Porque eso es exactamente lo que está haciendo la UE hoy frente a la mayor crisis de refugiados de la historia. La Agencia de la ONU para los Refugiados los cifra en más de 20 millones. Casi 5 millones son sirios. Mientras que Turquía, El Líbano y Jordania han acogido a cerca del 90 % de ellos, los Estados miembros de la UE han otorgado el estatus de refugiado a menos del 5 %. Aunque el conflicto en Siria no sea responsabilidad directa de Europa, cuando seres humanos dejan sus hogares y arriesgan sus vidas en busca de refugio, no se les puede ignorar. Así, el premio Nobel de la Paz que recibió la Unión Europea en 2012 “por su contribución durante seis décadas al avance de la paz y la reconciliación, la democracia, y los derechos humanos en Europa” no es sólo cuestionable, sino que -a la luz de los acontecimientos actuales- es simplemente vergonzoso.