González Videla, La Haya y Evo

/ 4 de Junio de 2014
Por Mario Ríos Santander.
Por Mario Ríos Santander.

Aquel 28 de marzo de 1982, la Convención del Mar, organismo de las Naciones Unidas, aprobaba definitivamente la determinación chilena surgida en 1946, bajo el Gobierno de Gabriel González Videla, que extendía nuestra soberanía 200 millas hacia el oeste de las aguas del Pacífico. Era el resultado de 36 años de esfuerzos diplomáticos, en que el embajador Fernando Zegers, durante un tercio de ellos y por encargo de diversas administraciones había debido enfrentar.
Media tarde de Nueva York, final del día laboral de Chile, llamaba el teléfono de La Moneda. El General Augusto Pinochet era informado del surgimiento de un nuevo país. En efecto, Chile, otrora largo y angosto, seguía siendo largo, pero ahora, además, ancho. Se adicionaba en la práctica un espacio marítimo de 200 millas de ancho por 5.000 kilómetros de largo. Ningún conflicto armado, nada que se le parezca. Era, quien sabe si primera vez en la historia de la humanidad, que un país extendía sus dominios sin conflicto alguno.
Perú, que se había sumado, entusiasta, a esta tesis nacional, lograba lo mismo al igual que todas las naciones ribereñas a los grandes océanos.
Los documentos que certificaban la determinación de la Convemar se entregarían el primero de abril. El embajador Zegers viajaría inmediatamente a Chile para arribar al país esa madrugada del 2 de abril de 1982. Se dieron todas las instrucciones para que se desplazara inmediatamente a La Moneda. En ese lugar, los gobernantes, la Junta de Gobierno, lo recibiría. En verdad, la crisis económica de ese año elevaba a un 25 % la cesantía. Se disparaba el costo de la vida. La economía estaba por los suelos, por ello esta noticia traería algún alivio. El embajador Zegers ingresó al gabinete presidencial. Llevaba en sus manos un maletín y en su interior los acuerdos esperados. El Almirante José Toribio Merino estaba feliz. Se retiran los papeles y con alguna ceremonia el embajador entrega la documentación señalando: “Aquí se encuentra aprobado por el mundo un nuevo país”. Se resuelve convocar a una cadena nacional informativa. Los chilenos recibirían la noticia con ánimo y alegría. Sin embargo, en esos mismos minutos ingresaba apresurado el Secretario General de Gobierno. “Malas noticias, las fuerzas armadas argentinas se han tomado las islas Malvinas”. La situación, de gravedad extrema, postergaba toda información. Merino expresó: “Esto es una guerra, los ingleses no lo aceptarán”. Y así fue. Por ello los chilenos nunca tuvieron información de este hecho cuya trascendencia aún no es aquilatada en toda su dimensión.
¿Y Evo? 32 años después, 2014, culminaba La Haya. Quedaba definido para siempre el límite marítimo entre Chile y Perú. El mismo mar que ahora pretende Bolivia. Los afanes históricos del altiplano por conquistar Arica encontraban un tropiezo que era mayor todavía. Su problema no era ni es Chile, es mucho más. Los tratados de ambos países les entregan potestades sobre tales aguas y territorios, y La Haya, una vez mas, deberá pronunciarse. Me temo que Evo quedará una vez más complicado

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