Aunque ya está casi todo dicho, una de las primeras observaciones a considerar al hablar de “Los Simpson, la película”, es intentar no tomarla demasiado en serio. O sea, OK, de acuerdo, es un film-acontecimiento, sus fans conforman una religión, 18 temporadas de espera no son en vano, es un hito pop. Sin embargo, el mismo Homero lo recuerda al principio de la cinta, mirando al público cuando dice: “cómo pueden pagar por algo que ven gratis en la TV” (o algo así). La ironía de Homero (y por tanto de su creador Matt Groening, a cargo del staff de guionistas) resulta casi una forma de apaciguar las tremendas expectativas tanto de los fundamentalistas como de los escépticos.
Desde ya advierto que si bien he seguido de forma consistente a Los Simpson durante los últimos 12 años, no soy de los fanáticos clase A, así que no esperen una erudición de parte mía en el imaginario Spriengfield (en los comienzos disfrutaba más la genial The Critic, la creación de Mike Reiss, uno de los guionistas fundadores). Pero sí puedo hablar sobre esta película como una obra en sí ¿Debió enfocarse sólo a los fans, o por contrario, plantearse como un producto autónomo y abierto al público general? Veamos.
La trama -me imagino que por todos conocida a estas alturas- gira en torno a la catástrofe ambiental desencadenada por, quién no, Homero Simpson. Su voraz apetito por Donuts, unido a su genuina torpeza lo llevan a re-contaminar el río Spriengfield con los excrementos de Homer, el cerdito que adoptó como nueva mascota. El desastre es de proporciones, y determina que el Gobierno de EE.UU -encabezado por Arnold Schwarzenegger- ponga en cuarentena a la localidad instalando un gigantesco domo, del que ni siquiera Mr. Burns es capaz de librarse. Todo se pone color de hormiga y una turba vengativa compuesta por todos los personajes que alguna vez participaron de la serie se abalanza sobre la casa Simpson.
Hasta ahora, podría ser una historia clásica sacada de otros tiempos de la serie. Los guiños se hacen presentes desde el comienzo, con la presentación de la película de Tomy y Daly en formato re-cargado, los gags entre Homero y Bart, y mucho ojo con la escena en que la familia salta el cañon de Springfield. Los cameos, una marca de fábrica en el mundo simpsoniano también tienen lo suyo con la aparición de Tom Hanks y alusiones a “La verdad incómoda” de Al Gore. Notable resulta también la parodia a Bambi de Walt Disney. Es decir, las dos primeras secuencias son casi alucinantes y reviven el mejor espíritu de la serie.
¿Que hay a favor de la película? Una lograda adaptación en la narración, panorámicas con efectos 3-D y nuevas bromas, como el exceso de comerciales de su propia casa televisiva, FOX. El intento por contar lo que no se puede decir en TV se desarrolla en Bart, por ejemplo, con el plano secuencia donde corre en pelota arriba de su skate o una incipiente crisis de alcoholismo juvenil (después de todo, para ser más audaces está South park, un descendiente radical de la serie). Ahora, pasados los 40 minutos de metraje, se advierte una tensión entre la presencia de más autoreferencias y gags (es decir, cariños a los fans) o lograr dar consistencia al guión para desarrollar una verdadera historia cinematográfica. No todos los chistes terminan siendo tan graciosos y la historia a ratos cae en una vertiginosa liviandad. El equipo de casi 12 guionistas resuelve esto desarrollando solamente los personajes de Homero, Bart y Marge (lo que me parece un acierto) y estableciendo conflictos familiares a un nivel más profundo que lo habitual; eso, más el proceso de redención de Homero es un riesgo que se celebra -al menos por el intento por dar autonomía a la película- pero que probablemente decepcionará a más de un seguidor. Por cierto, la historia de todas maneras deja algunos ripios (¿qué sucede al final con el puerquito-araña?).
En, fin es una historia entretenida, el director David Silverman y Cia. logran pasar la prueba de navegar a dos bandas (serie-película), pero no sé si recomendársela a alguien que nunca haya sido un fan especial de la serie. Personalmente, me gustó más cuando dieron el especial de terror o cuando Homero recordó su época roquera y aparece George Harrison.
Por Nicolás Sánchez