Lucy Neira, ex Directora del Consejo de Cultura: “Traté de desarmar los círculos cerrados de la cultura regional, pero al final ellos me desarmaron a mí”

/ 18 de Mayo de 2008


A un mes de dejar el cargo de Seremi de Cultura, la destacada actriz penquista cuenta los entretelones de su salida, su resistencia al traslado de la sede cultural a Chillán y las dificultades con que se encontró dentro del muchas veces hermético y excluyente mundillo de las artes en la Región.
El último ha sido un mes de cambios para Lucy Neira. Su céntrico departamento de calle Lincoyán lo delata. “Tengo todo patas para arriba, porque acabo de hacerle un montón de arreglos. Es un departamento antiguo, y necesitaba una manito de gato, pero en los últimos años no había tenido ni un minuto para hacerlo”, justifica.
El eco que se genera con la sala despejada, amplifica su voz tal como si estuviera frente a un micrófono. Esa misma voz profunda que durante décadas fuera una de las más reconocibles de la Región, gracias a su trabajo de locutora en varias radios locales. Y la misma que, durante más de 50 años, le sirvió a esta actriz del TUC y premio regional de arte, para dar vida a cientos de personajes sobre las tablas.
Su llegada al Gobierno Regional fue bastante sui-generis. Después de trabajar por la recuperación de la democracia durante el gobierno militar, en 16 años de la Concertación nunca había sido considerada para ocupar un cargo público. Ello hasta que, en 2006, María Soledad Tohá la nombró Directora del Consejo Regional de Cultura, cargo que dejó a fines de marzo, tras el cambio de intendente. Confiesa que al principio fue doloroso, porque estaba bien evaluada y nunca le explicaron la real razón de su salida, pero asegura que ya dio vuelta la página, y que está lista para retomar la “autogestión”, y llegar con sus proyectos culturales a los rincones más perdidos de la Región.
-El 2006, contra todo pronóstico, usted es nombrada Directora Regional de Cultura, a una edad poco habitual para debutar en cargos públicos.
-Así es. Por esas cosas insólitas, me llama por teléfono María Soledad Tohá para formar parte de su gabinete regional. Nunca he sabido cómo le llegó mi nombre, porque yo no la conocía. Al principio, cuando me ofreció el cargo, yo me negué. Le dije que creía no estar preparada para este tipo de trabajo. Ella me dijo, “¿cómo no vas a estar preparada, si llevas toda tu vida gestionando actividades culturales? ¿Por qué no vas a ser capaz?” Lo pensé bien, y acepté el desafío. Después de todo era un trabajo bonito, en el que se podía hacer cosas buenas para la Región. Además era un sueldo seguro que me daba tranquilidad, y como una mujer sola que se autosustenta, tengo que pensar en eso también. Yo estaba muy nerviosa, pero me encontré en la Seremi con un equipo humano y profesional maravilloso, con el que pudimos sacar adelante proyectos importantes.
-¿Cuál quiso usted que fuera el sello de su gestión?
-Cuando yo llegué, la Directora Regional de Cultura anterior me dio un recibimiento poco cariñoso. Me dijo “mira, aquí no hay plata; aquí uno tiene que autogestionar todo, porque no te dan nada”, como diciéndome que este trabajo era atroz y que yo no me la iba a poder. Pero lo cierto es que en vez de eso, me encontré con que sí había recursos y muchas cosas por hacer. Quise que nuestra gestión llegara a lugares de la Región muy alejados del quehacer artístico, darle oportunidades a nuevos artistas de mostrar su arte, y que no siguieran repitiéndose para todo los mismos de siempre. En las poblaciones hay talentos, en las comunas alejadas hay artesanos maravillosos, que merecen ser descubiertos. Durante mi administración se conformaron las mesas artísticas en las cuatro provincias de Bío Bío que sirvieron para generar proyectos notables.
-Como Directora Regional, le tocó presidir el Consejo de Cultura de Bío Bío, integrado por nombres importantes del quehacer artístico de la zona. ¿Cómo fue su relación con el Consejo?
-Difícil. Me tocó un Consejo que estaba muy alineado con la Seremi de Cultura anterior, y que desde el principio no se mostró bien dispuesto a trabajar conmigo. Pero creo que la situación era entendible, desde su punto de vista. Ellos constituían un círculo bastante cerrado y fuerte, y de repente aparece una mujer de afuera, intentando trabajar con otras personas y abrir ese círculo hermético. Es entendible que yo no fuera de su agrado, y no logré hacerlos cambiar de postura.
-Usted fue una de las primeras Seremis en salir de su cargo, con la llegada de la nueva Intendente María Angélica Fuentes. ¿Por qué la sacaron?
-No lo sé. A mí la Intendente nunca me informó que me iba a sacar. Comenzaron a llegarme rumores, pero no les di mayor crédito, porque mis calificaciones del Ministerio eran óptimas. Tampoco me pareció que el mío fuera un cargo estratégico, apetecido por los partidos o algo así. A los pocos días, me llamó la Ministra  de Cultura Paulina Urrutia, muy apenada, para decirme que el Gobierno Regional no quería trabajar conmigo. Poco después, me contactó un senador, para preguntarme qué había pasado, porque según él, mi nombre nunca había estado en la mesa para salir. La decisión no tenía nada que ver con los cuoteos tampoco. Lo único que supe fue que la ex Seremi de Cultura le había entregado a la Intendente el currículum de Luis Aguirre, el entonces encargado de la Unidad Ciudadanía, Cultura y Comunicaciones.
-¿La Intendente Fuentes no le explicó sus razones?
-No, hasta el día de hoy no lo ha hecho. Nosotras nos conocíamos de toda la vida, fuimos amigas, trabajamos juntas por la recuperación de la democracia, le ayudé en sus campañas parlamentarias… Y no fue capaz de avisarme. Eso me dolió.  Sólo me llamó después de que un diario me entrevistara, pero nunca me dio un por qué. No era por una evaluación negativa a mi gestión, y tampoco por un cupo político, porque yo no tengo militancia y   Luis Aguirre (el actual Seremi) tampoco.

El traslado a Chillán

-¿No pesó el hecho de que usted fuera reconocida como una opositora al traslado de la sede regional a Chillán?
-Si fuera así, me habría sacado Soledad Tohá. Con ella conversábamos las cosas de frente y no me mandaba a decir las cosas con nadie. Nosotros, en la Seremi estábamos encabezando un proceso de regionalización cultural efectivo. Bajo mi administración se crearon mesas de trabajo con artistas de todas las áreas y de las distintas provincias de la Región, que funcionaron excelente. Allí surgían iniciativas importantes. Pasábamos más de la mitad de la semana en comunas alejadas; logramos llevar el arte a localidades impensadas, y hacer que los artistas y artesanos locales pudieran mostrar su trabajo. Una de las cosas de las que me enorgullezco, fue el festival que se hizo en Neuquén, Argentina, en el que participaron representantes de las siete comunas de Arauco, entre ellas, la orquesta juvenil Lafquenche de Tirúa. Chillán está en una punta de la región y, geográficamente, lo que hacía era dificultar una descentralización efectiva. Cambiar una oficina de lugar no es descentralizar, es sólo un acto simbólico.
-Usted también alegó a favor de los trabajadores de la Seremi
-Yo le decía a la Intendente que esto no era bueno para el personal. No por mí, porque yo pasaba buena parte del día arriba de la camioneta, viajando por toda la región, pero sí para los administrativos. Había muchachas jóvenes, con guagua y niños pequeños. ¿Qué flexibilidad podía haber con ellas si tenían que viajar a otra ciudad todos los días? En la oficina, todos trabajábamos hasta las tantas, y eso no íbamos a poder exigirlo, si la sede estaba en Chillán. Se cierra a las seis en punto y se cierra no más, porque el personal tiene que tomar su bus de vuelta a Concepción.
– ¿No era contradictorio pelear por esa causa, si Ud. era funcionaria de confianza de la Intendente?
-Como funcionaria de confianza, a mí no me correspondía defender los intereses de los trabajadores de la Seremi, pero debo confesarte que, honestamente, me costó mucho no hacerlo… Yo siempre peleé para que no se trasladara. La Ministra tampoco quería, hasta que llegó la orden presidencial de que nos íbamos a Chillán, y bueno, ahí ya no tuvimos nada más que discutir. Sólo acatar y decir que estábamos felices de hacerlo.
-¿Cómo ve a su sucesor en el cargo?
Luis Aguirre es un buen profesional, es inteligente y sabe administrar; yo creo que lo va a hacer bien. Se le puede criticar que no viene del mundo de las artes y que no tiene trayectoria, pero es una buena persona y un buen administrador, y eso lo pude comprobar trabajando junto a él en estos dos años.

La “Dama de Hierro” de los Fondart

-Durante su gestión, fue inflexible con la fiscalización de los Fondart. ¿Encontró situaciones irregulares?
-Todos los años se repetían los mismos nombres, y algunos de ellos no estaban cumpliendo bien con sus proyectos. Había varios en que la propuesta original no coincidía con lo que te estaban entregando; había facturas que no correspondían, las rendiciones de cuenta estaban mal hechas… Se les dijo a los proyectistas que subsanaran sus inconsistencias, y seguían llegando con irregularidades. Hicimos las consultas pertinentes al Ministerio, y derivamos algunos casos directamente al Consejo de Defensa del Estado. Me tocó ver incluso un caso de un artista que había ganado fondos en más de una ocasión, y que lisa y llanamente desapareció con varios millones. Puse mano dura y dije que ningún postulante que tuviera aspectos pendientes en sus proyectos, podría participar en un nuevo Fondart. Y ahí tuve que tener mucho ojo, porque no faltaban los que se presentaban como co-ejecutores de otros proyectos o que ponían “palos blancos”, y los dejamos fuera.  Eso me hizo ganar la antipatía de algunas personas del mundo de la cultura, pero es lo que había que hacer. El Fondart no se creó para lucro personal; había un montón de buenos artistas jóvenes que no estaban teniendo cabida en el sistema, y era importante dar tiraje a la chimenea.
-¿Vio mucho clientelismo en el mundo de la cultura?
-Yo vi un círculo muy cerrado, y traté de desarmarlo. Pero no me resultó. Parece que al final me desarmaron a mí.

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