La consigna del deporte paralímpico: Jugar para sanar

/ 19 de Julio de 2011

Dolidos física y espiritualmente, a veces con diagnósticos irreversibles, comenzaron a entrenar y descubrieron que la fortaleza es mucho más que músculos. Estas historias cuentan cómo el vínculo con la actividad deportiva les devolvió la autoestima, la vitalidad, la alegría y los “puso de pie” otra vez.


¿Por qué correr si puedes volar? Se me viene a la cabeza el título de un libro de autoayuda que cobra sentido después de escuchar a Mauricio Delgado.
Es un treintón moreno, estatura media que sentado esconde las secuelas de una parálisis cerebral. Se ríe fácil de las cosas, de la vida y de sí mismo. Hasta de su carreteado celular, en el que asegura tiene registrado desde el número de Elías Figueroa hasta el del barrendero de la esquina.
Es un personaje que no parece tener límites: al nacer le pronosticaron una vida en silla de ruedas, oscura y nada parecida a la que lleva hoy. Él ha sido su propio terapeuta, y su principal medicina, el deporte. Líder innato y apasionado por la solidaridad, Mauricio Delgado, presidente de la Rama de Deporte Paralímpico de la Universidad de Concepción, habla de la gente que lo rodea en el deporte adaptado y parece florecer el orgullo de un padre y la paciencia de un monje. “Hay tanto talento y ganas de hacer cosas que es imposible no sentirse feliz al ver los logros que cada uno alcanza en cada entrenamiento y en cada partido”, señala entusiasta.
Su hincha número uno es Guillermo Vidal, un empresario joven que se inspiró con la historia del deportista. “Estaba en el Foro Mundial de Emprendimiento cuando escuché a Mauricio. Recuerdo que él estaba exponiendo y mostró su foto sentado, con sus piernas atrofiadas, sobre la casa de un perro… Me llegó lo que dijo: podría haberme quedado ahí o intentar caminar… Y lo hizo por las más de 2 mil hectáreas de patio que tenía cerca de su casa en el sur”.
Ese episodio marcó el inicio de la amistad de Mauricio y Guillermo, quien prometió apoyarlo para poder hacerle más fácil el camino. A estas alturas el propio Guillermo reconoce que la ayuda ha sido mutua, que aprender de su partner es una constante lección de gratitud con la vida. “Veo como es él con sus guerreros en sillas de ruedas y sé lo que siente cuando cumple sus sueños”.

Jugar sobre ruedas

“Los Cristián” tienen en común algo más que el nombre. Ambos terminaron en sillas de rueda tras caer del cuarto piso de un edificio, en situaciones diferentes y en momentos distintos. Luis Lara, hoy de 34 años, cayó de su motocicleta a los 20 y quedó con paraplejia, mientras que Juan Pablo Fonda (22) y el pequeño Tomás Moore, de 12, nacieron con espina bífida. Mauricio, del sur, hijo de obrero y nana, nació con problemas en sus piernas, sin muchas expectativas de recuperación. Pero todos dieron con un mismo destino. Y el deporte los junta cada fin de semana en el gimnasio del Colegio Concepción sampedrino donde hacen gala de sus habilidades aprendidas, donde miden la fuerza de sus músculos y de sus almas. Porque cansar el espíritu es fácil y perder el entusiasmo, también. Por eso todos se alientan y ejercitan el valor de ser equipo.
“Creo que mi ideal de formar esta rama paralímpica, más que juntar auspiciadores o recursos fue aunar voluntades de gente que creyera en un proyecto y en las historias de los deportistas con discapacidad. Es la primera que tiene estas características en Chile, porque si bien existen otras organizaciones, ésta es la primera que está más vinculada a las empresas y que opera con características similares al de un club profesional”, enfatiza Delgado.
Y la gran “vedette” del deporte adaptado en la zona es, en este momento, el básquetbol. Entrenan 18 deportistas. Pero también pronto se viene el tenis y se estudia la posibilidad de integrar natación.
“Son verdaderos guerreros, algunos no tienen otra actividad más que ir a entrenar los domingo. Ésta es su vida y con el deporte se sienten realizados, les aumenta la calidad de vida, se asumen importantes y, lo principal, se sienten protegidos”, comenta Guillermo Vidal.
“Eso es verdad”, dice Juan Pablo Fonda, un joven que de Santa Cruz llegó a la Universidad de Concepción a estudiar Ingeniería Estadística. Si bien su pasión es el Tae kwon do, disciplina que logró conocer, estudiar y practicar mientras era secundario en su ciudad, el básquetbol adaptado ha significado un complemento fascinante para su quehacer universitario. “No es común que las becas deportivas estén dirigidas a discapacitados, por eso creo que es una gran apuesta de la universidad. En lo personal, pienso que realizar un deporte es parte de sentirme motivado para la superación. Es una instancia para entregar actitudes no sólo como deportista, sino como persona. Uno tiene después de esto una nueva parada ante la vida y ante los otros. He aprendido a valorarme y exigir cosas que en otras circunstancias no me hubiera atrevido. El deporte aquí me ha hecho crecer”, asegura Juan Pablo, quien también cuenta que el amor “tocó su puerta” recientemente. Hace dos meses que tiene polola.

El “soporte” técnico

Hasta los 20 años Luis Lara Peña era un joven enérgico y amante de las motos. Y en una de éstas tuvo un accidente. Era abril de 1994 y su mundo se fue abajo, así como sus planes e ideas del futuro. Es el quinto de siete hermanos, había comenzado a trabajar, porque le encantaba la idea de hacer su propio negocio. Pero el diagnóstico fue durísimo, no podría volver a mover sus extremidades y apenas lograba tener equilibrio en su tronco. Pero el deporte abrió un nuevo horizonte. Entrena hace cuatro años, hace 12 meses se integró a la rama de la UdeC, pero además es la pieza clave para la mantención de las sillas de ruedas. Él arma, desarma, ajusta y adapta según las necesidades de cada deportista. “Es un genio y un gran soporte, hace maravillas”, explica Mauricio. Luis agrega que ha sido parte también de su rehabilitación compartir su talento en beneficio de sus compañeros. “Cómo no lo voy a hacer si a mí esto me ha entregado mucho. Apenas podía levantar mi tronco de la silla y hoy me siento fortalecido, controlo y juego”, acota.

El chico del ring

Es distinta la historia de Mauricio. La suya es una cadena de sucesos que, pareciera, estuvo alineada en el sentido correcto. En el sur, Osorno, la medicina escaseaba para sus necesidades, pero alguien le pasó un caballo y creció de la mano de una “inconsciente” equinotearapia desde los cinco años. Estuvo en un internado. Más tarde se operó en Santiago, usó fierros y también pasó por la Teletón. Pero lo curioso es cómo se vinculó con el deporte. “Mi acercamiento determinante fue a los 13 años, en Puerto Varas, con el box. Estaba entusiasmado después de ver un afiche y me decidí a asistir. Conocí a uno de los boxeadores y al final terminó dedicándome la pelea… Así empecé a ejercitarme cada día, tres horas… Fue esencial para mi rehabilitación. Pero no podía combatir, así que opté por hacerme juez y me convertí en el juez de boxeo más joven de Chile…”
Ya en Concepción formó su primer equipo de deportistas paralímpicos, buscaron financiamiento y consolidaron un grupo donde el entusiasmo valía mucho más que los resultados.
“Yo sé lo que es estar en la pobreza y también sé lo que es ser discapacitado. Y dentro de la discapacidad también sé lo que es andar en silla de ruedas y subir escaleras caminando. Eso para mí es un privilegio, porque puedo decirle con propiedad a una persona que se enfrenta a la discapacidad que no todo está dicho. Que está todo por hacer”, sentencia Mauricio.

El más joven

Todo por hacer, eso tiene Tomás. Espina bífida fue el diagnóstico de Tomás Moore, un niño de 12 años que además de ser un talento en el básquetbol es un meritorio estudiante del Thomas Jefferson School. Su mamá, María Blanca Muñoz, dice con orgullo que es un hábil deportista, que juega con sus amigos de igual a igual, que no le teme a los desafíos y que ya tiene en mente la Medicina como la carrera de su futuro. “El deporte me sirve mucho, me ayuda a mantener el contacto con otras personas, uno aprende de los más grandes y creo que también mi familia se siente orgullosa de mí. Me han ayudado mucho”, señala. María Blanca lo acompaña los domingo y se muestra agradecida por las buenas intenciones y el espíritu que se refleja en cada encuentro. “Son acogedores y hay líderes excepcionales. Creo que ése es el regalo más importante que puede recibir una persona y los que vivimos con la discapacidad”, indica.
Es la idea, recalca Mauricio. A él le remueve el alma liderar un grupo que tiene tantas cosas comunes, pero diagnósticos y realidades distintos. “Son personas que tienen muchas ilusiones y tanto potencial que realmente hay que admirarlos. Para mí son como el Real Madrid. Desde la logística hasta lo que se ve en cancha es parte de un trabajo serio y por ello muchos creen en nosotros. ¿Qué se viene? Esperamos ayudar a quienes no tienen integración más allá del deporte. Eso me apasiona y me inquieta”, concluye el líder de la versión paralímpica del “Real”.
Y por qué no, si hasta ahora se han conseguido logros impensables. Por qué no, si la motivación está. Por qué no, si todos los días está la posibilidad de pasarle un gol a las adversidades. Y por qué no si a veces no basta con caminar, pudiendo volar en una silla.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
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