EXETER: la historia de un crucero, un terremoto y el agradecimiento penquista

/ 24 de Julio de 2023

Prof. Andrés Medina A.
Licenciatura en Historia UCSC.

De seguro, más de una vez, caminando por el centro de Concepción ha sentido curiosidad al toparse con una calle de curiosa denominación: Exeter, que no parece relacionarse con los próceres de la patria o los líderes indígenas cuyos nombres identifican la mayor parte de las vías penquistas.

A diferencia de las demás, el nombre de este pequeño pasaje con forma de L, es el reflejo de una ciudad agradecida, que reconoció la desinteresada ayuda prestada en un momento difícil por marinos extranjeros.

La historia comienza en pleno verano de 1939, cuando se vivió una de las más dramáticas tragedias sísmicas que azotaron Chile en el siglo XX.

Era la noche del 24 de enero. Los habitantes de las ciudades al sur del río Ñuble dormían o se divertían en actividades propias de la temporada estival. Mientras, los miles de estudiantes de escasos recursos que -desde Santiago y otras ciudades- habían llegado a Chillán en el marco de las llamadas “colonias escolares” se aprestaban a dormir imaginando los días de vacaciones que disfrutarían. Sin embargo, pasadas las 23 horas, la tierra comenzó a estremecerse, dando pie a un terremoto que alcanzó magnitudes cercanas a los 8° en la escala de Richter, y que afectó toda la zona entre Linares y Temuco.

El fuerte movimiento provocó que caminos y vías férreas se cortaran, y que los sistemas de comunicación quedaran inutilizados. Los daños materiales fueron cuantiosos, siendo las hoy regiones de Ñuble y Biobío las más afectadas. De hecho, el terremoto debe su nombre a que en Chillán más de la mitad de las construcciones se desplomó, y hacia lo profundo de su área rural, los pueblos y ciudades quedaron convertidos en un montón de escombros. Pero este sismo ostenta otro triste récord en la historia telúrica de Chile: el de más víctimas fatales. Si bien nunca podrá conocerse la cifra real de fallecidos, se estima que fueron más de 30 mil las personas que perdieron la vida en este evento. Entre ellas, desgraciadamente, muchos de los niños de las colonias escolares.

“…el Exeter se instaló en el puerto y rápidamente se dispuso a ayudar en lo que fuera necesario. Mientras la mayor parte de su dotación se dirigió a Concepción, donde se aprestó a apoyar las faenas de remoción de escombros y de rescate de sobrevivientes, el resto puso a disposición de la ciudadanía víveres que permitieran en un primer momento aliviar las necesidades alimenticias”. 

En una época donde la conexión aérea era incipiente, y el daño de las vías terrestres impedía ir más al sur de San Carlos, se hizo imperioso conectarse vía marítima con el lugar del desastre. A la titánica tarea que comenzó a realizar el buque chileno Blanco Encalada, se sumó prontamente el crucero pesado inglés Exeter, que se encontraba en Valparaíso tras haber zarpado solo unos días antes desde Talcahuano.

Al llegar a la zona y ver el dantesco escenario, el Exeter -comandado por W.T. Beckett, a cargo de una tripulación de más de 600 tripulantes- se instaló en el puerto y rápidamente se dispuso a ayudar en lo que fuera necesario.

Mientras la mayor parte de su dotación se dirigió a Concepción, donde se aprestó a apoyar las faenas de remoción de escombros y de rescate de sobrevivientes, el resto puso a disposición de la ciudadanía víveres que permitieran en un primer momento aliviar las necesidades alimenticias.  Poco después, el buque cumplió tareas de hospital para atender a los heridos, así como de albergue para quienes habían quedado sin hogar.

En los días siguientes a la tragedia, los marinos del Exeter trasladaron hasta Concepción una de sus antenas de radio, la que se instaló en el techo del hotel Ritz, permitiendo reestablecer la comunicación con el resto del país y dar a conocer las dramáticas necesidades que sufrían los habitantes del Gran Concepción y alrededores. Además, ingenieros navales del crucero, en conjunto con marinos chilenos, se encargaron de derribar, por el peligro que representaban, las torres de la Catedral de Concepción, que habían quedado totalmente dañadas por el terremoto.

En medio de la conmoción de esos días circuló la noticia de que una mujer embarazada, damnificada por el sismo, había dado a luz a bordo del Exeter, y que la criatura habría sido bautizada como Juan Exeter Cristiano, una información que nunca pudo ser ratificada. Lo que sí está comprobado es que el buque, en su constante afán de ayudar, realizó dos viajes desde Talcahuano hasta Valparaíso trasladando personas heridas.

La generosa colaboración prestada por el navío inglés fue reconocida por el municipio de Concepción que, en agradecimiento, mandó a confeccionar medallas conmemorativas, las que se entregaron a cada uno de los miembros de la tripulación. Tiempo después, se puso el nombre Exeter a la calle ubicada en el enclave de San Martín y Caupolicán, como una forma de recordarle a las futuras generaciones la solidaridad de aquellos marinos británicos.

 

 

 

 

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