¿Quién no ha sentido angustia alguna vez ante la evidencia de estar en el lugar o situación equivocada y no poder salir? Una cita fallida desde el primer momento, una entrevista laboral para un trabajo que no te interesa, o asistir a un cumpleaños por compromiso, sin el menor ánimo de celebrar… Esto es exactamente lo que les ocurre en una escena a Vera y Alejandro, los protagonistas de “Lo bueno de llorar”, la última película del ascendente director chileno Matías Bize.
Si hay algo que me gusta de su propuesta es la naturalidad con que transmite momentos cotidianos -pero verdaderos- al espectador. Pero vamos a la historia, que más que historia es una premisa: el seguir la última noche como pareja–desde el comienzo al amanecer- de Vera (Vicenta Ndongo) y Alejandro (Alex Brendemühl), cuya relación está desahuciada y en fase terminal. Desde el comienzo se les muestra como autómatas, como dos seres que aunque se desenvuelven por una de las ciudades más cosmopolitas y movidas del mundo (Barcelona), interiormente están ausentes, casi muertos; esperando decirse muchas cosas, descargar frustraciones, terminar de una vez, pero no pueden, en una suerte de alter ego perfecto de Antes del amanecer, de Richard Linklater.
Como propuesta, “Lo bueno de llorar” podría conformar una perfecta trilogía junto a las otras dos producciones de Bize, “Sábado” y “En la cama”: el tópico es la relación de pareja, cómo nacen, mueren, fracasan o cómo éstas enriquecen o matan al ego individual. Persisten la cámara en mano, muchas escenas en tiempo real, así como los encuadres y close up destinados a destacar las emociones -o la inexistencia de éstas- por sobre la acción y los diálogos “oreja”. Es una propuesta sencilla, pero no por ello intrascendente: Bize tiene muy claro su punto de vista, sabe resolverlo y con un producto atrevido. Porque ojo, no estamos hablando de una película fácil para el espectador promedio: acá no existe una línea dramática convencional; en la primera secuencia prácticamente no hay diálogos ni acciones, más bien finos detalles, como el cruce en el metro de Vera y Alejandro con sus antagonistas: una pareja estable junto a su pequeño hijo. Ambas, frente a frente, en andenes diferentes, en una escena que tendrá una importancia circular y metonímica para la historia. Tampoco se cuenta qué fue lo que llevó a Vera y Alejandro a transformarse en un par de androides; sin embargo, sí se cuenta que existe esperanza de reconversión, de salir del letargo, como el incidente en que se destruye el auto de un vecino troglodita. En definitiva, se invita al espectador –de la mano de la lograda estética fotográfica de Gabriel Díaz, antiguo colaborador de Bize- a un esfuerzo que le permita sumergirse en sensaciones muy concretas.
La trivia cuenta que esta fue una realización hecha a pedido por las productoras españolas Diba y Mom, y que se realizó en un brevísimo plazo. Tal vez ello explique la sensación de un cierto gusto a poco, como si esta fuera la película de transición a otro proyecto más dedicado. De cualquier forma es un trabajo interesante, de un tipo que sí tiene algo que decir en el cine, pero orientado -aunque suene snob- a los más cinéfilos, aquellos que se criaron con Tarkovski, Kieslowski o Bergman.
LO BUENO DE LLORAR
Reparto: Vicenta Ndongo,
Alex Brendemühl.
Dirección: Matías Bize.
España, 2008.
Duración: 80 minutos.
Calificación: Mayores de 14.