Marketing de lo simple

/ 21 de Septiembre de 2016
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Francisco Flores Ingeniero Comercial por la Universidad de Concepción y Magíster en Comportamiento del Consumidor por la Universidad Adolfo Ibáñez.

En muchas ocasiones la palabra marketing asusta a los pequeños empresarios, al considerar que implica grandes desembolsos y recursos, por lo que suelen pensar que es una herramienta sólo de grandes compañías. Grave error, pues esta mirada no sólo nos deja en desventaja psicológica, sino que, además, sin gestión eficiente y desaprovechando grandes oportunidades.

Debemos recordar que el marketing es todo lo que facilite las transacciones y que esto es responsabilidad y función de cada empresa, independiente del tamaño de ésta. Sólo basta con que el dueño se plantee dónde quiere llegar y en qué plazo alcanzar esta meta, para luego asignar los recursos necesarios para encausar el logro deseado.

Todo lo que hace una empresa, el público lo interpreta como un signo de valor (o antivalor), por lo que comencemos por trabajar en develar e interpretar cuáles son las propuestas de valor que los clientes atesoran. Puede ser la ubicación, la variedad de productos, la atención cordial, los horarios de apertura y cierre, la relación que se ha establecido por años o, simplemente, que “ahí le fían”. Es cosa de recorrer los barrios para encontrar almacenes, pequeñas boutiques o clásicos locales de comida que no sólo sobreviven al vértigo del marketing avanzado, sino que tienen una posición ganada y preferencia de sus públicos leales (no cautivos) y felices. Descubriremos que tienen algunos elementos en común en la arena de lo simple, en hacer con excelencia lo básico y elemental, sin complicarse en grandilocuencia, sino que con amor a los detalles y al trabajo bien hecho.

La gente no adquiere un producto por que sí, sino porque tanto éste como la transacción representan algo que atesora, y en ese espacio todo importa. Implica nuevamente volver a lo esencial de los negocios, que es el arte de relacionarnos con fines comerciales; pero sin olvidar que en lo fundamental somos personas tratando con personas.

Si a una base fuerte en lo esencial le agregamos redes sociales, letreros atractivos, vitrinas bien logradas, medición permanente de la cartera de productos en oferta, buena negociación con proveedores, segmentación y blindaje de clientes claves, implementación de modelos de servicio y atención de público iremos por buen camino.

Por lo tanto, no debemos confundir lo artesanal del comercio, con el marketing de lo simple, ya que éste último implica método. Así ocurre, por ejemplo, en las ferias libres: si un locatario ubica las sandías más rojas en un lugar visible o da a degustar aceitunas gratis es parte de un marketing esencial, pero muy efectivo.

Reconocer que toda empresa, por pequeña que sea, tiene fortalezas, es un avance, dado que aún vemos múltiples y permanentes casos comerciales de David dándole duros golpes a Goliat. Lo importante es que cada empresa descubra su onda y esté dispuesta para enfrentar a los gigantes en su mercado.

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